Existen un montón de situaciones en las que aún sin quererlo presionamos a nuestros hijos para que aprendan a hacer tal o cual cosa, desde el gateo, los primeros pasos hasta hacer pis solitos, dormir toda la noche de un tirón o adaptarse a la guardería.
La experiencia como madre me ha enseñado una lección que me esfuerzo en aplicar, aunque a veces no es tan fácil, una premisa que me parece esencial en la educación de los hijos: no forzarlos a crecer antes de tiempo.
No obligarlos a que den un paso cuando aún no están preparados, ni insistir en quitarles el pañal cuando todavía no están maduros para hacerlo. Dejar que ellos evolucionen a su propio ritmo es una de las claves para cimentar la autoestima y la confianza en sí mismos.
Esa manía que tenemos los padres de decir que nuestro niño ha sido el primero en hacer tal o cual cosa no tiene ningún sentido. No por eso nuestros hijos son mejores que los demás. Es preferible que un niño tarde un poco más en andar que otro que vuelva a usar pañales porque no estaba preparado para dejarlos.
Uno de los mejores consejos que les puedo dar es que no apresuréis a vuestros hijos a que den cinco pasos inseguros cuando sólo están capacitados para dar uno y tambaleando, es preferible la seguridad a la rapidez.
Dejad a vuestros hijos que tarde o temprano irán haciendo las cosas que les corresponden a su etapa evolutiva, respetad sus propios tiempos.
Lógicamente, debemos controlarlos. No sería normal que un niño de dos años no anduviera o uno de cuatro no comiera solo, por decir algún ejemplo. Pero salvo que tuviera algún problema, el niño acabará haciéndolo.
Creo que es un buen consejo a tener en cuenta, que no doy como “maestra” sino que es una sugerencia que comparto como madre para que la meditéis.
Aprender a respetar los tiempos de nuestros hijos me parece importante tanto durante los primeros años como para el resto de sus vidas.