Probablemente todos los que tengamos hijos mayores de cuatro o cinco años ya hemos pasado en alguna ocasión por las famosas rabietas en público que pueden suceder cuando estamos fuera de casa. No siempre es fácil manejarlas y hay muchos factores que pueden influir en nuestra reacción.
Pero, ¿qué hacer si es el hijo de alguien más? Una madre nos invita no solo a no juzgar, sino a apoyar a las madres cuyos hijos estén teniendo una rabieta en público.
El poder de una palabra o gesto amable es uno del que no siempre somos conscientes. A veces, una frase de apoyo o una mirada comprensiva son todo lo que alguien necesita para transformar y sobrellevar mejor un mal día. Al menos, este es el mensaje que nos deja una madre.
Katie McLaughlin es la mamá y bloguera detrás de Pick Any Two, un blog en el que habla de maternidad y estilo de vida. En una publicación reciente ella comparte lo que sucedió un día mientras hacía las compras y le tocó presenciar a una madre que estaba teniendo un momento difícil intentando calmar la rabieta de su hija de tres años.
Esta mañana en Target fui testigo de una rabieta de proporciones épicas. Detrás de mí, una niña de tres años estaba pateando, gritando y arrastrándose por el piso como pez fuera del agua. Intenté mirar a su madre a los ojos para darle una mirada empática, pero estaba demasiado ocupada intentando calmar a su hija como para mirarme a mí.
La madre estaba haciendo todo "bien". Mantenía la calma. Le hablaba a su hija en tono amable. Fue atenta con ella mientras intentaba pagar las cosas que llevaba. Pero a pesar de sus mejores intentos, la rabieta solo se hacía más y más grande. La madre aún mantenía la calma, pero me di cuenta que se sonrojaba al disculparse profundamente con el dependiente.
Dile algo amable, pensé. Ella está sola y avergonzada y se siente una madre terrible. Recuérdale que nada de esas cosas son ciertas,
Pero entonces pensé: No, no es asunto mío. DEJA A LA POBRE MUJER EXTRAÑA EN PAZ.
Me tomé mi tiempo para salir de la tienda. La niña continuaba gritando lo más fuerte que podía mientras caminaban por el estacionamiento. Luchaba con todas sus fuerzas mientras su madre la colocaba en su silla dentro del coche.
Me sentía exasperada de solo verla, así que supe que la presión de la madre debería estar altísima.
Ve con ella, Katie, volví a pensar. Esta vez lo hice.
"Lamento molestarte, pero solo quería decirte que estás haciendo un gran trabajo".
Ella me miró, parpadeó dos veces y se derrumbó. Comenzó a llorar y dijo: "Creo que me siento tan mal como ella".
Asentí. "Sé que no se siente así en este momento, pero lo estás haciendo genial".
Más lágrimas. "No sabes cuánto necesitaba escuchar eso".
Sí lo pensé. Todos los padres lo necesitan. Así que empecemos a decirlo. Tomemos el riesgo. Esa madre pudo haberme visto raro. Podría haberme dicho que me metiera en mis propios asuntos. Pero me arriesgué y las dos nos sentimos mejor por eso.
Empatía en lugar de juzgar. Apoyo en lugar de silencio. Comunidad en lugar de aislamiento. Esta es la revolución parental.
Lo que Katie presenció es algo que, además de haberlo vivido como padres, probablemente también nos ha tocado presenciar. En mi experiencia, la mayoría de las personas opta por no decir nada para no hacer sentir peor a la madre, pero también me ha tocado ver a personas amables que intervienen e intentan ayudar a tranquilizar a los niños.
La publicación de Katie ha sido compartida más de 13.500 veces y ha obtenido más de 30.000 reacciones, además de cientos de comentarios de madres y padres, no solo aplaudiendo su acto de empatía hacia la otra mamá, sino compartiendo cómo ellos habían hecho lo mismo, o bien, habían estado en el lugar de la madre cuando un extraño les hizo un gesto amable.
Todos alguna vez estuvimos y probablemente seguiremos estando en alguna de las dos posiciones. Hagamos siempre lo mejor por no juzgar y en lo posible, apoyar a los padres y madres que estén pasando por una rabieta de sus hijos. A veces una palabra o sonrisa pueden hacer grandes cosas.
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Vía | Scary Mommy