Puede parecer que 24 horas son muchas y que deberían ser suficientes para todo, sin embargo, cuando eres padre, vives el día a día con una extraña sensación de que te faltan horas para llegar a todo del modo en que querrías llegar.
Hay una frase que dice que “el que mucho abarca, poco aprieta”, que viene a decir que cuando queremos hacer demasiadas cosas, con el límite que te ofrecen las 24 horas que tiene un día, acabamos por no hacer nada del modo en que nos gustaría o sin obtener los mismos resultados que si nos centráramos en hacer menos cosas.
Es por esta razón, por la sensación de no poder con todo, que me parece completamente lícito y lógico el enviar al “Ministerio de Temporalización Ciudadana” (si no existe, que lo inventen) una solicitud para que se implemente el día de 30 horas.
A continuación os dejo con una copia de dicha solicitud:
Por la implementación del día de 30 horas
Muy señor mío:
Tengo la complacencia de dirigirme a Ud. en representación de todos los padres y madres que vemos cómo, día a día, el tiempo se nos echa encima sin remedio, cómo intentamos educar a nuestros hijos del mejor modo posible en el poco tiempo en que coincidimos con ellos, cómo tratamos de rendir en nuestro trabajo pese a iniciar nuestras jornadas laborales tan cansados como si saliéramos de ellas, cómo observamos que las ojeras se acercan a nuestros labios, la melanina de nuestra piel hace tiempo que desapareció y el brillo de nuestro pelo quedó en algún peine o en nuestras manos al lavarlo de cualquier manera, por no hablar del peinado, desfasado desde hace unos años o de nuestra vestimenta, más cercana a la que uno se pondría un domingo para estar cómodo que la que uno se pondría para estar elegante.
Nos damos cuenta también de que no nos queda demasiado tiempo para despejar nuestra mente, ya que cuando por la noche tenemos intención de sentarnos a ver la televisión o leer un libro, estamos tan cansados que nos quedamos dormidos tras leer cuatro líneas o tras ver las cuatro escenas que suceden a los créditos de presentación de una película.
Por todo ello y por muchas cosas más que a continuación comentaré, solicitamos una ampliación del horario diario, pasando de las 24 horas actuales a una suma total de 30 horas con la siguiente intención:
- Tener tiempo de vestirnos y vestir a los niños sin que las primeras horas del día parezcan una carrera de obstáculos en la que se compite contra el tiempo, contra el niño que se te despierta más tarde, el otro que no se quiere poner la camiseta roja, el primero que te derrama la leche, la niña que vomita cuando ya estás en la puerta, el segundo que te desmonta el rollo de papel del WC mientras vistes a la niña y el primero que se ha quedado en el rellano viendo al ascensor subir y bajar mientras los vecinos le preguntan “dónde están (los desastrosos de) tus padres”.
- Llegar al colegio sin tener que poner a prueba los frenos y los amortiguadores del coche en cada momento y evitar poner en peligro a los viandantes y al resto de conductores.
- Evitar que nuestros hijos nos oigan gritar improperios a la chica de la mochila que cruza el paso de peatones como si el amor por él le impidiera dejar de pisarlo en un espacio breve de tiempo.
- Evitar tener que suplicar al conserje que abra la puerta cuando la acaba de cerrar y evitar tener que firmar la hojita en la que se ve cuántos días llegas tarde.
- No tener que volver corriendo de nuevo a la escuela a dejar la mochila que se ha dejado el segundo en el coche.
- Poder dejar a los niños, en resumen, con tranquilidad, charlar con algún conocido sobre lo que acontece en la escuela, la meteorología o lo que pasó en la Champions el otro día en vez de salir escopeteado hacia el coche en dirección al trabajo, observando que, un día más, llegas tarde.
- Propiciar que el momento de la comida pueda ser un momento en el que compartir tiempo y palabras con nuestros hijos sin tener que apremiarles continuamente para tratar de salir de nuevo hacia el colegio con la cocina mínimamente recogida.
- Evitar que en cualquiera de los viajes en coche, incluida la salida del trabajo, la escena sea similar a la vivida por la mañana, probando los frenos y los amortiguadores del coche, soltando improperios a la chica de la mochila (o al que cree que la rotonda tiene un solo carril) y aparcando el coche en el sitio que más moleste al resto.
- Poder llevarles a tus hijos una merienda como Dios manda (un bocadillo y una botellita de agua) y no un puñetero zumo lleno de azúcar, cuatro galletas con chocolate o una barrita energética.
- Poder ir a comprar al salir del colegio con la tranquilidad de que aún será de día cuando llegues a casa y no tendrás que correr para bañarlos, peinarlos, ponerles el pijama y hacerles la cena.
- Tener tiempo al llegar a casa para estar por ellos y con ellos, y poder obviar así las tonterías de los teóricos expertos que dicen que estemos tranquilos, que lo importante es el tiempo de calidad y no la cantidad de tiempo.
- Hacer sentir a nuestros hijos que les queremos, que les atendemos, que son importantes para nosotros y que podemos dejar lo que estamos haciendo para hacerles caso (demasiadas veces no podemos atenderles porque no tenemos el tiempo preciso y los deberes, los baños, los pijamas y las cenas ocupan el único tiempo del que disponíamos para compartir).
- Cenar todos juntos sentados en la mesa, esa gran costumbre que poca gente mantiene y que tanto ayuda a preservar la unidad familiar y favorece la comunicación apagando la tele, no porque sea mala ni peor, sino para poder explicarnos cómo ha ido el día.
- Acostar a los niños después de cenar y lavarse los dientes, contándoles un cuento, luego otro y luego otro si hace falta, acariciándoles el pelo, acompañándoles hasta que Morfeo les recoge en su regazo.
- Acabar de recoger lo que quede, sentarnos papá y mamá a ver un capítulo de una serie, una película o a leer unos cuantos capítulos de un libro para acabar pasando de todo ello (si se tercia), y hacer el amor con la tranquilidad que te da el saber que mañana no estarás demasiado cansado porque aún te quedan varias horas para descansar.
- Irte a la cama sabiendo que la noche es larga y que, de no serlo, las persianas aún tardarán en subir. Poder despertarnos tantas veces como nuestros hijos nos requieran, sin el temor de ver que está a punto de sonar el despertador y sólo has dormido 3 horas.
- Despertarte de nuevo por la mañana, con la tranquilidad que tenías el día anterior, sabiendo que aún quedan 30 horas por delante para trabajar, para disfrutar de los niños y, en definitiva, para disfrutar de la vida, que para eso debe ser para lo que vinimos al mundo.
Muy agradecido.
Reciban un cordial saludo.
Si alguien respondiera:
Sí, ya sé que estáis pensando que es imposible. 30 horas un día, no hay manera de cambiarlo.
Es cierto, probablemente alguien me respondería que es imposible, inviable, utópico y precioso, aunque absurdo a la vez.
Probablemente hasta me mandarían un par de tarjetas con el nombre de un par de buenos psiquiatras que podrían atenderme gustosamente.
Entonces rompería enfadado la carta de respuesta y pensaría en voz alta que “¡y las tarjetas que se las metan por donde les quepan!”, me sentaría en mi escritorio e iniciaría una nueva carta dirigida al “Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales” (éste sí que existe), quejándome de la mierda de sistema que tenemos montado (perdón por lo de mierda, ya me pongo yo mismo el jabón en la boca), de que los recursos que nos ofrecen para criar a nuestros hijos pasan por alejarnos de ellos cuando tan sólo tienen 16 semanas de vida, ofreciéndonos guarderías por el día, otros servicios para dejarlos por un euro la hora (minuts menuts) en otros horarios y demostrando en definitiva que conciliación laboral y familiar son tres palabras que se componen de catorce consonantes y trece vocales, mezcladas entre sí, que no tienen significado alguno porque a día de hoy, no hay nadie que pueda conciliar la crianza de un niño de meses o pocos años con un trabajo, sin perder estatus social y/o económico.
Firmaría esta nueva carta y les adjuntaría una copia de la solicitud para que se implemente el día de 30 horas por si acaso porque yo, erre que erre, sigo pensando que es una gran idea (aunque a éstos les añadiría un anexo para evitar que aprovecharan para aumentar la jornada laboral).
Fotos | Flickr – Ingorrr, me and the sysop
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