"Solo pensaba en mis hijas, que iban a tener que vivir sin su madre", el temor de Mari Ángeles tras el diagnóstico de cáncer de mama ya superado

"Solo pensaba en mis hijas, que iban a tener que vivir sin su madre", el temor de Mari Ángeles tras el diagnóstico de cáncer de mama ya superado
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Conozco a Mari Ángeles Godoy desde hace muchos años, antes de que el cáncer le tocara y trastocara su vida. Siempre ha sido una mujer fuerte, valiente, pero la que ahora se sincera y nos cuenta qué pasó por su cabeza cuando le dieron el diagnóstico, o cómo ha sido su vida desde entonces y cómo afronta su futuro, es una persona más serena, más consciente de lo que quiere.

Hoy, Día Mundial contra el Cáncer de Mama, desvela los pensamientos más profundos que le asaltaron siete años atrás, cuando le diagnosticaron la enfermedad, como el dolor que le causaba pensar que su hijas tan pequeñas iban a tener que vivir sin madre, o el miedo que siente ahora a que su pesadilla se vuelva a repetir.

Pensamientos muy contradictorios

Si algo comenzamos a tener claro las mujeres es que el cáncer de mama nos puede tocar a cualquiera. Según la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), en España se diagnostican alrededor de 33.307 nuevos cada año.

De ahí que cada 19 de octubre, se pretenda concienciar a la sociedad de la importancia de la investigación y el diagnóstico precoz de esta enfermedad, porque una de cada ocho mujeres tendrá cáncer de mama a lo largo de su vida.

De ahí que testimonios como los de Mari Ángeles, que ha conseguido superarlo, pueden ayudar a otras mujeres a entender esos pensamientos tan contradictorios que les asaltan tras el diagnóstico.

Cuenta Mari Ángeles que su percepción de las cosas no es la misma ahora que hace siete años cuando le diagnosticaron el cáncer:

"Antes veía mi futuro inmediato con esperanza y fuerza y me repetía 'Voy a salir de esta. Va a pasar y me voy a recuperar y no me va a volver a suceder'. Sin embargo, ahora vivo con más miedo a que se repita, porque conoces a otras mujeres que lo han vivido".

Explica, para que se entienda mejor el vaivén emocional que bulle por su cabeza, que la semana próxima tiene la revisión con la oncóloga, que desde hace un año ha pasado a ser anual, y tiene una sensación de vértigo increíble:

"Por un lado estás feliz de que con el paso del tiempo te hagan menos pruebas, vayas menos al médico, pero por otro lado piensas que se puede escapar algo precisamente porque estás menos controlada. Sé que mis pensamientos son contradictorios, que no tienen sentido, pero es lo que siento".

"El apoyo de mi familia y amigas ha sido fundamental"

A Mari Ángeles le detectaron el cáncer de manera casual, porque llevaba un DIU hormonal y su ginecóloga pidió que la hicieran una mamografía, aunque por edad aún no le correspondía.

Tenía 42 años cuando fue sola a hacérsela y la radióloga le confirmó, tras repetir las pruebas varias veces, que tenían que pincharla el pecho para analizar una muestra porque habían encontrado 'algo extraño', "aunque seguramente no sería nada".

Por casualidades de la vida fue Jose, su marido, quien respondió a la llamada telefónica que confirmaba que los resultados habían dado positivo y que tenía que acudir a consulta. "No tuve que contar nada a mi marido, porque fue él quien recibió la noticia y procuró tranquilizarme desde el primer momento. Acudí con él y con mi madre al médico, pensando que no iba a ser nada".

Así que cuando les dijeron que las células habían dado positivo "comencé a llorar de manera gigantesca, sin parar, diciéndome a mi misma que tenía que permitirme cinco minutos de llanto porque a partir de ese momento ya no podía seguir llorando".

Esta valiente mujer tenía claro que no podía permitirse flaquear, porque tenía que pensar en sus dos hijas, aún muy pequeñas. Su corta edad también le ayudó a no verse obligada a darles demasiadas explicaciones: tan solo que estaba enferma y que iban a tener que operarle.

Inés tenía ocho años y Victoria tres cuando terminó el curso y se fueron con sus tíos y sus abuelos a pasar las vacaciones de verano.

Mientras sus padres se quedaban en Madrid, enfrentándose a operaciones y duros tratamientos. Confiesa Mari Ángeles que para ella fue un alivio que los momentos más duros no coincidieran con las clases escolares, porque uno de los pensamientos que más le agobiaban al pensar en la operación era quién se iba a ocupar de que su familia siguiera funcionando.

"Te consideras indispensable y sufres al pensar quién se va a ocupar de las comidas, la casa, de llevar y recoger a las niñas del cole, de cuidarlas mientras estás en el hospital. Cuando no hay alternativa, descubres que te equivocas".

Por suerte, todo salió bien, aunque las 12 horas de operación, las infecciones, la quimio y los antibióticos por vía intravenosa durante una hora fueron un suplicio, pero "los ganglios no estaban afectados, no había metástasis... y notas que la fuerza te acompaña, que sí vas a salir de esto y vas a poder ver crecer a tus hijas".

Añade que es entonces "cuando comienzas a agobiarte por lo que va a ocurrir a continuación y te asaltan las dudas". Así lo cuenta esta mamá que ahora sí sabe que el camino es muy largo y "nadie te puede adelantar cuál será el paso siguiente: si necesitarás quimio, radio, si te ve a caer el pelo...".

"Es necesario normalizar el día a día"

Cancer

Recuerda Mari Ángeles que era septiembre cuando tuvo su última sesión de quimio, poco después de que las niñas regresaran a Madrid. Durante ese mes y el siguiente se quedaron con los abuelos maternos, hasta que recuperara fuerzas, pero en noviembre ya estaban de nuevo instalados en su casa, procurando volver a la normalidad.

"Todos los días iba a buscar a mis hijas al colegio, las traía a casa a comer y las llevaba de nuevo, procurando normalizar nuestro día a día. Y cuando no tenía fuerzas para moverme, mis amigas se encargaban de hacerlo y a las niñas les parecía normal".

Porque no todo fue un camino de color rosa: sufrió muchas hemorragias que le daban taquicardias y siempre estaba el miedo presente. Con ese ganglio que se inflama y la ansiedad de esperar los resultados del análisis, "porque a esas alturas ya conoces a otras mujeres que no han tenido tanta suerte".

Por suerte, sus hijas aseguran que no eran muy conscientes de a gravedad de la situación porque sus padres y el resto de su familia se esforzaban porque su vida continuara tranquila, sin grandes sobresaltos.

Si algo recuerda ahora Mari Ángeles como cambio significativo, es su humor a causa del tratamiento hormonal que tuvo que seguir durante cinco años:

"Te quitan los estrógenos y sufres como una menopausia acelerada, que provoca que saltes a la mínima, que llores sin motivo, que grites. Y quien más lo sufren son tus hijos. Por suerte, ya se ha pasado y ellas me recuerdan que estoy mejor, que vuelvo ser yo antes de la enfermedad".

Sabe que es así: su relación con su marido, sus hijas, su familia y amigos es ahora incluso mejor que antes de aparecer la enfermedad. Y se siente muy afortunada por contar a su lado con gente que la quiere y ayuda tanto.

Esa fuerza le ha servido también para minimizar otros aspectos que a su juicio son menos importantes:

"Tras muchas complicaciones y dos operaciones, la reconstrucción de mi pecho ha quedado mal. Soy realista y lo veo en el espejo cada vez que me miro. Pero por suerte no se aprecia cuando voy vestida y en casa todos lo vemos como normal. No me escondo ante mis hijas y sé que está feo, pero no me supone un trauma ni un problema. Después de todo, he tenido suerte".

"Vivir el día a día"

Se siente una afortunada porque conoce a muchas mujeres que no han tenido tanta suerte como ella de salir adelante, aunque gracias testimonios como el suyo (eso lo añado yo) somos más conscientes de la necesidad de realizar revisiones periódicas porque, aunque el cáncer de mama es grave, puede curarse si se detecta a tiempo.

Según datos de la AECC el pronóstico de supervivencia a los cinco años del diagnóstico es superior al 80 por ciento.

Por eso, Mari Ángeles insiste en la importancia de mirarla a la cara con fuerza y optimismo, sin dramatizar: "Pide la ayuda que necesites y procura llevar una vida lo más normal posible, sin estar acostada todo el día, excepto si el tratamiento te obliga".

No es que le optimismo cure, pero sí ayuda a seguir adelante: "por tener mejor ánimo no te vas a curar antes pero sí logrará que te encuentres mejor".

Cuenta, como ejemplo, que se sacó un Master en los peores momentos de este camino que "es muy largo e impredecible", por lo que lo mejor que podemos hacer es "dar cada paso sin pensar en el siguiente (aunque no siempre sea fácil) e intentar no dramatizar por el bien de nuestros hijos, porque ninguna madre quiere verlos sufrir".

"Pienso que hay que hablar los niños del tema, responder a sus dudas, llorar, ser sincera, pero siempre en casa, porque no todo el mundo es capaz de entender lo que se está pasando en familia".

De cualquier forma, Mari Ángeles no consigue dejar de emocionarse al asegurar que no se puede generalizar: "hay cáncer y cánceres, según el pronóstico y por desgracia no siempre tiene un final feliz como el mío".

Pero, en todos casos, "apuesto por no dejar de salir, aunque sea con un pañuelo en la cabeza o una peluca, o hinchada por el tratamiento. Estás aquí, caminando".

Fotos | Cedida por Mari Ángeles Godoy - iStock

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