Y de pronto, hay un preadolescente en tu casa
Pues sí, un día cualquiera, como reza la canción de cierto cantautor, puede ser que sea martes, qué más da, podría ser que fuera miércoles...el caso es que te viene de golpe. Tu pequeño o tu niña del alma dejaron de ser un bebé maravilloso, para convertirse en lo que a todas luces se convertirá en el próximo pre-adolescente de la casa.
Sí, parece que los seis llegaron y con ellos la rebeldía (de nuevo). Quizás fueses de los afortunados que vivían tranquilos desde los terribles dos o quizás de los habituales que como la mayoría hemos sufrido los terribles dos, tres, cuatro y por supuesto, cinco. Pues tiene toda la pinta de que acabas de entrar (bueno, tu hijo o hija, lo ha hecho), tú vas a estar en el lado de los malos, en lo que se podría llamar proto-adolescencia. (Me lo he inventado, pero se ajusta bastante)
¿Y mi bebé, dónde está?
Bueno, tu bebé hace ya años que desapareció para dejar paso a un niño precioso, que tenía sus rabietas y que iba poco a poco descubriendo el mundo de tu mano.
Pero ahora ese bebé grande, vamos a llamarlo así, ha vuelto a transformarse en una personita que sigue descubriendo el mundo a cada paso que da, solo que cada uno de esos pasos ya no eres tú quien los decide. Ahora es él quien se está buscando un hueco en casa, en el colegio, en la familia... Ya no es una parte de vosotros, por decirlo de alguna manera, ahora es uno más en la familia y busca su espacio, lo que es un primer pase de lo que vendrá años más tarde con la adolescencia.
Buscando un hueco
Decía antes que nuestros niños ya no son los bebés que pululaban por toda la casa, yendo de un sitio a otro, queriendo todo como suyo y pidiendo atención de todo el que se cruzaba con ellos. Ahora, siguen de acá para allá, pero con una salvedad, ahora buscan su hueco, su pequeño mundo donde sean ellos mismos, donde sean únicos. Y no es que antes no lo fueran para nosotros, sino que ahora son ellos los que se dan cuenta.
Por eso es en estos momentos cuando su autonomía cobra un valor muy importante, porque será a través de ella donde encontraran el significado de la pertenencia a una familia, a SU familia.
Otro ejemplo que, al menos a mi me parece claro en estas edades, es cuando los hermanos mayores imitan a los padres dando, o repartiendo trabajo a los más pequeños. Y es que el beneficio ahí es mutuo, el mayor se beneficia afianzando su hueco y emulando los roles de sus padres y el pequeño empieza su andadura para convertirse en alguien más autónomo (no olvidemos que nuestros hijos suelen ir mucho más lejos de lo que normalmente nosotros solemos ir).
Tener autonomía significa que los demás confíen en ti
No es solo que nuestros hijos aprendan a colocar un lavavajillas, a pasar la escoba, a salir al patio a jugar sin que estemos encima vigilando cada paso que den. Autonomía implica responsabilidad que se corresponde con nuestra confianza en ellos, algo en lo que muchas veces vamos por detrás de nuestros hijos.
Frases del tipo: "deja que ya lo hago yo, que tú no sabes", "espera que eres pequeño", "ves como no podías hacerlo", dicen mucho más de lo que creemos. Con frases así les decimos que fracasar es malo, que no dan la talla a nuestros ojos y no creo que haya cosa más dura a esa edad que a ojos de tus padres sientas que no confían en ti.
Todos cometemos errores, todos nos hemos equivocado alguna vez en nuestro proceso de aprendizaje, es a base de errores como la humanidad ha avanzado. No voy a decir que les dejemos hacer lo primero que se les venga a la cabeza, somos los adultos y es nuestro deber analizar qué es lo que podrán abarcar y lo que no, pero teniendo siempre en cuenta que muchas veces nuestros hijos van a ser capaces de sorprendernos y que por regla general, les vemos menos capaces de lo que son y sobre todo, de lo que ellos se sienten.
Los enfrentamientos con la autoridad
Una de las cosas que más me llama la atención de esta etapa, sobre todo porque fue algo que pasó de la noche a la mañana, son los enfrentamientos ante las normas, que según él, son siempre injustas. Nunca fue un niño de rabietas ni de enfrentamientos directos, no es que obedeciera siempre pero no puedo decir que fuese especialmente desobediente y mucho menos respondón. Pero hemos pasado a un niño que se niega en rotundo a obedecer si no cuadra con sus planes. No es solo que se rebele contra lo que le piden, es que con ello está expresando, de una manera más o menos torpe, su deseo de ser único, de marcar su espacio.
No son adultos, ni siquiera llegan a adolescentes, pero lo que está claro es que ya no son los bebés que un día tanto achuchamos. Han crecido y reclaman su espacio propio, su hueco entre nosotros y ahí empieza otra de las difíciles tareas de los padres, la de reorganizar la familia, dar nuevos espacios y que nadie salga herido.
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