Mi hija mayor ha cumplido tres años y tres meses, y como la mayoría de los niños de esa edad, ha entrado en una etapa en la que la base de mi comunicación con ella es la negociación.
A los padres de niños que estén rondando esta edad les habrá sucedido que ven a sus hijos más maduros y asentados. Las rabietas ya no son tan frecuentes y al darles una indicación le recuerdan para la siguiente vez sin necesidad de estar repitiéndosela todo el tiempo.
Podrán ver que el niño se ha vuelto más colaborador, que internaliza las normas y que en general hace más caso (bueno, he dicho a veces). Pero claro, aquí entra en juego el gran arte de la negociación con los hijos.
Ojo que negociación no quiere decir soborno o chantaje al estilo de “si te portas bien te doy un caramelo”, no. La negociación consiste básicamente en establecer un acuerdo entre las dos partes donde no hay ganadores ni perdedores.
No se trata de imponer una postura autoritaria porque seamos los padres, sino de lograr una conciliación, aunque por supuesto, las pautas las ponemos los padres que somos los que tenemos la responsabilidad de educar.
Tampoco debemos olvidar que estamos hablando de niños pequeños, por lo que no debemos ser siempre implacables, algunas veces no es malo que cedamos, no significa por eso que nuestro hijo nos haya ganado o pasado por encima.
A la hora de lograr esa conciliación hay ciertas recomendaciones que debemos tener en cuenta para que las “relaciones bilaterales” sean satisfactorias.
● El tono importa: no hace falta gritar, la comunicación tiene que darse en un tono calmado y ameno como el de cualquier conversación.
● Darles opciones: en lugar de imponerles una tarea como “ordena tus juguetes” a lo que seguramente nos responderán de mal modo, reemplázalo por ofrecerle al niño dos opciones entre las que escoger como “¿qué prefieres, ordenar los juguetes o recoger los rotuladores?”
● Deja que te de opciones: las negociaciones son de dos partes, así que deja también que tu hijo te proponga otras opciones.
● Cómo formular las preguntas: una cosa es imponer y la otra consultar. No es lo mismo decir “a bañarse” que “luego de acabar esto nos vamos a bañar, ¿vale?”. Es más acertado hacerlo en forma de pregunta acabando con un “¿vale?” o un “¿de acuerdo?” para que tu hijo se sienta más partícipe.
● Adelantarnos a los hechos: por ejemplo, una buena forma es advertirle “recuerda que después de leer el cuento hay que dormir” cuando sabemos que la parte del cuento les encanta pero la de dormir no tanto. Remarcar la parte positiva de una situación para que también acepte la negativa, o la que le agrada menos.
● Buscar un punto de encuentro: una típica situación: el niño está jugando en el parque y le decimos “nos vamos”, él querrá quedarse veinte minutos más y tú sólo cinco; pacta en 10 minutos. A mí me funciona enseñarle el reloj e indicarle que cuando la aguja grande del reloj marque los 10 minutos tendremos que marcharnos.
● Darle explicaciones: “porque no” o “porque yo lo digo” no es una respuesta conciliadora. Recordemos que ya empiezan a tener más noción de las cosas, así que explicándoles nuestras razones y puntos de vista conseguiremos que nos entiendan mejor. No es cuestión de darles discursos, debemos ser concisos y directos para que un niño de tres o cuatro años nos entienda.
● Ponernos en su lugar: muchas veces la clave consiste en mirar la situación desde el punto de vista de un niño de 3 años, a quien es muy entendible que no le guste la lengua a la provenzal que le has servido.
● No tener el “No” fácil: hay muchas formas de decir que no, incluso sin necesidad decirlo. ¿Qué hacer cuando el niño quiere comer un caramelo apenas se levanta? En lugar de decir que “no” le respondemos que primero debe desayunar y que luego podrá comerlo.
● Ahora bien, cuando decimos que "No" es no: los niños necesitan límites, no lo digo en el sentido del autoritarismo, sino que el niño busca que los padres les demos una referencia de los que está bien y lo que está mal. Ser firme no quiere decir ser autoritario, se la llama autoridad positiva. Por eso, debemos pensarlo bien antes de decirles a algo que no. Si decimos que no pero después es si, el niño seguirá insistiendo, pero es diferente cuando sabe que el “No” no es negociable, así como es importante que sepa que no todas las situaciones son negociables.
Espero que les ayuden algunos de los consejos que empleo con mi niña para resolver situaciones del día a día, que por cierto… ¡qué mayores se nos hacen, ¿verdad?!
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