Una de las cuestiones que más preocupa a los padres es el de la alimentación infantil. Siempre nos parece que come mucho, que no come lo suficiente, que no le damos lo más adecuado… Éstos son algunos errores frecuentes en la alimentación infantil que recordamos, para procurar que nuestros hijos coman saludablemente.
Introducir la leche de vaca antes de los 12 meses
No se debe introducir la leche de vaca antes de los 12 meses del bebé. La OMS recomienda la leche materna para los niños como mínimo hasta los dos años.
La leche de vaca no es adecuada para edades tan tempranas por diversas razones, y es a partir de los 12 meses cuando ya se puede tomar, sustituyendo en el caso de los bebés no amamantados a la leche artificial.
Tomar más de tres productos o raciones de lácteos al día
En muchos países occidentales la leche se considera un alimento fundamental e imprescindible durante la infancia porque se considera que es casi la única fuente de calcio y no es raro encontrar niños o niñas toman cantidades excesivas de leche o sus derivados (yogures, natillas, petit suisse, quesitos…). Esto puede dar lugar a desviaciones de la dieta infantil y a otros problemas, por ejemplo:
- Si toman mucha leche o lactoderivados, es probable que no tengan apetito para tomar otros alimentos y la dieta sea monótona y pobre en algunos nutrientes.
- La leche es rica en calcio pero contiene muy poco hierro. Ambos minerales son necesarios. Y hay que tener en cuenta que el hierro no se absorbe bien en presencia de calcio.
- La leche de vaca y sus derivados aportan grasas animales, ricas en acidos grasos saturados.
- Abusar de los lácteos puede dar lugar a estreñimiento y dolor abdominal.
- Algunas personas no digieren la leche. A partir de los 2-5 años van perdiendo la capacidad de digerirla. Esto ocurre con más frecuencia en algunas razas (asiáticos, negros, americanos) que en otras (caucásicos). En esos casos, tomar leche se acompaña de dolor abdominal, gases, heces ácidas e irritación del ano. A quienes les ocurre, pueden tener náuseas al tomar leche o la rechazan sin más explicaciones. Por lo general sí toleran los lácteos fermentados (queso, yogur o kéfir).
Dar siempre postre lácteo
Relacionado con el punto anterior, tenemos el hecho de que muchas familias ofrecen, siempre, lácteos de postre a sus hijos e hijas. En la mayoría de los casos lo hacen porque creen que así la alimentación es más completa. También por comodidad, puesto que los menores suelen preferir los yogures, flanes y natillas a la fruta, los toman más rápido y no hay que ayudarles ni enseñarles a pelar la fruta.
Sin embargo, como acabamos de ver, la mayoría de los niños y niñas toman muchos lácteos a lo largo del día y muy poca fruta. La fruta contiene muchas vitaminas. Concretamente la vitamina C contribuye a que se asimile el hierro de otros alimentos que se hayan tomado en el almuerzo, por lo que un poco de fruta o medio vasito de zumo natural recién exprimido complementan mejor la comida de mediodía.
Es conveniente que se acostumbren desde el primer año a tomar la fruta en trocitos y dar ejemplo teniendo siempre al alcance de la mano frutas variadas de la temporada.
La fruta es un buen tentempié en todas las edades. Presentarla en la mesa ya pelada y troceada facilita que la coman los más pequeños. El postre lácteo se puede tomar una vez al día (mejor si es casero), o podemos empezar a combinarlo con trozos de fruta.
Tomar zumos envasados
Los zumos comerciales se han puesto de moda. Algunas personas consideran que se trata de un alimento adecuado para todas las edades, y que sustituyen perfectamente a la fruta natural, lo cual no es correcto. Pero los zumos no sustituyen a la fruta.
La fruta contiene azúcares naturales, y además fibra, minerales y vitaminas. En el zumo sólo quedan los azúcares. La fibra desaparece y parte de las vitaminas también. En algunos casos se les añaden después de forma artificial.
En realidad contienen solo entre un 5 y un 8% de fruta. El resto es agua. En proporción, aportan cantidades muy altas de energía, procedente de los hidratos de carbono (azúcares) y sin embargo, carecen de otros nutrientes esenciales.
Su consumo excesivo (más de 120 ml. al día) parece estar relacionado con algunos problemas de salud tales como:
- Dolor abdominal, meteorismo y diarrea crónica debido a la alta concentración de sorbitol (un azúcar natural de las frutas).
- Caries dentales, por acción de los azúcares en contacto con los dientes.
- Inapetencia, porque facilitan la sensación de saciedad y puede conducir a desequilibrios nutricionales (no tomar otros alimentos más importantes desde el punto de vista de la nutrición) e incluso a desnutrición.
- Obesidad, porque aportan calorías extra.
- Con los refrescos azucarados ocurre algo similar. Una lata de 300 ml de refresco equivale a casi 12 cucharaditas de azúcar.
Conviene saber que las bebidas dulces no alivian la sed, sino que incitan a beber más. Es decir que no sacian. Para calmar la sed, el agua es la mejor bebida. Además, los zumos impiden que mastiquen y saboreen distintas variedades. De modo que es preferible que no formen parte de la dieta infantil más que de forma ocasional.
Meriendas o almuerzos blandos a base de pan de molde y bollería
Los alimentos de consistencia algo dura, que hacen trabajar a dientes y mandíbulas, favorecen el desarrollo de los músculos de la cara y de la masticación, al mismo tiempo fortalecen los dientes y encías.
Por el contrario, los alimentos demasiado blandos, no solo evitan ese pequeño pero beneficioso esfuerzo, sino que, a menudo, al estar compuestos de azúcares, se adhieren a los dientes y contribuyen a la aparición de caries. Además los productos de bollería y los panes de molde suelen tener grasa añadida, que no tiene el pan del día.
Es más aconsejable que niños y niñas almuercen y merienden alimentos de más consistencia: bocadillos de pan normal y fruta en trozos.
Preguntar a los pequeños qué quieren tomar
Ahora que mi hija mayor conoce las delicias del chocolate y las magdalenas, probablemente los tomaría en todas las comidas. La responsabilidad de elegir el menú, comprar los alimentos y diseñar una dieta completa no corresponde a los niños, sino a las personas que les cuidan.
Los menores suelen elegir alimentos demasiado dulces o demasiado salados, si se les ofrecen. Esto puede suceder mucho más a menudo en familias que no tengan demasiadas nociones de nutrición.
Madres y padres deberíamos tener los conocimientos necesarios para hacer una alimentación variada y equilibrada. Y, por supuesto, estas bases deberían tenerse en cuenta en la elaboración de los menús escolares.
Es adecuado ofrecer a los niños y niñas la posibilidad de elegir entre dos o más alimentos que las personas adultas tengan ya previstos, pero dentro de opciones saludables. Y es que hasta los alimentos a priori menos atractivos pueden ofrecerse y/o cocinarse de un modo sugerente.
Una vez establecidos unos hábitos de alimentación saludables, las posibilidades de elección aumentan, y también pueden existir “excepciones” (un cumpleaños, una comida en un restaurante…) en los que, por ejemplo, un postre de chocolate o una hamburguesa son bienvenidos.
En definitiva, éstos son algunos de los errores más frecuentes en la alimentación infantil, que esperamos haber aclarado y nos ayuden a elaborar menús más saludables para nuestros hijos.
Vía | SANCYD
Foto | jk+too y artfulblogger en Flickr
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