Las carnes en la alimentación infantil: la ternera y el cerdo

Las carnes en la alimentación infantil: la ternera y el cerdo
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Para acabar con el capítulo dedicado a las carnes en la alimentación infantil, nos centramos en dos tipos de carne muy consumidas: la ternera y el cerdo.

Después de introducir las carnes blancas, el pollo, el pavo y el conejo a los seis meses de edad y más tarde, alrededor de los siete meses, la carne de cordero y de cabrito, si es que habitualmente la consumís en casa, el siguiente paso es la introducción de la carne de ternera y de cerdo.

Según la Asociación Española de Pediatría se introduce a partir de los ocho meses, aunque hay criterios muy variados. Algunos pediatras las aconsejan a partir de los 10 meses e incluso a partir del año.

Por ser carnes con mayor contenido en grasa difícil de retirar (a diferencia del cordero y del cabrito que se concentra debajo de la piel y se retira fácilmente), se espera unos meses hasta que el estómago del bebé esté mejor preparado para digerirlas.

La carne de ternera

ternera

La carne de ternera es el producto del animal de menos de un año de edad únicamente alimentado de leche materna. Su color es más claro y su sabor más suave.

La de ternera es una carne más digerible que la de vacuno mayor pues contiene menor cantidad de grasa. La de un animal más grande tiene grasa intramuscular con mayor contenido en ácidos grasos saturados. Es por ello que para ofrecer a los bebés es preferible la carne de ternera, más magra y digerible.

En cuanto al valor nutritivo, aporta proteínas de alta calidad, vitaminas, principalmente vitamina B2 y minerales, principalmente hierro de fácil absorción.

Cómo preparar la ternera

Es importante definir cuál es la parte más adecuada para ofrecer al bebé, ya que la proporción de grasa varía dependiendo de la pieza del animal. Por ejemplo, las chuletas son más grasas que el solomillo.

Para el bebé, lo más adecuado será elegir partes menos grasas como el solomillo o los filetes de lomo habiéndole quitado primero la parte de grasa visible.

La forma de prepararla también es importante ya que al cocinarla se pierden buena parte de los nutrientes hidrosolubles que contiene.

La temperatura que debe alcanzar la carne al cocinarse es de 70 grados, ya que las bacterias mueren a esta temperatura, el colágeno se disuelve y la carne queda más tierna.

Al ser cocinada a la parrilla, a la plancha o al horno hay que controlar que no se tueste demasiado pues a altas temperaturas se producen reacciones químicas de elevada toxicidad.

La carne de cerdo

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La carne de cerdo, al igual que la de vacuno, tiene un elevado contenido en grasas, pero grasas “buenas”. Contiene ácidos grasos saturados, pero su proporción de ácidos grasos monoinsaturados (grasa buena) es superior al resto de las carnes.

En cuanto a las propiedades nutricionales, la carne de cerdo aporta proteínas, en mayor cantidad en una pieza magra, y una proporción moderada de colesterol.

Entre los minerales destaca el hierro fácilmente asimilable por el organismo y entre las vitaminas la tiamina o vitamina B1, de la cual contiene entre 8 y 10 veces más que el resto de las carnes.

La tiamina interviene en la formación de los alimentos en energía, es indispensable en el funcionamiento del sistema nervioso, contribuye en el crecimiento y en el mantenimiento de la piel.

Cómo preparar la carne de cerdo

Como sucede en el caso de la ternera, hay grandes variaciones de grasa dependiendo de la parte del cerdo que se consuma.

Las más adecuadas para ofrecer al bebé son las partes magras del cerdo como el solomillo, la cinta de lomo, sino la paletilla o el jamón. Otras partes como las chuletas o la panceta tienen proporciones demasiado elevadas de grasas. Se recomienda elegir piezas de la parte trasera el cerdo por contener proteínas de mejor calidad.

Los embutidos y la charcutería tampoco son adecuados para los niños pequeños pues contienen conservantes y exceso de grasas y de sal.

En cuanto a la cocción es similar a la de la carne de ternera. Se puede hacer hervida, asada, a la plancha, a la parrilla, evitando los rebosados y empanados hasta que se compruebe que el bebé no es alérgico al huevo o al glúten.

La forma de preparación en ambos casos, tanto de la ternera como del cerdo, es triturar unos 20 gramos de carne dentro del puré de verduras.

También se le puede cortar en tiritas para que las chupen y las deshagan, siempre bajo supervisión de un adulto por riesgo de atragantamiento, pero recién cuando sea capaz de masticar se le pueden ofrecer las carnes cortadas en trozos.

Foto | tvol, Gudlyf, René Ehrhardt
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