Es muy habitual que a la hora de calzar a los pequeños se opte por aprovechar los zapatos que otros han llevado, especialmente los hermanos mayores o familiares. Sin embargo, aunque económicamente puede venir muy bien, no es una práctica demasiado recomendable.
Los zapatos infantiles se adaptan a la forma de cada pie, especialmente si son zapatos con los que se camina. El caso de los zapatitos de bebé, flexibles y no moldeados por el peso, sería diferente. Pero si el niño o niña calza el zapato que antes otro ha llevado, el pie se ve obligado a adaptarse a la forma del pie anterior y al modo de caminar que no es el suyo.
Esto podría afectar al correcto desarrollo del pie, especialmente en los momentos en que se está aprendiendo a darlos primeros pasos.
No obstante, algunos especialistas consideran que los zapatos sí se pueden heredar cuando están en buen estado, si no están deformados y no tienen pliegues en el empeine, cuando los refuerzos en puntera y talón se encuentran intactos, y si el taco y la suela no están desgastados por el uso (hay que observar si la base continúa siendo antideslizante). Es decir, cuando están prácticamente nuevos.
Pensemos por tanto que los pies son siempre anatómicamente diferentes y cada niño tiene una forma distinta y particular de caminar. Unos zapatos usados pueden estar desgastados, deformados o viciados, y es probable que al caminar con ellos el nuevo niño le rocen o no le resulten cómodos. Por ello, aprovechar el calzado de otros niños no es una práctica recomendable.
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