La llegada del frío no implica, para nada, quedarse encerrados en casa. Los planes son otros y, pese a las bajas temperaturas, son igual de divertidos.
Los niños siguen necesitando salir a la calle (aunque el tiempo de juego sea más reducido). Lo único que tenemos que hacer los padres es protegerles de posibles catarros e infecciones en los aparatos respiratorio y auditivo.
Porque los oídos son uno de los órganos más sensible al frío, y sobre todo en la infancia. Te contamos cómo protegerlos, para que tus hijos disfruten del invierno, sin enfermar.
Para disfrutar plenamente del invierno y protegerse del frío sin sobresaltos, está claro que son esenciales las prendas de abrigo, pero también el cuidado de los oídos, "ya que las otitis e infecciones no son en absoluto exclusivas del verano y las piscinas".
Eso es lo que aseguran los expertos de Oticon, que nos dan estos consejos para proteger los oídos de nuestros hijos.
1. Usar gorro y orejeras
La principal infección durante el invierno es la otitis provocada por la mucosidad que se genera con los resfriados, sobre todo en bebés y niños.
Así que para prevenir y evitar que se resfríen, es importante usar prendas que protejan oídos y cabeza, la principal zona por la que se pierde el calor.
2. Mantener su nariz despejada
Otra medida para evitar una infección de oidos es limpiar sus pequeñas naricitas (con suero fisiológico, por ejemplo) para eliminar en la medida de lo posible la mucosidad que pueda haber en la nariz.
3. Evitar los cambios de temperatura
Los cambios bruscos de temperatura son poco recomendables en general, pero en invierno estos suelen ser habituales, ya que se pasa de espacios con calefacción, a la calle con mucha rapidez.
En este caso se recomienda prestar atención y abrigarse antes de salir de los lugares cerrados, para mantener el calor corporal el mayor tiempo posible.
4. Vigilar la calidad del aire
Muchas de las infecciones (incluida la del oído), están provocadas por los virus que se encuentran en el aire y, por tanto, también en nuestra casa.
Así que es importante ventilarla bien, sobre todo el salón y las habitaciones, donde más tiempo pasa la familia, con el fin de renovar ese aire.
Sí, hace frío y no queremos que nos escape el calor de casa, pero con solo abrir las ventanas unos minutos por la mañana, conseguiremos que haya menos gérmenes en el ambiente.
Aprovecha cuando los niños están en el cole o sales a pasear con el bebé.
5. Prevenir contagios
La nariz y la boca son las vías de entrada a sustancias dañinas que pueden afectar a los oídos durante el invierno.
Procura mantener limpias las manos de tu bebé y explica a los niños mayores la importancia de lavarse las manos, para que lo hagan aunque no estés pendiente.
Hay que proteger la boca al toser, si estamos constipados, para no contagiar ni a los menores ni al resto de las personas.
Cuida las defensas naturales de tus hijos, para que estén más fuertes y resistan mejor los catarros, empezando por la alimentación.
6. Mantenerlos lejos del ruido
Aunque salgamos a diario, no podemos negar que cuando hace frío elegimos lugares cerrados y pasamos más tiempo en casa. Además, aprovechamos para ir más a espectáculos o a centros comerciales, por supuesto, con los niños.
Los ruidos fuertes no son buenos para la audición de los niños, pero tampoco para los adultos. Por eso, hay que procurar que los locales donde vayamos no sean muy ruidosos.
Si nos resulta molesto el ambiente, vemos que nuestro bebé se muestra irritable, o nuestro hijo se echa las manos a los oídos, mejor cambiar de lugar.
¡No hay nada más irritante como los zumbidos que se producen en el oído tras una exposición prolongada a un ruido elevado!
7. Secar bien los oídos tras el baño
¿Sabías que la humedad puede provocar infecciones de oído? Para prevenir, procura secar sus oidos tras la ducha o el baño diarios.
Solo necesitas un dedo envuelto en el extremo de una toalla para secar suavemente el pabellón auditivo externo. Recuerda que los bastoncilllos están totalmente prohibidos.
Un truco para extraer el agua que haya podido quedar dentro, cuando el niño ya es mayor, es pedirle que ladee la cabeza y dé pequeños saltos. La presión ejercida por el salto hará que salga con más facilidad el agua que haya podido quedar dentro.
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