Una complicación de salud puede arruinar la mejor de las vacaciones. Si viajamos con un bebé, la salud será uno de los principales aspectos que debemos cuidar.
Los niños se adaptan, en general, mejor que los adultos a los cambios horarios y de clima. Pero su resistencia a las enfermedades es menor. Un estado de deshidratación aguda puede provocar graves transtornos en nuestro hijo en poco tiempo.
Prevenir, es la palabra.
Antes de salir
Hagamos una lista de las necesidades de cada miembro de la familia para prever que nada falte. Desde los medicamentos de toma habitual hasta los "por si acaso" que llevaremos en nuestro "botiquín de viaje" y nos dejarán más tranquilos.
En el botiquín de viaje no debe faltar un analgésico para la fiebre o molestias (en época de dentición, por ejemplo), la pomada para curar posibles enrojecimientos de la piel del culete de nuestro bebé, un termómetro, suero fisiológico y bastoncillos de oídos. Es aconsejable incluir desinfectante y material de cura. Las cremas solares y los repelentes de mosquitos son imprescindibles casi para cualquier destino.
Hagamos una consulta con nuestro pediatra, al cual pediremos su consejo profesional al comunicarle nuestro destino y tipo de viaje.
Consultemos las necesidades de vacunación de acuerdo a nuestro destino de viaje. Recordemos que aunque viajemos a países desarrollados, hay enfermedades contra las que debemos proteger a nuestra familia. El Ministerio de Sanidad tiene una página de consulta que recomienda las vacunas de acuerdo al lugar que vayamos a visitar.
Dejamos aquí un detalle de las vacunas para los pequeños viajeros.
Durante el viaje
Si bien lo primordial es una buena prevención, una vez que salimos de vacaciones debemos tener especial cuidado con las condiciones sanitarias.
Para poder disfrutar de nuestro tiempo de descanso en familia, deberemos tener cuidado con la dieta y con el clima. La principal fuente de problemas digestivos durante un viaje se debe a la ingesta de platos nuevos, tal vez pesados en comparación con nuestra cocina habitual o, en mal estado. El consumo de agua y derivados (hielo, cubitos, concentrados diluidos en agua, etc.) es también para tener bajo control.
Con respecto al clima, sabemos que durante el verano, las temperaturas y el sol pueden conspirar seriamente con la salud familiar. Para conseguir la mejor protección para nuestro hijo deberemos usar el fotoprotector más adecuado para los bebés y aplicarlo correctamente.
Y no olvidemos siempre protegerlos con un gorro y una gafas de calidad certificada. Además de velar por su salud, tendremos la ocasión de traernos unas simpáticas fotos de las vacaciones.
Al regreso a casa
Al volver a casa, ya con las pilas cargadas de nueva energía, debemos estar atentos a cualquier malestar o síntoma.
En algunas ocasiones, traemos algo más que recuerdos, fotos y algún kilito de más. Hay ciertas enfermedades que se manifiestan días o semanas después de contraerse.
Para ello, es importante observar atentamente la adaptación de nuestro bebé a la rutina hogareña nuevamente. La aparición de fiebre, erupciones o dolores, deben ser motivo de consulta inmediata con el centro de salud.
Tengamos en cuenta que amplias zonas del planeta (y España misma) sufre los efectos de la Gripe A H1N1 y que el dengue o la malaria o paludismo están presentes mucho más cerca de lo que pensamos.
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