Desde que me convertí en madre por primera vez tuve claro que quería darle al menos un hermano o hermana a mi hija, siempre que fuera posible. Al final fueron dos hermanas más, porque si hay algo que puedo afirmar con rotundidad desde mi experiencia, es que un hermano es el regalo más valioso que puedes darle a un hijo. Para mí, mi hermana lo ha sido.
Tener un hermano ayuda a protegerse mutuamente de sentimientos como la soledad, los miedos, la frustración... Es un hombro en el que llorar cuando las cosas no salen bien, y un amigo con el que reírse y disfrutar de esos pequeños grandes momentos de la vida.
Con un hermano o hermana, los niños aprenden muchísimas cosas, entre otras a convivir y a compartir no solo objetos, sino también el amor de los padres. Se refuerzan sentimientos como la generosidad, la amabilidad y la empatía y se aprende a distinguir que por encima de cualquier diferencia perdura siempre ese amor único e incondicional que solo un hermano puede dar.
Ver a tu hijos jugar juntos, abrazarse o ser cómplices de aventuras son de esos momentos para morirse de amor cuando tienes niños pequeños. Y a medida que crecen, también.
Un hermano o hermana es un compañero de vida cuya influencia puede llegar a ser en ocasiones superior a la influencia paterna. Salvo cuando la diferencia de edad es muy grande, los hermanos están en el mismo momento vital, lo que hace que sean aún más unidos.
Hay quienes eligen tener un solo hijo, y es perfectamente válido como cualquier elección. A veces, aunque se quiera, no es posible y el hermano no llega. En esos casos los amigos suelen asumir en cierto modo ese rol fraternal para el niño.
La infancia, una etapa clave para crear lazos
Los conflictos estarán ahí cada día como un reto constante. En nosotros, los padres está el saber lidiar con ellos de forma positiva y alimentar una buena relación entre hermanos para que se lleven bien desde niños, etapa en la que se crean profundos lazos de unión.
La ardua tarea comienza cuando el hijo único deja de serlo. Empieza por preparar al hermano mayor ante al llegada de un bebé a casa, involucrarlo en sus cuidados y enseñarle a protegerlo sin que sienta que ha sido dejado de lado.
Quienes tenemos dos o más hijos sabemos que jugarán mucho tiempo juntos compartiendo risas, pero que también inevitablemente habrá celos, peleas y conflictos. Es parte de la crianza y también tiene un componente positivo, ya que ayuda a los niños a gestionar mejor sus emociones, algo que forjará su personalidad.
Tampoco hay que preocuparse por darles una obsesiva equidad en cada momento, pues cada hijo tiene necesidades emocionales diferentes en cada etapa de desarrollo. La clave está en respetar las individualidades de cada uno de acuerdo a su edad y circunstancias.
También es cierto que a los padres nos entra cierto sentimiento de culpabilidad (ay, siempre la culpa) porque creemos que "traicionaremos" el amor del mayor con la llegada de un hermanito. Pero el amor nunca se divide, se multiplica y creo que un hermano es el regalo más valioso que puedes hacerle a un hijo.
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