Los castigos físicos constituyen una de las prácticas de crianza más controvertidas. A pesar de que todavía muchos padres (y escuelas) justifican los azotes como una forma de educar a los niños, la ciencia demuestra cada vez con más contundencia que no solo no funcionan sino que además son perjudiciales para los niños.
También lo serían para su vida futura en pareja. Según una reciente investigación publicada en la revista científica The Journal of Pediatrics, los niños que han recbido castigos físicos en la infancia serían más propensos a ser violentos más adelante con su pareja.
El estudio involucró a 758 adultos jóvenes de entre 19 y 20 años de edad, a quienes se les preguntó con qué frecuencia fueron castigados físicamente, ya fueran nalgadas, bofetadas o golpes con objetos.
El 68% dijo haber recibido algún tipo de castigo físico, mientras que el 19% dijo haber actuado violentamente con su pareja. Los niños que dijeron haber experimentado castigos eran más propensos a haber cometido recientemente violencia de pareja, independientemente de su sexo, edad, etnia y estado.
Jeff Temple, profesor de psiquiatría en el Centro Médico de la Universidad de Texas y autor principal del estudio, señala:
"Aunque no podemos afirmar que los azotes provoquen la violencia posterior, es lógico que si un niño aprende que el castigo físico es una manera de resolver los conflictos, podría llevar eso a los conflictos con las parejas románticas en el futuro".
"El sentido común y la investigación científica nos dicen que los niños aprenden de sus padres", explicó Temple. "Los padres son la primera observación del niño de las relaciones y la forma de manejar el conflicto. El castigo corporal comunica al niño que la violencia es un medio aceptable de cambiar la conducta".
La violencia genera violencia
Aunque los investigadores quieren advertir que hay otros factores que pueden llevar a una persona joven a ser violenta con su pareja, como la salud mental, el abuso de sustancias y las actitudes hacia las mujeres, también señalan que un historial de castigo físico en la infancia también influye.
Otras investigaciones han demostrado que pegar a los niños les vuelve agresivos, ya que asimilan la violencia como una forma de resolver conflictos que no son capaces de gestionar de otra manera. Si bien no todos los niños que recibieron azotes en su infancia perpetran luego violencia con sus parejas, es lógico pensar que haber recibido castigos de pequeños se proyecte luego con su parejas en su vida adulta. Una razón más para jamás pegarle a los niños.
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