Seguro que guardas infinidad de recuerdos preciosos de estos primeros meses de vida de tu bebé y probablemente muchos de ellos tienen que ver con una situación novedosa o con cambios en su rutina: el momento en el que se agarró con fuerza a tu pecho nada más nacer, la primera vez que sonrió de forma consciente, mirándote a la cara (el mío lo hizo con 2 meses y medio en el banco de un parque), cómo fruncía el ceño el primer día que empezaste con la fruta o el momento en el que te diste cuenta de cuánto había crecido al observarle sentado en su trona a la misma mesa que el resto de la familia.
Es curioso porque si reflexionamos sobre esos momentos especiales que hemos compartido con nuestros bebes y que recordamos con nitidez, muchos de ellos están relacionados con las comidas. La introducción de alimentos sólidos en su dieta exclusiva de leche, sus “pedorretas” con el puré de pescado o cómo le gustaban determinadas galletas.
Juntos hasta el infinito y más allá
Para mí uno de estos momentos inolvidables es el paso a la trona, porque me reforzó aún más la imagen de familia como unidad, todos juntos en la mesa. Aunque nuestros horarios de comida todavía no coincidían, al menos compartíamos el mismo espacio y suponía un gran paso también a nivel social, ya que facilitaba las reuniones familiares y los encuentros con los amigos y a mi hijo además parecía agradarle participar de esta nueva experiencia colectiva.
Mi primera trona fue un regalo de unas compañeras de trabajo, así que no tuve oportunidad de comparar y de elegir un modelo que encajara en mi hogar y en mi mesa. Sin ánimo de parecer desagradecida, era una trona gigantesca, de colores chillones y que me costaba muchísimo mover de un lugar a otro, así que opté por buscarla un lugar cerca de la mesa del comedor, aunque desentonara bastante. Al final cumplió su función y además, me proporcionó una idea clara de lo que hay que valorar a la hora de elegir una trona práctica y funcional.
Imprescindible: ha de ser ligera y fácilmente transportable. Y si dispones de poco espacio o simplemente buscas algo discreto, la mejor opción es una trona que se adapte a tus sillas y a tu mesa.
La Trona Compacta confort de Fisher-Price se fija de forma segura a la mayoría de las sillas y se regula en tres niveles de altura para adaptarse a diferentes modelos de mesa. Puedes usarla también cuando el niño crece cambiando su sistema de sujeción.
No sabría decirte qué decisiones de los padres influyen para que un niño sea buen comedor. Yo me siento afortunada porque pertenezco a ese grupo de madres con hijos que comen de todo y sin dificultad, pero cuando veo a mis amigas sufriendo porque sus hijos no quieren comer o rechazan la mayoría de los alimentos, puedo entender su preocupación e incluso compartirla. Por eso no me atrevo a afirmar que el hecho de comer en trona compartiendo mesa con su familia vaya a solucionar sus problemas y conseguir que sus hijos aprendan a comer, pero sí estoy segura que observar unos buenos hábitos alimenticios en tus progenitores constituye un referente clave en el futuro. Y que los niños tienden a imitar aquello que ven y tal vez sentándonos todos juntos en la mesa, consigamos algo más que disfrutar de una velada agradable, que no es poco.