Los papás se encuentan a veces perdidos cuando nace su hijo pero por suerte tienen una ayuda adicional que ha sido descubierta recientemente: ellos también segregan oxitocina, la hormona del amor, cuando cuidan y abrazan al bebé.
La doctora Ruth Feldman ha encabezado una investigación que así lo ha determinado, coordinando los trabajos de las universidades de Yale en Estados Unidos y Bar-Ilan, en Israel.
La oxitocina y la prolactina intervienen en el desencadenamiento del parto, en las contracciones del útero y en la producción de leche materna. Estas hormonas afectan al funcionamiento de la amígdala, el centro neurálgico de nuestras emociones más instintivas. Y cuando el papá toma en brazos a su pequeño, al producirse, le ayudan a enternecerse y a establecer lazos afectivos, a amarlo, en definitiva.
La oxitocina en el padre sería una ventaja evolutiva
A las mujeres estos cambios hormonales nos afectan profundamente tras el parto y son parte de nuestra naturaleza. Lo interesante es que no solo nosotras somos las afectadas, en menor medida, ese instinto de amor y deseo de protección se da también de manera natural en el hombre, y es, sin duda, un mecanismo que ha actuado favoreciendo la supervivencia de las crias humanas, que no solamente contarían con los cuidados de su madre sino también con la protección amorosa de su padre una vez producido el nacimiento.
El que el macho humano no sea distinga tanto de la hembra en la producción hormonal indicaría que somos una especie que naturalmente colabora en la crianza de los hijos y que, precisamente, el que el macho produzca oxitocina y prolactina no es una casualidad, es una adaptación que hace de nuestra especie especial, aunque entre los primates superiores también algunos son protectores con las crías.
Que el macho se identifique emocionalmente con el bebé, sea o no hijo biológico, sería un elemento que favorecería la supervivencia de la prole y seguramente los machos capaces de proteger a sus hijos tendrían más descendencia viva en aquellos tiempos primigenios que tan duros debieron ser.
Además, la oxitocina y la prolactina hacen que la agresividad disminuya, por lo que quizá, ¿quien sabe?, pudieron ser decisivas para el control de nuestros instintos más violentos.
Las emociones de la oxitocina
La oxitocina, en la mujer, se presenta en el orgasmo, en la lactancia y en el parto, siendo en el momento del nacimiento cuando tiene el mayor índice de toda su vida, siendo la desencadenante de esa sensación de enamoramiento hacia el bebé que las mujeres que no tienen la oportunidad de sentirlo en ese momento por intervenciones médicas pueden tardar en desarrollar.
A mi me costó, a mi hijo se lo llevaron tras el parto sin dejarme tocarlo y cuando lo vi tuve una sensación extraña, angustiosa, como si no lo reconociera instintivamente como hijo. Aunque cuando lo tomé en los brazos todo cambió y hasta me sentí mareada de la intensa emoción.
Conclusión
Las sociedades humanas han dado a lo largo de los milenios diferentes papeles al padre en la familia y en la crianza de los hijos. Yo siempre había tenido dudas sobre si el papel del padre podía no existir naturalmente en nuestra especie, que fuera algo cultural.
Pero todo parece indicarme que me equivocaba, que ellos también estan programados naturalmente para ocupar su puesto al lado del bebé, abrazándolo y cuidándolo. Por tanto, los comportamientos menos sensibles y cercanos son los culturalmente desarrollados en contra de la base instintiva de la especie humana.
Respecto a nosotras, saber que las hormonas del amor, la oxitocina y la prolactina tienen un papel biológico en nuestros sentimientos debería hacernos respetarlas y procurar que fluyan libres en nuestras venas, como ayuda a que podamos desarrollarnos emocionalmente sin interferencias. Los papás, que ahora sabemos que también segregan oxitocina lo hacen cuando cuidan personalmente y abrazan a su hijo.
Y es que si tomar en brazos a un bebé aumenta de manera natural nuestras emociones de ternura y amor, ¿que razón puede haber para no hacerlo?
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