Las embarazadas llevan lustros, casi diría décadas, privándose de unos deliciosos bocadillos de jamón porque el consumo de este tipo de embutido ha estado asociado hasta ahora al riesgo de padecer toxoplasmosis, una enfermedad infecciosa que puede ser grave si se transmite al feto.
Digo hasta ahora porque un estudio que se está llevando a cabo en Teica (Centro Tecnológico Andaluz del Sector Cárnico) de Cartagena (Huelva) ha arrojado ya los primeros resultados, que dicen que no existe evidencia científica que relacione el consumo de jamón curado, blando o ibérico con la transmisión del toxoplasma.
Este estudio se inició en el año 2009 y el objetivo del mismo es precisamente conocer cuál es la relación entre el consumo de jamón y la infección por Toxoplasma por parte de las mujeres gestantes.
Teica está trabajando conjuntamente con la Universidad de Granada y el Centro de Vigilancia Sanitaria Veterinaria (Visavet) de la Universidad Complutense de Madrid para poder ofrecer a las autoridades sanitarias evidencias que demuestren que un adecuado tiempo de curación, un correcto salado y unas temperaturas adecuadas en el proceso de elaboración de los jamones hacen inviable la presencia del parásito Toxoplasma gondii.
El estudio no está concluido, pero los resultados obtenidos hasta la fecha son tan optimistas que el gerente de Teica, Juan Carlos Racero, ya ha anunciado que, a priori, la relación entre el jamón y el toxoplasma no existe.
Mañana, aprovechando esta noticia, hablamos un poco más de la toxoplasmosis y de cómo prevenirla.
Vía | Ideal
Foto | Liquene en Flickr
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