Durante décadas las mujeres han dado a luz tumbadas, bocarriba, “patas arriba”, con el único objetivo de permitir a los profesionales tener una visión perfecta y una buena maniobrabilidad a la hora de atender el parto.
Esta posición está empezando a suplantarse por otras más respetuosas para la mujer, básicamente, porque le ofrecen más libertad de movimientos y más control de su propio parto.
Ante esta libertad, muchas mujeres llegan confusas al paritorio ya que, esperando que alguien les diga “venga, túmbate aquí”, reciben un “cómo quieres parir” que muchas no esperan por llegar dispuestas a ceder el control total del parto a los profesionales. Como los profesionales están empezando a luchar, precisamente, para ceder dicho control a los verdaderos protagonistas del parto, que son el bebé y la mamá, las madres deben informarse y prepararse para ello. Una mujer con información previa y con las cosas más o menos claras es mucho más capaz de decidir si, llegado el momento, se le pregunta su opinión sobre algún proceso del parto.
Por esta razón puede ser interesante explicar cuál es la posición más cómoda para parir.
La posición de litotomía
Ya hemos hablado en otras ocasiones de la posición de litotomía, que es el nombre que se le da a la posición tradicional (tumbada con las piernas elevadas). Esta posición tiene como misión mejorar la atención del profesional, controlar mejor el parto y prevenir posibles problemas. Sin embargo, con el paso del tiempo, se ha evidenciado que esta posición, cuyos objetivos son tan loables, acaba por provocar, precisamente, lo que se supone que debe prevenir, problemas.
El hecho de estar tumbada hace que el canal del parto coja forma de cilindro hacia arriba. Algo así como un tobogán tumbado. Si aún se tumbara a la mujer con las piernas colgando, el canal quedaría más plano, pero la posición sería incomodísima. Como el canal queda en esa posición, el bebé tiene que salir en contra de la fuerza de la gravedad (cuesta arriba, para ser más gráficos).
En esta posición, además, el peso del bebé cae sobre los vasos sanguíneos que aportan sangre y oxígeno al mismo bebé, oprimiéndolos. Del mismo modo, se dificulta la circulación de la madre, produciéndose disminución de la tensión arterial que puede hacer que muchas madres sientan mareos y náuseas (por eso las mujeres embarazadas no suelen tolerar dormir bocarriba). Si a esto añadimos que a muchas mujeres se les administra la epidural, que también suele bajar la tensión, el parto puede complicarse bastante.
La posición más adecuada
Sé que estáis esperando a que os diga cuál es la posición más adecuada para parir, pues bien, la respuesta es que la posición más adecuada para parir es aquella que una mujer adopta naturalmente porque es la que la hace sentir más cómoda o la que el cuerpo o su propio instinto le está pidiendo en ese momento.
Esta posición suele ser de pie en posición vertical, a cuatro patas o en cuclillas. De esta manera el canal del parto es más corto, los huesos de la pelvis pueden abrirse (estando tumbada no, porque la camilla hace de tope por detrás) y el bebé tiene la ayuda de la fuerza de la gravedad que, curiosamente, ejerce una fuerza similar a la que se permite realizar con unos fórceps.
En un parto respetado, en el que a la mujer se le permite estar en un ambiente con pocos estímulos (luces tenues, sin pitidos, sin gente entrando continuamente a preguntar cosas que pueden esperar – como el DNI a una mujer en proceso de dilatación) y se siente tranquila y confiada, lo más probable es que ella misma adopte la posición que mejor le haga sentir, que será, precisamente, la que hará que el bebé se encaje y nazca de la manera más fácil.
Si en cambio el parto transcurre en una sala fría, demasiado iluminada, con el ruido constante de pitidos y monitores, con voces de profesionales de la salud en actitud poco cálida (recuerdo, en nuestro segundo parto, a una matrona gritar: “¡Esta no sabe apretar, llamad al pediatra que le hacemos una cesárea pero ya!”), con gente entrando y saliendo o con aquellas acciones que molestan o descentran a la madre, la mujer no puede “dejarse llevar” y deja de “escuchar” a su cuerpo, obviando probablemente la necesidad de cambiar de postura y cediendo el manejo del parto a terceras personas.
¿Y los profesionales?
Al hablar de la posición de litotomía decíamos que es la que mejor plano de visión y de trabajo ofrece a los profesionales. Si ahora la mujer cambia de posturas para parir, ¿no se estará dificultando demasiado la labor de las personas encargadas de atender el parto?
Lo cierto es que, al adoptar la mujer la posición que más le conviene, se están previniendo posibles problemas y, por lo tanto, se está ahorrando trabajo a los profesionales. Ahora bien, a la hora de atender a la mujer, los profesionales deben adaptarse a ses necesidades (y no adaptar a la mujer a las necesidades del profesional).
Para ello muchos hospitales se están modernizando y muchos cuentan ya con taburetes obstétricos (un taburete con forma de luna, es decir, abierto, por si la mujer quiere sentarse para dar a luz en cuclillas), camas anchas con cojines (para aquellas mujeres que prefieran dar a luz en la cama, de lado, semiincorporadas, etc.), bañeras (para favorecer la dilatación aliviando el dolor con agua caliente y por si la mujer quiere parir dentro), elementos de balanceo, como balones, cuerdas que cuelgan del techo, etc. y, lo que es más importante, con profesionales comprometidos que se actualizan y se preparan para ceder el protagonismo del parto a la mujer.
Y en todo esto, ¿dónde queda la epidural?
La epidural es un recurso muy valorado, y con razón, ya que permite parir son dolor. El problema es que la epidural impide que la mujer pueda adoptar una postura cómoda y, por lo tanto, aumenta el riesgo de problemas en el parto y la duración del mismo (al eliminar la fuerza de la gravedad la cabeza del bebé deja de presionar). Esto hace que aumenten las probabilidades de acabar instrumentalizando el parto con el uso de oxitocina, de fórceps o de ventosas.
Un término medio, para aquellas mujeres que deseen la epidural, podría ser el uso de la llamada walking epidural. Se trata de una punción lumbar, igual que la epidural tradicional, pero con una menor dosis de anestésico y una mayor dosis de opiáceo. De esta manera la mujer puede caminar y moverse sin notar dolor en las contracciones, manteniendo una cierta sensibilidad de lo que sucede en el parto.
Fotos | Flickr – Paul Schultz, Eyeliam
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