De emperadores, tiranos y otros males

De emperadores, tiranos y otros males
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Ayer hablábamos sobre una noticia que circuló en varios medios de comunicación, el aumento de casos de síndrome del emperador o hijos que maltratan a sus padres, un mal que se une a otros en nuestro tiempo y que podrían tener unos puntos en común (no en todos los casos, por supuesto).

Escribiendo esas líneas me vino a la cabeza otro tema que traté hace un tiempo, el de “Mi hijo es hiperactivo”: cuando buscamos solución médica a nuestra incapacidad. Y es que no es de extrañar que en esta sociedad en la que el tiempo es un bien que escasea, en la que el esfuerzo no se valora y en la que el contacto familiar está devaluado, se produzcan estos fenómenos de los que hablamos.

Está claro que hay casos de niños hiperactivos (probablemente menos de los diagnosticados, aunque algunos paradójicamente no sean detectados) y casos de niños que maltratan a sus padres. Pero, ¿hay niños tiranos (este término me parece tan poco adecuado…), niños maleducados, niños controladores, niño imposibles…?

“No puedo más” es una frase que dicen muchos padres, tal vez demasiado tarde, cuando acuden a psicólogos, médicos o “Supernannys” (sin ánimo de equiparar) a la búsqueda de una solución desesperada al problema que en la mayoría de ocasiones sólo es fruto de nuestros propios errores como padres.

En la mayoría de casos, por fortuna, ese “No puedo más” es pasajero (quién no lo ha dicho alguna vez), y no hay problemas psicológicos que predispongan al niño a ser hiperactivo o violento con sus padres, incluso podemos estar hablando sencillamente de “cosas de niños”, no de enfermos o trastornados. A veces es tan simple como que los niños “malos” necesitan padres buenos, llaman la atención de sus padres por sus carencias.

Como vemos, el entorno favorece que los padres abandonen sus funciones familiares, con otras prioridades, cada vez más, relegando la educación de sus hijos a otros ámbitos distintos a los familiares (o simplemente, y lo que es más grave, relegando su función sin buscar “sustitutos”). Y es en ese contexto donde se produce la multiplicación de casos de síndrome del emperador y otros males.

Ni mucho menos digo que los casos de hiperactividad, síndrome del emperador y otros problemas de conducta sean meramente consecuencia del entorno familiar y social, pues ya hemos visto a menudo que existen factores psicológicos implicados en los casos “verdaderos” de estos trastornos.

Después de los datos que vimos ayer acerca del aumento de hijos que maltratan a sus padres, que sin duda son preocupantes, no hemos de olvidarnos de que, por desgracia, el número de padres maltratadores es mucho mayor, y lo que es peor, no existe una gran conciencia social de que el daño que se está haciendo a los niños sea importante o ni siquiera que sea daño.

Por ello debemos seguir luchando, especialmente en estas fechas en las que vamos a celebrar el Día Internacional de los Derechos del Niño, también para que no tengamos que seguir hablando de emperadores, tiranos y otros males más de lo debido.

Foto | wsilver
En Bebés y más | Hijos violentos, ¿Se pueden comparar los hijos con los pimientos de Padrón: que unos pican y otros no?, El síndrome del emperador o hijos que maltratan a sus padres

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Comentarios cerrados
    • Precisamente no hace mucho escuche una madre diciendo a su hija: - "te voy a dejar las orejas como pomientos, coloradas" Y no pasa nada... en fin, como dices son los padres los primeros que tienen que cambiar esta actidud ya que los niños aprenden de lo que ven, tengamosles un poco más de respeto y a la vez nosotros tambien seremos respetados

    • Muchas veces se tiende a olvidar que nuestros hijos aprenderán a solucionar los conflictos del mismo modo en que nos ven solucionarlos a nosotros. Existe una teoría muy extendida según la cual los adolescentes maltratadores son hijos de padres permisivos que no les han puesto límites, les han concedido todos los caprichos cuando directamente no dicen que les ha faltado "una torta a tiempo". Evidentemente no se puede generalizar, y probablemente este tipo de jóvenes los podremos encontrar en hogares muy distintos entre si, pero personalmente me inclino a pensar que solemos mezclar churras con merinas, confundir pasotismo con permisivismo. No es lo mismo explicarle a un niño por qué esperamos (o no) una determinada conducta de su parte que imponérsela sin más, recurriendo al azote, al castigo, a la amenaza para reforzar el mensaje. Lo primero se considera permisivismo y a lo segundo se le llama poner límites, sin embargo en el primer caso se le enseña que detrás de cada "no" hay una razón. Lo segundo solo enseña que triunfará el que grita más alto o pega más fuerte, aunque carezca de otros argumentos. Si educamos en el respeto, también enseñamos a respetar. Si un niño ve que se le respeta (eso no significa que nunca se le prohíba nada, por si es necesario aclararlo) aprenderá que todos tenemos derecho a nuestra dignidad. En cambio, si tratamos de enseñarle a respetar a los demás pero en el proceso le perdemos el respeto a él (porque hacemos con él cosas que jamás haríamos a un adulto, como pegar, castigar, humillar, menospreciar, ningunear o ridiculizar), difícilmente conseguiremos que el día de mañana empatice con los demás, cuando nadie ha empatizado nunca con él.

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