El ángel de la guarda de los niños en el parque

El ángel de la guarda de los niños en el parque
10 comentarios

Hace unos días os hablé del ángel de la guarda de mi hijo Aran, ese que nunca he visto pero llegó un buen día para quedarse y salvar a mi hijo de unas cuantas, y hoy he querido de acordarme de los ángeles de la guarda de los niños del parque.

Se trata de unos ángeles que tienen mucho trabajo, demasiado, básicamente porque muchos padres confían demasiado en ellos. Hacen bien su función, son eficientes y no piden nada a cambio, pero no son infalibles, así que muchos padres harían bien en no cederles todo el protagonismo de vigilancia, porque algún día podrían llevarse un buen susto.

Me di cuenta de que existían también en el parque el día que vi caer a un niño de unos seis años de una estructura de un parque que estaba a unos 3 metros de altura.

Mi hijo mayor, que entonces tenía 4 años, se empecinó también en subir y (tonto de mí) le dejé hacerlo. Sin embargo no le quité el ojo de encima y, cuando quiso bajar, hice las mil y una para evitar que corriera ningún riesgo.

Ese niño, en cambio, jugaba en las alturas bajo la atenta mirada de nadie. Unos minutos después de irnos a otro sitio el niño se cayó. “Ploff”, se oyó al caer en la arena del parque. Nadie se acercó a ayudarle. El niño se levantó quejoso, pálido del susto y quizás pálido del golpe, sujetándose un brazo que le dolía demasiado y caminando hacia un banco, donde su madre no lo vio caer (probablemente ni siquiera lo vio subir, ni jugar ahí).

Allí le explicó a su madre que se había caído y que se había hecho mucho daño. Yo pensé en todas las posibles lesiones externas e internas que un niño (o un adulto) puede hacerse al caer de una altura de tres metros y aluciné al ver que su madre se limitó a decirle un “Bueno, pues si te has hecho daño ahora te quedas aquí a mi lado”, mientras giraba de nuevo la cabeza para seguir con la conversación que mantenía con otras madres.

El niño se quedó a su lado (probablemente lo habría hecho incluso cuando su madre le hubiera dicho que se fuera a seguir jugando), mientras la sombra de un edificio altísimo iba comiéndose el sol a medida que pasaban los minutos. Ese edificio tan alto no es más que uno de los hospitales que tenemos en mi ciudad, que está en el centro, a dos minutos andando del parque en el que estábamos.

Ese día me di cuenta de que también existen ángeles de la guarda en los parques. Pero no fue sólo ese día, porque por desgracia he visto a niños que desaparecen, niños que lloran sin el amparo de sus padres, niños que hacen volteretas involuntarias en un tobogán, niños que pasean solos entre los columpios balanceantes como quien camina despistado por un campo de minas, y niños cuyos ángeles de la guarda han llegado un poco tarde, ya sangrando, alejándose con sus padres a grito de “Ya no volvemos más”.

He visto mucho y mira que he pisado poco los parques. Quizás lo he visto porque para ver hay que mirar. Quizás lo he visto porque mientras yo vigilaba a mis hijos, otros padres no vigilaban a los suyos. En cualquier caso, existan o no los ángeles de la guarda, cada día tienen más trabajo, y eso no es buena noticia.

Foto | Svenstorm
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    • interesante

      Yo me pongo mala en el parque. Igual es que yo soy una madre agobiante, pero si mi hija de dos años y medio está jugando en los toboganes o subida en las estructuras, yo estoy a su lado. Le dejo que haga lo que quiera, siempre que no sea peligroso, pero yo estoy junto a ella por si se cae o por si necesita ayuda. Vale que mi hija es bastante movida, pero veo a madres están sentadas mientras sus hijos de cuatro o cinco años saltan desde casi dos metros de altura. O las mismas madres mientras sus hijos empujan a otros niños, o mientras sus hijos empiezan a decir tacos delante de otros niños. No se me olvidará nunca, estaba un día en el parque con mi niña y había dos o tres críos mas, y viene un padre y le dije a su hija de unos tres o cuatro años que se quedase en el parque mientras el se metía en el bar a leer el periódico. La niña todo el rato detrás mía, me hablaba la pobre, y de repente dice que tiene pis. No me parecía bien, ponerla yo a que hiciese pis, así que le mandé a avisar a su padre. Empezó a llamar a la cristalera del bar, y el padre que estaba delante ni se enteró, así que la pobre se bajó los pantalones allí mismo e hizo pis. Al cabo del rato bajó la madre y aun encima le riñeron a la niña. Yo creo que no debo cuidar de los hijos de otros, lo mismo que no me gustaría que alguien subiese a mi hija a un columpio sin mi consentimiento, o que le diese agua o cualquier otra cosa, por ejemplo, que ya me ha pasado.

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    • Avatar de virginiag Respondiendo a virginiag

      Alucino con el padre del bar! ALUCINO!!!!

    • interesante

      Gran artículo, aunque nos deberías brindar uno un poco más "ácido", porque el tema tiene miga.

      Yo al ecosistema de parque no me acostumbro, y más de la mitad de los días, salgo de muy mal humor. El resto de los días la que sale así es mi señora.

      A mi me parece alarmante la cantidad de madres que van al parque (principalmente de arena) con tacones de palmo, falda de tubo y manicura perfecta. A mi mujer le parece alarmante que los hijos de todas esas madres hagan fila detrás de ella, buscando reconocimiento por cualquier cosa de niños, por el mero hecho de que se digna a dirigirles la palabra. Hay días que me deprimo por el ambiente dickensiano que se respira, de abandono infantil, de desatención estulta y de desconsideración hacia las ilusiones de los peques. A mí ya no me interesa una ristra de hormigas, pero si mi peque me arrastra de la mano para enseñármela, lo que no hago es aferrarme al banco al grito de "Me tienes harto con tus gilipolleces" (verídico, oiga).

      Yo no considero ser sobreprotector por vigilar. E intento separarme del juego para que tenga espacio libre. Pero estoy allí si veo algo que no me cuadra o simplemente pide mi presencia.

      Otro aspecto que me desconcierta es el de los niños a los que te ves en la tesitura de "encauzar su comportamiento". ¿Y por qué? Porque sus padres no están ahí para reprenderle lo más mínimo que vaya dando patadas a niños de dos años. Pero no sé de qué me extraño; el ángel de la guarda habitual de mi niña es un puño que interfiere la trayectoria de un balón que repetidamente un grupo de chiquillos con sus padres mastuerzos se dedican a chutar hacia la zona de juegos de los más enanos a pesar de las reiteradas peticiones de que monten la portería en otro lugar. Y ¿qué queréis que os diga?, hace tiempo que dejé de pelearme, más o menos en quinto de EGB, pero a veces ¡uno se queda con unas ganas! ....

      En fin, que el tema es para explayarse. Y yo creo que a estas alturas, no me acostumbraré nunca, aunque vaya porque a mi niña le gusta. Dentro de unos años, hablaremos de los botellones, si no en este, en otro lugar XD

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    • Avatar de operata Respondiendo a operata

      Claro que tiene miga, pero ayer decidí ser más digerible. El punto ácido creo que ya lo has puesto tú ;)

      Es lamentable el libre albedrío que tienen los niños en el parque, la verdad, sobretodo, porque un parque es un lugar artificial, un lugar en el que todo es de todos (esto no suele pasar en muchos sitios para adultos) y en el que muchos niños acaban por no seguir norma alguna (me cuelo si me da la gana, te pego para pasar por delante tuyo, te quito tus cosas,...).

    • Avatar de operata Respondiendo a operata

      +1

    • Buf, me has tocado la fibra sensible. Yo lo del parque lo llevo, no lo disfruto, algunos días mucho, otros bien poco. Me explico: Martín ha sido un niño bastante "pegón", ahora lo vamos superando pero ha sido una etapa difícil. Con sus dos añitos y ocho meses actuales, está más a gusto ya en sociedad, pero lo de compartir no lo lleva del todo bien. Siempre voy cargada de juguetes: cubos, palas, tractores, pelota, en fin, lo que estimo necesario para el ocio de mi pequeño. Es habitual llegar con los cubos y palas -por partida doble siempre, para que los pueda compartir tranquilamente- y sentir que te hayas en un episodio de The Walking Dead: llegamos al arenero, sacamos todos los juguetes, y de pronto niños-zombie empiezan a aparecer por todas partes con sus bracitos extendidos hacia los juguetes de mi niño. Y él unos días lo lleva mejor y otros peor. Y los papás siempre lo mismo: "Es que no he traído nada", "Nos hemos venido sin ningún juguete". Concretamente en uno de los parques son las mismas madres que se sientan en el mismo banco a charlar sin parar las que no bajan juguetes. Y yo a un metro, controlando a Martín que no se agobie porque TODOS sus juguetes estén en manos de otros niños y empiece a repartir tortas :-) Y encima tenga que reprenderle. ¿Dónde c... creen que van cuando salen de casa?

      Yo paso bastante del rollito parque típico. Me dan cierta grima estas "relaciones intercolumpiales", que al final es mucho marujeo. Si puedo quedar con alguna amiga genial y si no me lo tomo con filosofía. Me tengo prohibido a mi misma sacar el smartphone y empezar a teclear o a hablar por teléfono -lo del teléfono y algunas madres también es muy fuerte-.

      Luego están el "Club de los Abuelos Incisvos", esos que van con sus nietos y empiezan a cotillear con preguntas retorcidas y que no tienen ni mano izquierda ni educación. Normalmente son los que pegan en la mano y dicen "malo, malo, malo" y demás repertorio viejuno y autoritario. Me sacan de quicio.

      Por supuesto también he conocido a gente encantadora, a padres que se lo toman del mismo modo que yo, que tratan de estar al lado de sus hijos, sin agobiarles ni interrumpirles a no ser que sea necesario. Con los que cruzan palabras y charletas de esas que se cortan a mitad porque el niño te reclama, sin que pase nada en absoluto. Y por supuesto que controlan en qué columpios se suben y que están debajo por si se caen, algo bastante fácil. Y con los que cruzas sonrisas e intentos de interactuar entre tu hijo y el suyo, de manera simpática y espontánea. Otro rollo.

      También creo que a medida que crecen pueden estar más libres, tampoco vamos a rasgarnos las vestiduras, pero sin olvidar que estamos ahí por y para nuestros hijos, no para darnos a la charleta y el comadreo. Yo algunos días me lo paso muy bien solo viendo disfrutar a mi hijo, otros me aburro un poco, sí: me aburro, lo reconozco, pero me aguanto, ni saco el móvil, ni me olvido del niño.

      Los ateos como yo no creemos en ángeles de la guarda, será eso Armando :-)

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    • Avatar de ciberia Respondiendo a ciberia

      Pues será eso ciberia, que los ateos...

      Ya conozco tu caso, ya, de otras veces. En fin, paciencia.

    • Se me ha escapado un falta de ortografía: "hallas" y no "hayas". Sorry.

    • Hoy mi hija tenía al lado a su angelote de la guarda, con tres años estaba jugando con otras niñas mayores (vecinas y amigas) a no más de 5 metros de mí, cuando todas han empezado a chillar y mi hija a llorar... entoces han venido corriendo a mí y me han dicho que tenía una abeja dentro de los pantalones... ¡¡qué largos se me han hecho esos metros!!, y yo pensaba encontrarme la pierna de mi hija destrozada... pero el angel llegó antes que yo, o quizás ya estaba allí y se la saqué sin que le picara. Por más que lo pienso ¡¡yo la estaba mirando!! solo estaba de pie en la tierra... pero no vi la abeja, así que doy GRACIAS a ese angel.

    • Tampoco nosotros somos mucho de parques, aunque si que puedo contar una anécdota.

      En nuestra comunidad de vecinos hay un espacio con los típicos mini parques infantiles. Nunca bajamos, o cuando lo hacemos no hay nadie, porque debemos ser raritos con los horarios.

      El caso es que un día si lo hicimos, yo volvía del trabajo y me dijo mi señora que me esperarían allí, en hora punta. Cuando llegue me quedé asombrado pues estaba mi señora sentada en el suelo del parque, con el 70% de los niños sentados alrededor suya. Subí un momento a casa y al volver a bajar ya era el 100%.

      ¿Que truco de hipnosis hacía mi señora para atraer tal atención? Ninguno, contar pequeños cuentos, sacar cosas de la bolsa que llevamos con los "trastos" de nuestra peque (no usamos carrito) y explicar que eran. Esto es un mordedor, esto es una bolsita de pañales, esto es una cajita... se lo daba a los niños, que se lo ponían, lo usaban, se reían, etc. La bandolera causó sensación y todos querían probarla, cosa que llegó a hacer con algunos de los mas peques (meterlos en la bandolera para que vieran en que consistía).

      Los padres y madres del lugar, no hacían mucho caso de la situación, menos uno de ellos que estaba cerca y observaba. Al rato le hizo un comentario, como que quedaba contratada para el resto de los días. Tampoco es tan difícil dar un poco de atención, pensé yo.

      Llamativa también la reacción de nuestra hija, que en aquel momento tendría 13 meses, pero caminaba ya con mucha soltura (comenzó a los 9). Al principio estaba sentada con el resto, pero al rato, se levantó, sola, y se fue a explorar. Ni caso al grupo, a los cuentos ni a los trastos, aquello le aburría soberanamente. Luego ya me vio y jugamos a escondernos y sorprendernos, que nos encanta.

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