¿Ser padres para nuestros hijos o para las Redes Sociales?
Madres que cuentan sus casos y reciben cientos de críticas sobre su actuación, padres juzgados por sus decisiones, publicaciones con artículos del tipo "10 cosas que debes hacer para ser la mejor madre o el mejor padre"...
Uno se levanta un buen día y de un rápido vistazo a su cuenta de facebook, twitter o su agregador de noticias preferido, se da cuenta del número de publicaciones que hay entorno a la forma de actuar de las madres y en menor medida, pero simplemente porque han llegado los últimos y en menor número, de los padres. Hemos pasado de un "soy su padre y eso me da la razón" a ser vigilados con lupa a cada movimiento que hacemos.¿Está en peligro nuestra autoridad o se trata de un exceso de sensacionalismo, de un querer vender cada vez más lo nuestro?
Facebook, instagram y la dictadura de lo bello
Vale, lo reconozco, ver imágenes y fotos de bebés, niños, niños con perros, padres sonrientes, padres sonrientes con niños con perros sonrientes (los niños, no los perros... bueno, los perros también) me gusta...me gustan las cuatro o cinco primeras del día, pero ir pasando el dedo y ver una publicación tras otra que parece sacada del Querubin Herald, pues les voy a ser sinceros, me cansa. Más que cansancio, es que simplemente no me parece real. No me entiendan mal, no es que no agradezca ese tipo de estímulos, nada más lejos de la realidad, pero es que le veo un serio problema a ese tipo de TimeLine, una muy simple: la realidad no es así.
O al menos no lo es las 24 horas del día y el problema es que nos hemos acostumbrado tanto a ver continuamente este tipo de escenas que hemos idealizado la maternidad, la paternidad y la vida en familia. Y es que parece que si no vivimos en un anuncio hay algo en nuestras vidas que tenemos que cambiar. Está claro que a nadie le gusta enseñar aquellas partes "oscuras" de si mismo o de sus hijos, pero parece como si en estos días fuese casi una obligación ocultarlo.
Por otro lado, tenemos lo contrario: la necesidad casi enfermiza de mostrar hasta el más mínimo aspecto de nuestras vidas, sobre todo del lado bueno, o supuestamente bueno, de nuestras vidas. Como si en decirles a los demás que todo nos va bien, que sabemos hacer esto u lo otro, que nuestros hijos han conseguido este o aquel hito nos fuera la vida. Como si ese "HOLA, estoy aquí...Existo" fuese justamente eso, el gritar a todo el mundo que formamos parte de algo, de algo que cada vez está más detrás de una pantalla y menos delante del aliento de alguien. Nuestra llamada de atención para que alguien nos haga caso.
Parece que si no vivimos en un anuncio continuo tenemos que cambiar algo de nuestra vida
Como parte de esa interacción tras la pantalla, de ese semi-anonimato, llegan los juicios de valor sobre las acciones de los demás. Si damos teta o biberón, si colechamos o dejamos llorar, si les llevamos a música o les dejamos jugar. Nada se escapa al ojo de las redes y muchas veces toda esa crítica hacia los demás dice más de nosotros mismos que de los demás. Habla más de nuestra forma de educar a nuestros hijos que de si realmente nos importa o no lo que el vecino haga con los suyos.
La pérdida de la tribu
Hace no muchos años, cuando las comunidades eran más reales y menos virtuales, teníamos "algo" que podríamos llamar "tribu", que no era otra cosa que ese conjunto de madres, porque aquí el 99% eran madres, que se juntaban para compartir: vivencias, síntomas, risas, llantos y por supuesto, niños.
Dentro de esa tribu, los niños eran educados, cada uno en su singularidad, pero con una normas generales más o menos consensuadas. Siempre había alguno niño que era más respondón, alguna madre que hacía la vista gorda, pero en general, las pautas estaban ahí. No entro en que esas pautas fueran buenas o malas, para eso están los estudios y el simple paso del tiempo para que las cosas cambien y mejoren. Como decía mi abuela: antes había lo que había, se sabía lo que se sabía y aquí estamos como lo mejor que podemos estar.
La presión social
No conozco a ningún padre o madre que esté siempre seguro de todo lo que hace con respecto a sus hijos, no conozco a ninguna que no haya tenido dudas en algún momento, que no se haya preguntado si lo que está haciendo es lo mejor o incluso si es lo correcto. Educar a un hijo es navegar sobre un mar de dudas, en el que cada día debemos enfrentarnos a una situación diferente. Es cierto que de las bases que asentemos en el inicio tendremos ciertas directrices marcadas para el futuro, pero a mi modo de ver, nada garantiza los resultados al 100%. ¿Qué aburrido sería lo contrario, no?
En cierta medida, veo peligroso toda la presión que se ejerce sobre los padres. Es cierto que en muchas ocasiones no es algo mal intencionado y que muchas veces es más un problema de gestión de la ingente cantidad de información con la que ahora contamos y la dificultad de diferenciar el grano de la paja, que de un intento por controlar la forma en la que ejercemos la maternidad o la paternidad.
Así por ejemplo, que tu hijo no duerme, no come, no anda tenemos cientos de manuales (6000 años desde que se inventó la escritura y a nadie la había dado por escribir un libro sobre eso en todo este tiempo), cada uno con su método y cada método con lo único en común que son unos padres queriendo saber y un hijo.
Pero esa presión, sumada a la incertidumbre natural de un proyecto a futuro como es educar a un hijo, puede hacer que más que educar a tu hijo como deseas, lo hagas como los demás quieren.
Sin ir más lejos, hace unos días conocíamos el caso de unos padres que dejaron a su bebé durmiendo en la habitación del hotel y bajaron a cenar. La primera pregunta que nos deberíamos hacer es si nosotros haríamos lo mismo que ellos. En mi caso no sabría que contestar. Dependería de diversos factores que desconozco, ¿está cerca la habitación del restaurante? ¿Tengo probabilidad de dejara mi hijo con alguien mientras ceno? y algunos más. Pero es mi caso, mis circunstancias y mi familia, es cierto que analizado desde fuera lo veo bastante diferente al caso de unos padres que dejaron al bebé solo mientras se fueron de fiesta.
Son dos casos similares en la base, en los dos hay un bebé que se queda solo, aunque para mí, son muy diferentes. En el primero hay cierta "zona de seguridad", es cierto que en teoría hay más distancia entre la habitación de un hotel y el restaurante que entre la cuna del bebé y el salón de tu casa, pero yo me pongo en su lugar y estaría pendiente del más mínimo indicio de que mi hijo se va a despertar para salir pitando, algo que por el contrario es posible que no hiciera si estoy en casa, al encontrarme más relajado por ser una zona "conocida".
Por el contrario, el segundo caso no tiene "zona segura", ni vigilancia, ni padres pendientes. Es más, los vecinos avisaron a los abuelos ante el llanto del bebé (algo que puede indicar que probablemente no fuera la primera vez).
Otros casos donde se ve claramente la influencia de las redes sociales suelen ser con los papás y mamás famosas. Quizás sea justamente esa característica, la de ser famoso, lo que les hace más visibles a las redes sociales que cualquiera de nosotros. Así pues, si un famoso sale dando biberón a su hija, o teta, o habla de la forma en la que el o ella educan en casa, habrá un sin fin de seguidores que opinarán sobre lo correcto o no de ello. Quizás sea difícil separar al famoso de la persona real, de ese padre o madre que se encuentra ante muchas de nuestras dificultades a la hora de educar y criar a nuestros hijos, con el plus añadido que su vida pasa por ser un capítulo más de nuestra programación televisiva.
Así entonces, tenemos diferentes formas en las que la publicidad y el mundo que nos venden las redes sociales afecta, directa o indirectamente, a nuestra forma de educar y criar a nuestros hijos. Unas veces será para bien, para tener más información de qué podemos hacer y escoger entre diferentes opciones y otras veces se nos volverá en nuestra contra, pues al fin y al cabo nadie es al 100% la misma persona cara a cara que tras la pantalla de su tablet o de su ordenador, quizás sea eso, el ver al resto de padres como cuentas o perfiles en facebook o instagram, que evita que en muchos casos seamos capaces de ponernos en su lugar como haríamos ante alguien que nos este contando su caso a la puerta del colegio, o durante el descanso de nuestro trabajo.
En Bebés y Más | ¿Dejarías a tu bebé durmiendo solo en un cuarto de hotel mientras bajas a cenar?
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