En mi país natal decimos “después de un gusto, un susto” y es una frase que usan los niños para realizar un comportamiento inadecuado con el conocimiento de que después recibirán un castigo de sus padres.
Una frase que encierra el efecto de corta duración de un castigo. Entendemos por castigo el hecho de aplicar una sanción física o psicológica para penalizar una conducta inadecuada. Una costumbre muy extendida y negativa en la manera de ejercer la disciplina en nuestros hijos.
El castigo puede ser físico (como una nalgada) o psicológico (gritos, regaños, descalificaciones) o la privación de algo que el niño considera deseable; el cual es el menos dañino para el pequeño y que se conoce en psicología conductual como Costo de respuesta. El costo de respuesta bien usado probablemente elimine el comportamiento inadecuado.
El castigo físico o psicológico no elimina el comportamiento indeseado, sólo lo suprime en presencia de la persona que lo aplica. El niño castigado asocia el castigo con quien lo ejecuta más que con la conducta inaceptable; con lo cual evitará y rechazará a quien lo castiga en vez de cambiar su actitud. Por otro lado cuando se emplea el castigo muy a menudo como la única forma de corregir pierde su eficacia.
Es muy importante señalar que la agresión no es un ejemplo adecuado y los resultados del castigo pueden ser de miedo, de tensión o retraimiento. En algunos casos la frustración del niño puede ocasionarle un trastorno mayor.
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