Las noticias sobre terrorismo, guerras y desastres naturales invaden los canales de televisión y las conversaciones de la población, y no siempre se puede evitar que los pequeños escuchen ciertos temas que ojalá no tuvieran que conocer nunca. Además, la curiosidad y el interés de saber más de los niños, parece que cada vez es más avispado y aparece a más temprana edad, aún cuando parecen estar inmersos en sus juegos, pasados unos minutos e incluso horas, aparecen con preguntas sobre un tema del que han escuchado hablar y nos dejan boquiabiertos.
Dentro de las recomendaciones de los expertos, es fundamental preservar la inocencia de los niños al menos hasta los 5 años. Así que, por difícil que nos parezca, los padres debemos sacar respuestas con datos que sean adecuados a su edad, a su comprensión y a su capacidad intelectual. En un futuro ya se entrará en detalles de los temas que le inquietan, pero de momento, sin mentiras, ni guardando silencio, debemos satisfacer su curiosidad. Vivimos en un mundo en el que hay muchas cosas negativas y hay que tocarlas con mucho tacto siempre que haya niños presentes. También es necesario conocer las actividades y “debates” que realizan en la escuela, coordinar la información que reciben de los profesores con la que nosotros le damos.
Siempre es bueno prevenir para que nuestro pequeño no se encuentre antes de tiempo con imágenes o con el conocimiento de temas que le pueden traumatizar por su inmadurez. La televisión es una bomba constante de noticias violentas que debemos mantener distanciada de él.
Si los niños ven una catástrofe natural, pueden pensar que les puede pasar a ellos, si ven los resultados de un atentado en el metro de su ciudad, pueden sentir terror porque les puede pasar a ellos, si presencian a través del televisor las imágenes que desprende una guerra, puede invadirles el temor, porque piensan que les puede pasar a ellos.
Nuestro papel como padres implica también darles seguridad y confianza en su bienestar, aportar respuestas a sus preguntas que les alivien de sus preocupaciones con palabras tranquilizadoras, alejarles momentáneamente de los sucesos acaecidos, incluso buscando actividades que presuman ayudar a los que los han padecido. Nuestra labor como padres es preservar su inocencia y permitirles que sigan siendo niños.
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