Desde que nuestro pequeño hijo nace, y antes también, comenzamos a comunicarnos con él. Cada uno de nosotros lo hará de forma diferente pero hay algunos detalles que podemos cuidar y que ayudarán a que la comunicación con el bebé sea más fluida y sencilla, lo que nos dará satisfacción a ambos y le permitirá relacionarse mejor con el entorno.
El bebé estará muy pendiente de nosotros porque sabe que vamos a ser su guia en el descubrimiento de un mundo fascinante y desconocido. El lenguaje verbal y gestual es el vehiculo de la comunicación que usaremos y, puesto que el pequeño todavía no conoce ni las palabras ni las situaciones, nuestro papel de guia es todavía más importante.
Cuando estamos con él en casa va a vernos hacer muchas cosas, algunas relacionadas con él y otras que simplemente forman parte de nuestra vida normal. Como a cualquier persona que estuviera presente, incluso si no nos necesitara tanto para interpretar lo que sus sentidos captan, tratémoslo con cortesía. Ya que no sabe nada todavía, se lo vamos a explicár.
Vamos a ver algunas ideas que podemos adoptar para mejorar nuestra comunicación con el bebé y poner las bases de una mejor relación futura.
Si lo vestimos, podemos acompañar cada gesto con su explicación, mirándolo directamente, hablando normalmente y con cariño. Contémosle si le estamos poniendo el pañal, abrochando los botones o poniéndole el molesto abrigo. La bañera, el jabón, la temperatura del agua, el lavado del pelo, todo puede llevar su comentario a la vez. Incluso si estamos limpiando o planchando, podemos explicarle lo que hacemos. Aunque pensemos que no nos entiende, lo hará muy pronto y antes lo hará cuanto más le hablemos y enseñemos.
Es conveniente hacerle partícipe de la conversación, preguntándole cosas, y escuchando de forma muy abierta su respuesta, ya que no usará incialmente palabras comprensibles, pero si gestos o ruidos, y poco a poco balbuceos con sonidos que recordarán a una palabra. Preguntarle es importante, hace que descubra que la comunicación es un camino de doble sentido en el que él también puede participar.
También, a medida que sus respuetas nos sean comprensibles, hagamos lo posible por respetarlas: si no quiere más comida, más teta o más agua seguro que lo dice claramente apartándose. En ese caso, como decía, para el niño es importante que le hagamos saber que lo entendemos y que respetemos su control sobre las funciones básicas de su cuerpo, no insistiendo ni calificándolo.
Aunque no nos responda todavía, al hablar con él, es conveniente dejar las pausas necesarias para que él, aunque no pueda hacerlo, si perciba que ese sería el momento en el que respondería. Cuando empiece a responder, con gorgoritos o grititos, escuchémoslo y traduzcamos lo que creemos que dice si no lo hemos entendido.
Eso, aunque a veces les exaspera si no los entendemos, le ayudará a sentir que estamos pendientes de ellos y queremos entenderles. En su mente las palabras son claras mucho antes de serlo en su boca, así que si se impacientan pongámonos en su lugar. A mi se me ocurren pocas cosas más desesperantes que no poder moverme como y cuando quiero y además no poder hablar de forma que me entiendan mientras en mi cabeza tengo claro lo que digo y lo que quiero hacer. Por tanto, si el pequeño se enfada si no lo entendemos, recordemos lo que siempre tenemos que tener presente, el adulto somos nosotros y los que debemos mostrar la paciencia somos nosotros antes de exigirla a un bebé.
Es conveniente que usemos un lenguaje claro, sencillo y correcto, para que se familiarice que les estructuras gramaticales normales y las palabras de uso común. También es adecuado refererirnos a nosotros mismos y a los demás con los nombres adecuados, ya que pasa cierto tiempo hasta que el bebé es capaz de analizar los pronombres y que puedan referirse a diferentes personas. Eso no quiere decir que no los usemos, sino que los complementemos con el nombre de la persona o la palabra que define la relación con el niño: "Mamá va a darte la teta", "Papá esta poniéndote el pañal", etc. Si lo pensamos, eso lo hacemos todos de modo instintivo.
Hacer la voz un poco más aguda es algo que también hacemos todos de manera insconsciente. Los papás mucho, pero incluso las madres suben la voz una o dos octavas al hablarle al niño. En realidad cada uno debemos testar que tono es el que prefiere nuestro niño, fijándonos en su atención y reacciones.
Otra de las cosas que hacemos todos es usar diminutivos o palabras específicas de lenguaje de bebés. No es malo, siempre que no dejemos que nuestro niño crezca en un ambiente en el que nadie la hable normalmente. Es mejor usar un lenguaje normal pero dejando que ese placer por las palabras especiales y cariñosas tenga también su lugar.
La comunicación comienza siendo no verbal. Los abrazos y las miradas alimentan la inteligencia y la comprensión de nuestro hijo. Somos su habitat natural cuando nacen, nuestra piel es su casa, se sienten seguros en ella y en nuestros brazos. De eso nunca hay demasiado. A partir de entonces la capacidad de entendernos y entender al niño irá aumentando, aunque no nos responda durante un tiempo. La emoción, las caricias y las sonrisas son un complemento para las palabras que surte su efecto.
Una de las cosas que más le hacen disfrutar al bebé en los primeros meses es la imitación. Ponernos frente a él y hacer gestos y ruiditos que trate de imitar en un juego educativo que les encanta. Que nosotros lo imitemos también, y les hará hacerse conscientes de recibimos sus acciones y nos gustan. Eso les hace sentirse muy satisfechos y contentos.
Los cuentos son otro de los elementos que van a mejorar nuestra comunicación y su aprendizaje de la lengua. Leer en voz alta, despacio, mostrándoles imágenes, en cada caso con cuentos adecuados para su edad, es un alimento intelectual y emocional. Familiariza al niño con los libros como elemento placentero, aprende que sus padres también los usan, crea una gran complicidad y recuerdos preciosos entre padres e hijos.
La es la forma en la que les explicamos y pedimos cosas pero también para ellos es el modo en el que nos van a poder explicar y pedirnos cosas. La escucha es tan importante como la transmisión. A veces andamos tan despistados con mil pensamientos que no nos centramos en el niño, e ignoramos sus demandas y gestos como si no existiera, lo que debe ser muy triste. A nadie, tampoco a ellos, nos gusta que nos ignoren, y más serio es para un niño que nos necesita tanto. A mi me ofende que me ignoren, ellos lo sufren pero deja su huella.
Comunicarnos con ellos de forma activa y atenta es una inversión de futuro. El niño escuchado aprende a confiar en nosotros, entiende que recibe respeto y que puede contar con sus padres cuando los necesite, que no lo harán a un lado por "cosas más importantes". A medida que vaya aprendiendo a comunicarse verbalmente podrá explicar mejor lo que siente, lo que quiere o lo que teme, por lo que su comportamiento emocional y sus rabietas no nos disturbarán tanto. Cuando sea mayor, en la niñez y la adolescencia, la comunicación emocional de la infancia, podrá la base de la confianza necesaria para que la familia pueda entenderse y ser más felices juntos.
Espero que estas ideas os ayuden a comunicaros mejor con el bebé. Desde luego vale la pena esforzarse en ello.
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