Los bebés exploran con la boca todo su entorno y no es infrecuente que, desde muy pequeños, mordisqueen aquello que se pone a su alcance. Pero es alrededor de los dos o tres años cuando los niños muerden de otra manera, es decir, no con el afán de explorar sino como manifestación de sus sentimientos o deseos.
Las razones por las que los niños muerden son distintas en cada caso. Algunos pequeños muerden por frustración, otros lo hacen para proteger aquello que consideran que es de su propiedad, y otros cuando se sienten amenazados, agobiados o inferiores en términos de fuerza o de capacidad verbal.
Si tu hijo muerde o pega a otros niños, te explicamos qué se puede hacer (y que no) para corregir su conducta.
Entendiendo por qué muerden los niños
Antes de analizar qué podemos hacer para evitar que nuestro hijo pegue o muerda, es importante conocer las causas que le llevan a actuar de esa manera, pues solo así lograremos ayudarle a responder de otra forma ante los estímulos desencadenantes de la agresión.
Pueden morder o pegar para llamar la atención: en el aula de la escuela infantil o el colegio, el niño deja de ser el centro de atención y debe compartir espacio con otros compañeros. Los maestros ya no tienen ojos solo para él, por lo que la forma más eficaz que encuentra el pequeño de llamar la atención del adulto es mediante la agresión a otro niño.
Pueden morder o pegar por imitación: a veces también puede ocurrir que el niño se relacione con otros peques que muerden y pegan, por lo que simplemente acaba imitando dicho comportamiento. Esta imitación también ocurre en el caso de niños que, desgraciadamente, son "educados" con azotes.
Porque se sienten frustrados: hay situaciones cotidianas que pueden vivir los niños pequeños en las escuelas que llegan a resultar realmente frustrantes para ellos. Al no poder verbalizarlo, encuentran en la agresión la forma de canalizar esa frustración.
Para expresar otros sentimientos que no saben verbalizar, como los celos, la ansiedad, el enfado, el nerviosismo...
Es importante que entendamos que cuando un niño pequeño agrede a otro no lo hace con la maldad que en muchas ocasiones los adultos presuponemos. Por ello, debemos e dejar a un lado nuestros prejuicios y ver el comportamiento del niño como la punta de un iceberg que esconde una serie de motivos que nos darán las pistas para poder corregir esa forma de actuar.
¿Qué podemos hacer si nuestro hijo muerde o pega?
Pero el hecho de que se trate de un comportamiento habitual y propio de algunos niños en edad preescolar no quiere decir que no debamos hacer nada por corregirlo, sino todo lo contrario. El niño necesita entender que su forma de actuar no es la adecuada, que puede llegar a lastimar a otras personas y que hay otras vías respetuosas para canalizar sus sentimientos o deseos.
1) Ayúdale a entender que cuando agrede, otro niño sufre
Lo primero y principal es que el niño entienda que morder o pegar está mal, que hace daño y que es un comportamiento no tolerable. Es importante hacer ver al niño que cuando agrede está haciendo daño, y que su actitud no debe ser permitida jamás.
Por ejemplo
Enfatiza tu mensaje ayudándote de la expresión corporal y tu tono de voz, para que el niño lo entienda mejor: "Cuando pegas duele mucho. Estoy segura de que a ti no te gusta que otros te peguen. ¿Recuerdas cómo te sienten cuándo algún niño lo hace? Te sientes triste, enfadado, dolorido... No es agradable sentirse así"
2) Anímale a reparar lo que ha hecho
A continuación podemos pedirle al niño que tenga una actitud reparadora con el amigo al que ha agredido, interesándose por él, pidiéndole perdón, dándole un abrazo... Pero es preferible no forzar este momento, y si nuestro hijo no quisiera hacerlo podemos hacerlo nosotros para darle ejemplo (al tiempo que consolamos al pequeño agredido).
En caso de que los niños sean un poco más mayores, cuando ambas partes se hayan calmado, podemos animarles a solucionar el conflicto que hayan tenido de manera respetuosa, invitándoles a dialogar y a encontrar soluciones que reparen lo ocurrido.
3) Valida sus sentimientos
Sentir ira, venganza, miedo, nerviosismo, inseguridad, celos... está permitido, pero no así la forma de canalizarlos cuando se atenta contra los demás. En este sentido, desde la calma debemos arropar y sostener también al niño que agrede, pues dejándolo solo en su sentir no le estaremos enseñando a gestionar correctamente sus emociones.
Por ejemplo
Si el niño que ha agredido se muestra nervioso, asustado, enfadado, confuso... podemos abrazarle y consolarle sin juzgar y sin hablar. Tan solo reconfortándolo con un abrazo y logrando que se calme. Cuando hayamos conseguido que se tranquilice será el momento de hablar con él de lo ocurrido.
4) Ayúdale a expresar lo que siente
Los niños no suelen empezar a jugar juntos y relacionarse con sus iguales hasta los tres años, momento en el que también comienzan a conocer ampliamente el mundo de las emociones. Además a esa edad ya cuentan con un vocabulario cada vez más extenso, y son capaces de entender lo que les decimos y de empezar a poner palabras a lo que sienten.
Hasta ese momento pueden empujar, pegar o morder simplemente porque no saben expresar su enfado de otro modo, por lo que los adultos debemos intervenir en esos momentos para mostrarles otra manera respetuosa de hacerlo.
Por ejemplo
Vamos a poner palabras a lo que el niño siente o piensa en el momento en el agrede, y a continuación le mostraremos la forma de solucionar el problema de manera respetuosa: "veo que estás enfadado porque te han quitado el juguete. Entiendo que quieras recuperarlo, pero esta no es la mejor forma de hacerlo. Vamos los dos juntos a pedirle que te lo devuelva"
En el caso de que el niño pegue para defenderse de la agresión de otro niño, debemos enseñarle que esa no es la mejor forma de solucionar los conflictos, y que además de recurrir a la ayuda de un adulto debe aprender a decir "no" con firmeza, ayudándose incluso de la comunicación no verbal para enfatizar su mensaje.
¿Qué NO debemos hacer si nuestro hijo muerde o pega?
Expulsar al niño de la guardería/colegio al que asiste: en ocasiones nos hemos hecho eco de esta drástica medida adoptada por algunos centros, que ante este tipo de problemas, optan por expulsar al niño agresor, demostrando tener pocos recursos educativos para tratar el caso.
No hacer nada, pensando que 'son cosas de niños' o que 'ya madurará y se le pasará' es una actitud que toman algunos padres, pero no se debería dejar a los niños que se autogestionaran solos ante este tipo de situaciones.
En primer lugar, porque si no intervenimos habrá un niño que esté sufriendo las consecuencias de esa agresión, y en segundo lugar porque el niño que agrede necesita saber que esa forma de relacionarse con los demás no es la correcta, y las pautas para solucionar los problemas deben aportárselas los adultos de referencia.
- Hacerle lo mismo al niño para que vea lo que duele: si queremos educar a nuestro hijo en la no violencia, jamás deberíamos utilizar la violencia, porque a parte de no ser un método de crianza respetuoso, los niños pequeños no tienen la capacidad de entender por qué sus padres le pegan o muerden "para que aprenda lo que se siente". Por el contrario, el mensaje que le estará llegando es que esa es la forma correcta de relacionarse con los demás.
Castigarle: el castigo, -en cualquier de sus formas-, suele ser el recurso más habitual a la hora de tratar de corregir la conducta del niño. Pero ya hemos visto en numerosas ocasiones que los castigos no son una forma efectiva de educar a largo plazo, y en cuanto el pequeño tenga ocasión,volverá a pegar o morder de nuevo.
Etiquetarle: no etiquetes al niño como "violento", "mordedor", "conflictivo"... Las etiquetas en la infancia son muy perjudiciales, y en este caso concreto pueden acabar reforzando la conducta del niño. Por eso, si padres y profesores necesitan comentar lo ocurrido, es recomendable que lo hagan siempre que el niño no esté presente.
En definitiva, es normal que los niños pequeños peguen o muerdan a otros niños como una forma de canalizar su frustración y/o expresar sus emociones. A medida que vayan madurando, verbalizando lo que sienten y aprendiendo a gestionar sus emociones esta conducta mejorará. Pero mientras tanto, es fundamental el acompañamiento respetuoso del adulto, para que le ayude y le guíe con empatía y amor en las relaciones y convivencia con sus iguales.
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