Hace casi seis años que escribo en Bebés y más y nunca hasta ahora había hablado de este tema. He pensado muchas veces cómo abordarlo y nunca lo he hecho porque siempre he sentido que no tenía mucho que decir por una sencilla razón: los padres, cuando la madre amamanta, no tienen que hacer nada concreto, o al menos nada más allá de apoyar a la madre. Algo así como ser un actor secundario que no interviene en la ecuación a menos que alguien trate de molestar.
Con el tiempo me he dado cuenta de que sí hay más cosas que se pueden hacer, o como mínimo se puede definir un poco más el término "apoyar a la madre". Para hablar de ello voy a explicar cómo fue mi papel como padre en la lactancia, para que veáis que no tiene por qué ser tan diferente del de cualquier padre.
No por ser enfermero...
Seguro que pensáis "si, claro, pero tú eres enfermero, así que ya sabías de lactancia" a lo que os respondo que es posible que ahora los estudiantes de enfermería sí reciban una formación sobre lactancia adecuada, pero yo os aseguro que no. No la recibí. Con deciros que en mis apuntes pone que a los tres meses ya se recomienda empezar a dar zumo de naranja ya os lo he dicho todo.
Con esa escasa y errónea formación llegó mi primer hijo y la enfermera nos preguntó cómo lo íbamos a alimentar, si le íbamos a dar pecho o biberón. No lo habíamos hablado, no habíamos tratado el tema porque nos parecía a los dos que lo lógico y normal era dar el pecho, y en caso de no poderse, biberón. Es lo que habían hecho nuestras madres y es lo que considerábamos normal.
Jon tenía frenillo, la lactancia no iba demasiado bien y la reciente paternidad nos abrió una puerta a un mundo desconocido en el que teníamos muchas dudas y muchas ganas de aprender. Empezamos a buscar información en internet a través de foros y blogs, y así empezamos a leer.
Nos hicimos con el libro "Un regalo para toda la vida", de Carlos González, y a partir de ese momento me di cuenta de cuán equivocados estábamos en muchos aspectos con respecto a la lactancia.
Quise saber más, sobre todo como padre, y me apunté a un curso que hacían en Barcelona para formar a asesoras de lactancia materna. Fue estimulante, fue divertido y fue curioso ver que muchas de las cosas que aprendías no eran de dominio público pero, lo que es peor, no eran tampoco del dominio de los profesionales de pediatría.
Todo ello me ayudó a entender que no hay alimento equiparable a la leche materna, que dar el pecho es mucho más que dar de comer, que es normal que un niño mame con dientes, que un niño que camina mame e incluso que un niño que corre y salta mame.
Y con toda esa información pude ir con mi mujer y mi hijo, ya con dos años, allí donde hiciera falta sabiendo que lo que hacía mi hijo era normal y lógico y sin ningún reparo en plan "anda, no le des aquí al niño que nos van a mirar todos...". No, nunca hice algo así porque yo entendía que una de las maneras que tenían ambos de relacionarse era esa, amamantando ella y mamando él (o viceversa).
Cuando las tetas cambian de "dueño"
Entendí, obviamente, ya que por suerte no todos los hombres entramos en el estereotipo de neandertales que sólo piensan en satisfacer sus instintos, que durante esa época los pechos de mi mujer tenían una misión mucho más importante que la de hacer de su busto una bonita forma o de ser un elemento erótico.
Las tetas cambiaron de dueño y a partir de ese momento se destinaron a hacer aquello para lo que se desarrollan: para amamantar.
Que sí, que hay mujeres que prefieren no retirar el "funcionamiento" erótico de sus pechos y lo anteponen al acto de crear leche y alimentar a un bebé. Pues sí, de igual modo, hay hombres que piensan igual. Como siempre, cada cual con su cuerpo que haga lo que considere mejor, pero el peor parado, o el perjudicado en este sentido, es el bebé, que nace necesitando células inmunitarias que se le pueden hacer llegar a través de la leche materna y se queda sin ello por una cuestión estética.
¿Por qué no dar de mamar?
Como padre también me dediqué a buscar las respuestas desde un prisma diferente al habitual. Siempre se dice lo importante que es dar el pecho y se explica todo como una respuesta a la pregunta: "¿Por qué dar de mamar?".
Esto es un error, porque parece que lo lógico y lo normal es no hacerlo y que las madres tengan que recibir una información privilegiada para hacerte miembro VIP de algo y con una cuota mensual mínima ser tratada con mayor premura. Algo así como "si no lo haces no tendrás queja alguna, pero si lo haces te atenderemos un poco antes". Algo así como "los bebés se tienen que criar con leche artificial, pero si quieres mejorar un poco más su salud, puedes darle leche materna".
No. Yo me hice la pregunta al revés: "¿Por qué no dar de mamar?". Y a partir de ahí busqué las respuestas, incluso en los consejos de los demás, esos que te dicen "a partir de los seis meses ya no le hace falta", "a partir del año ya casi no alimenta", "ya tiene dos años, eso no puede ser normal". Y yo pensaba, "¿por qué no?", y nunca veía una razón clara que contraindicara la lactancia en mi hijo ni, de hecho, en ningún bebé o niño.
Lo normal es dar leche materna. Es lo lógico. Es lo que su cuerpo espera para seguir desarrollándose tan bien como lo hacía dentro de la barriga. ¿Por qué no darle el pecho? No soy capaz de encontrar ninguna razón (si no es por alguna razón médica o porque la cosa finalmente no funciona, que algunos casos hay).
Apoyar a la madre (y no a tu madre)
Así los padres se convierten en protectores de la lactancia, en figura de apoyo y en ese hombro donde una madre se cobija cuando alguien le echa una mirada por dar el pecho en público (que no tiene por qué pasar, pero a veces pasa), cuando el pediatra o la enfermera te dicen algo como "estás loca, tu hijo ya tiene un año, deja de darle el pecho o tendrá problemas de salud" (que no tiene por qué pasar, pero a veces pasa) y cuando la madre, mi madre, la suegra de la madre que amamanta, considera que "le estás dando demasiado pecho, ya es grande, no es normal" y ahí es donde los padres debemos tener claro que tenemos que apoyar a la madre del bebé y no a nuestra madre.
Que sí, que ella nos parió y quizás amamantó, que es la más grande, nuestra madre, la que nos crió en las duras y las maduras, pero su poder no debe sobrepasar límites como ese, y a nosotros que nos digan lo que quieran, pero a ellas no.
Y si lo hacen, apoyamos a nuestra mujer y con todo nuestro saber hacer (ya he dicho que no éramos neandertales más arriba, ¿verdad?) les decimos eso de "gracias por tus consejos mamá, pero preferimos hacerlo a nuestra manera. No insistas, por favor".
Como veis, el papel del padre en la lactancia es simple, pero importante. Estar ahí velando para que nada ni nadie moleste a la madre ni al bebé, y estar ahí dando apoyo para cuando sientan que lo necesitan. Ni más, ni menos, creo yo.
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