Cómo me convertí a favor del colecho
La manera en cómo y dónde dormirán nuestros bebés al nacer es una de las primeras decisiones que tomamos cuando nos convertimos en madres y padres. El colecho sigue siendo un poco polémico debido a que las opiniones en torno a él suelen ser muy opuestas.
Yo misma, antes de ser madre siempre dije que jamás le permitiría a mis hijos dormir con nosotros. Hoy, con mi hija a punto de cumplir tres años, soy totalmente pro colecho. Te cuento cómo fue que pasé de un modo de pensar al otro.
Los primeros meses: el moisés
Aún recuerdo la primera vez que realmente pensé en el lugar donde dormiría mi bebé al nacer. Estaba embarazada, quizás a medio embarazo, cuando pensé: "¡tenemos que comprar una cuna!", y lo pensé así, entre preocupada y emocionada porque la cuna suele ser una de las cosas más costosas para la llegada del bebé.
Pero como la cuna no la consideraba realmente necesaria al principio, utilizamos un moisés que nos regaló una prima y ahí pasó mi hija sus primeros meses. Eran noches de desvelo intensos, intentando una lactancia que jamás pudo ser exitosa al cien por ciento, pero esa es historia para otro momento.
Un día, en lugar de dormir a mi hija en su moisés, la recosté a mi lado en la cama para que tomara una de sus siestas durante el día. Como mamá primeriza y llena de dudas, se me facilitaba más solo voltear a verla, en lugar de levantarme de la cama para asomarme al moisés y asegurarme que estuviera respirando (típico miedo de mamá novata).
Con el paso de las semanas, se volvió costumbre acostarla junto a mí. Así ambas descansábamos y yo disfrutaba el mayor tiempo posible pegada a ella durante mi corta baja por maternidad. No quería separármele nunca.
La llegada de la cuna
Pasaron los primeros dos meses y las siestas a mi lado eran parte de la rutina hasta que volví a trabajar. Cumplidos los tres meses, compramos por fin la dichosa cuna porque el moisés comenzaba a quedarle pequeño. Pero como suele suceder cuando somos madres: nuestros planes son unos y los de nuestros hijos, otros.
Resultó que a mi hija no le gustaba la cuna. Siempre que la acostaba en el moisés, se quedaba tranquila en él después de dormirse en mis brazos. Fueron contadas las ocasiones en las que se despertaba cuando la ponía en él. En la cuna, era totalmente lo opuesto.
La dormía en mis brazos, la colocaba en la cuna y no habían pasado ni cinco minutos cuando se despertaba llorando. Intentamos muchas cosas: dejar una prenda mía para que se sintiera cerca de mí, calentar un poco la cuna para que no sintiera el cambio de temperatura de mis brazos a lo frío del colchón. Incluso llegué a meterme con ella en la cuna en una noche de desesperación en la que no lograba dormirla. Funcionó. Pero no podía estar haciendo lo mismo todas las noches, ni lo consideraba seguro de hacer.
Como en esa época tanto mi esposo como yo ya estábamos trabajando, los desvelos los sentíamos peor que el primer mes. No descansábamos nada porque no lográbamos dormirla más de media hora. Nos turnábamos para arrullarla y después ponerla en la cuna, pero siempre se despertaba. Y es que yo tenía muy arraigado en mi cabeza lo que tantas personas me habían dicho: si le dejas dormir contigo, nunca saldrá de tu cama.
Busqué ayuda en Internet. No sabía que existía el colecho (no exagero cuando digo que no sabía nada sobre muchísimas cosas cuando me convertí en madre), así que para mi mala suerte di con esos sitios que recomiendan ir dejando al bebé en la cuna por periodos cada vez más largos hasta que aprenda a dormirse solo. Lo intentamos y fue terrible.
Ni dormía ella ni dormíamos nosotros. Y a mi me partía el corazón verla llorar. Imaginaba cómo debía sentirse ella, sola en esa inmensa cuna sin nadie que le diera calor. Fueron noches horribles, pero afortunadamente fueron muy pocas, pues pronto llegó el día en que dije: ¡ya basta!, y decidí que a partir de ese momento nuestra hija dormiría con nosotros. ¿Por qué seguir sufriendo todos solo por los consejos de otras personas? Ahí fue cuando aprendí una de las lecciones más importantes sobre ser madre: lo que te funciona a ti puede no funcionarle a otros y viceversa.
Descubrimos el colecho
Y a partir de ese momento, todos dormimos felices y por primera vez en meses, descansamos. Eventualmente supe que eso que estábamos haciendo tenía un nombre: colecho. Con ese descubrimiento pude al fin leer muchísimos beneficios acerca del colecho, como que ayuda a evitar la muerte súbita, además de experiencias de otras familias que lo practicaban y al fin me di cuenta que las opiniones de la mayoría de las personas que no lo recomendaban solo estaban basadas en mitos, como ocurre con muchas cosas de la maternidad.
Cada familia es diferente
Desde luego que esto es solo mi experiencia personal y lo que nos funcionó a nosotros, ya que fue lo que encontramos más conveniente como familia. Habrá quienes duerman más cómodos utilizando una cuna y eso es algo que lo decide cada familia. Si te encuentras indeciso puedes leer los artículos que tenemos en Bebés y más sobre el colecho, para que si se animan a practicarlo, lo hagan tomando ciertas medidas precautorias.
Y si acaso se preguntan, ¿qué pasó con la cuna? Bueno, pues terminó como acaban las cunas en la mayoría de los hogares donde se practica el colecho: de almacén para ropa y muñecos de peluche.
¿Tú qué opinas del colecho? ¿Te pasó algo similar a nuestra historia?
Fotos | iStock
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