Aunque las cifras demuestran que se realizan más cesáreas que las necesarias, especialmente en la sanidad privada, en ocasiones es imprescindible practicarla para salvar la vida del bebé.
Hace pocos días hablábamos de las posibles complicaciones que pueden presentarse en el parto (divididas en Parte I y Parte II). La mayoría de las veces, ante la aparición de alguno de estos problemas, el parto suele acabar en cesárea.
El procedimiento del parto vaginal lo conocemos, pero explicaremos en detalle cómo se practica una cesárea.
Es una intervención quirúrgica que dura alrededor de una hora, aunque el nacimiento del bebé desde que se produce el primer corte hasta que lo sacan dura aproximadamente 10 minutos. El resto del tiempo supone la preparación previa y la sutura final.
Hay dos tipos de incisiones posibles: la incisión horizontal, la más habitual, que se realiza justo por encima del hueso púbico a la altura del nacimiento del vello púbico o una incisión vertical, mucho menos frecuente, que se extiende desde el ombligo a la zona púbica.
La incisión vertical sólo es realiza en caso de emergencia en el cual se necesite un acceso más directo al bebé, pero intenta evitarse pues tiene mayor riesgo de rotura de útero en embarazos posteriores.
Por eso, luego de anestesiar a la madre con analgesia epidural, higienizar la zona de corte con antisépticos, colocar un catéter en la vejiga para vaciarla y tapar el cuerpo de la madre con telas esterilizadas, el médico procede a hacer un corte horizontal en la parte baja del abdomen.
Se cortan cinco tejidos diferentes: piel, grasa subcutánea, aponeurosis muscular y peritoneo parietal. Los músculos abdominales no se cortan pero se mueven a un lado. A propósito del corte de los tejidos, en algunos hospitales se realiza una técnica menos invasiva por la cual los tejidos se atraviesan en el punto que presentan menos resistencia, donde hay menos vasos sanguíneos reduciendo los daños y hemorragias.
Una vez que se ha alcanzado la cavidad uterina, el médico hace una incisión en el útero y en la bolsa amniótica para permitir que drene el líquido amniótico.
Al igual que en un parto vaginal, una vez que el bebé está fuera del cuerpo de la madre, se pinza y se corta el cordón umbilical.
Posteriormente, se extrae la placenta comprobando que el útero ha quedado vació tras el alumbramiento y se procede a suturar. En el útero se colocan puntos reabsorbibles, mientras que el corte exterior se sutura con puntos o grapas.
Al explicarlo, se puede ver que todo el trabajo es del equipo médico pues la madre no expulsa al bebé como en el parto vaginal, sino que lo extraen. Yo no he tenido una cesárea, pero algunas mujeres aseguran que se siente como “meten mano” dentro tuyo.
Lo preocupante es que algunas madres vean cierta comodidad (rapidez, ausencia de dolor) en el parto por cesárea, pero es una intervención quirúrgica que se realiza (o debería realizarse) únicamente en caso de emergencia ante alguna complicación en el parto vaginal como desprendimiento de placenta, no progresión del parto, prolapso de cordón o sufrimiento fetal.
Más información | University of Maryland
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