Las nueve perezas que pueden acabar con la educación de tus hijos
La educación de nuestros hijos es un proceso arduo y muchas veces extenuante, es un proceso por etapas en el que no existe descanso alguno, no hay vacaciones, ni festivos, ni días libres. Como dice mi madre, "se es madre todos los días de tu vida, sin excepciones". Cada uno de nosotros intenta hacerlo lo mejor que sabe y puede, no hay guía, libro o manual que se ajuste al 100% a nuestros hijos y muchas de las opciones que vayamos a tomar no serán ni buenas, ni malas. Algunas serán un éxito y veremos, al menos durante un breve espacio de tiempo, el cielo abierto y otras quizás no sean lo mejor que hayamos podido dar, pero sumarán igual.
Pero este proceso no está exento de enemigos, algunos no los vamos a poder controlar y lo único que podemos hacer será la de preparar a nuestros pequeños por si llega ese momento en sus vidas, pero hay otros que son responsabilidad nuestra, derivados de nuestra propia naturaleza, de nuestra imperfección, de nuestra inexperiencia, pero también de nuestra dejadez, de dejarnos llevar por la rutina, por ese "ya habrá tiempo", de nuestros horarios que pocas fuerzas nos dejan para lidiar con unos pequeños repletos de energía y deseando gastarla. Hoy queremos traeros algunos de esos errores, nueve perezas que pueden acabar con la educación de tus hijos.
Caer en el sedentarismo
Educar no es solo llenar la cabeza de nuestro hijo de conocimientos, reglas y valores, sino la de inculcarle hábitos saludables, cuidar d su salud y prepararle para que en un futuro cuide de si mismo. Para ello el deporte es un arma esencial, no solo para mantener un cuerpo sano, sino para tener una mente preparada al 100% para enfrentarse a ese flujo de nueva información constante que es su día a día durante los primeros años.
Fomentar la práctica del deporte no es convertir a nuestro hijo en una estrella, porque no todos están preparados para ello, pero a través de una práctica equilibrada nuestros hijos aprenderán a ser competitivos a la vez que se acostumbrarán a trabajar en equipo y fomentará sus capacidades sociales, pues a través del juego es como los niños mejor aprenden las normas sociales como compañerismo, colaboración y aprenden a superarse a si mismos, fomentando la seguridad en ellos.
Pero está claro que nosotros debemos de fomentar esta práctica, al menos en los primeros años, hasta que se forme el hábito de la práctica del deporte y eso implica que nosotros mismos debemos de ser un ejemplo para ellos, alejándonos de ese peligroso sedentarismo. Los videojuegos, los móviles y tabletas está haciendo que nuestros hijos cada vez se muevan menos y la obesidad infantil empiece a ser tomada como un problema serio en nuestra sociedad. El llevar a nuestro hijo a jugar un partido un domingo por la mañana, en invierno, quizás no sea nuestro plan preferido, pero el esfuerzo merecerá la pena.
No esforzarnos por mantener una buena comunicación entre nosotros
Si la comunicación en una pareja es uno de los pilares que la sostiene, la comunicación con tus hijos es uno de los pilares básicos que sustenta a la familia. Una mala comunicación ente padres e hijos solo traerá complicaciones y dificultades extras a la hora de solventar los problemas que vayan surgiendo por las diferentes etapas por las que pasarán nuestros hijos y también nosotros.
Tiempo compartido
Sólo compartiendo tiempo con nuestros hijos podemos educarles de forma adecuada, porque sólo así nos daremos cuentas de quiénes son ellos, de sus fortalezas, de sus puntos débiles, de lo que tenemos que trabajar, de lo que nos van a enseñar, de sus miedos y sus alegrías, de su cariño y amor por nosotros. Sólo cuando pasas tiempo de calidad con tus hijos es cuando puedes llegar a conocerles de verdad y así poder crear esa unión tan especial entre padre e hijo. No tener tiempo para ellos es perderte lo mejor que conlleva educar y criar a un hijo.
Los malos ejemplos
El mayor espejo que tienen nuestros hijos a la hora de entender y asimilar las normas de la sociedad, la base sobre la que se van a asentar cuando crezcan somos nosotros, sus padres. Es en nosotros donde van a ver lo bueno y lo malo de la sociedad, nuestra forma de comportarnos será la línea que nuestros hijos van a seguir en el futuro. Es cierto que habrá otras influencias, pero la que reciben desde casa es básica.
Preparar cualquier cosa para comer
Si, la comida también es importante en la educación de nuestros hijos. No pasa nada si un día, o incluso una semana, por un motivo puntual preparamos cualquier cosa, nos vamos a alguna cadena de comida rápida, etc. No pasa nada si de forma puntual ofrecemos bollería industrial o alguna chuche a nuestros hijos. El problema reside en cuando todo eso se convierte en hábito y los niños meriendan bollería casi a diario, toman zumos y batidos sin discreción o la dieta que existe en nuestra casa es a base de frituras y azúcares.
La obesidad va camino de convertirse en una pandemia en el futuro y una buena educación en lo referente a llevar unos hábitos saludables en la alimentación será una gran ayuda para el futuro de nuestros hijos.
No digo que debamos estar siempre con la calculadora de las calorías y mirando cada envoltorio que cae en las manos de vuestros hijos, pero si que les enseñéis a comer de forma variada, a que coman frutas y verduras a diario, a que no abusen de los dulces, ni de los zumos, a que aprendan a valorar y disfrutar de una comida en familia, sin gritos y sin prisas. Todo eso depende de nosotros, de nuestro esfuerzo porque muchas veces somos nosotros a los que no nos gusta un plato, pero hay muchas formas de comer de forma sana y equilibrada sin renunciar al sabor y sin que todo tenga que ir al vapor, nuestros compañeros de Directo al Paladar seguro que os pueden dar alguna pista de cómo hacerlo. No olvidemos que lo que coma el niño de hoy marcará el adulto que será mañana.
Educar con violencia
Pese a que el mensaje de educar sin violencia va calando cada vez más en nuestra sociedad, aún los datos sobre el número de niños que sufren violencia doméstica es demasiado alto.
Debemos tener muy claro que pegar a un niño no educa y las consecuencias son muy peligrosas. Si "educamos" mediante la violencia, lo que conseguiremos será lo contrario de lo que probablemente buscamos, que es el que nuestros hijos se vean seguros y felices. Un niño al que se le castiga termina por convertirse en un niño inseguro de si mismo, pues estará temeroso de hacer algo que nos desagrade y que provoque un nuevo castigo.
Con violencia, no provocamos que nuestros hijos nos respeten a nosotros y al resto, lo que provocamos es que teman nuestra reacción y que se comporten mal cuando crean que no son vistos. Es un recurso fácil que muchas veces ataja el problema, pero solo esconde los síntomas, dejando que el verdadero problema siga creciendo. Este es quizás, el mayor error que podemos cometer por no prestarles un poco más de atención e intentar educarles en el respeto. Así que nada de azotes o gritos.
No permitir que tus hijos se expresen y nos cuenten sus cosas con sus propias palabras
En lo referente a la educación de los más pequeños aún nos queda mucho por avanzar respecto a lo que estábamos acostumbrados y uno de esos puntos importantes es el dejar de considerar a los niños como ciudadanos de segunda, sin derechos y sin voto. Esa idea de que un niño tiene que obedecer sin rechistar, esa famosa frase de "cuando seas padre comerás huevos", todo eso debería ir quedando en el olvido. No estamos diciendo que la opinión de nuestros hijos se convierta en ley, tengo muy claro que un niño no siempre ve la realidad de forma objetiva y al fin y al cabo los adultos somos nosotros. Yo me refiero a dejarles opinar en los asuntos de familia que les afecten a ellos: dónde jugar, qué programa quieren ver, qué quieren cenar, etc. Siempre dentro de unas opciones limitadas que sean factibles, está claro que ir al parque montado en un unicornio rosa no es muy factible, aunque puede dar pie a diferentes juegos, por ejemplo: cómo construir un unicornio. Otros ejemplos: durante la cena, contad por turnos que es lo que habéis hecho a lo largo del día. Ante qué hacer en el fin de semana podemos seleccionar dos o tres opciones y dejar que sean los niños los que decidan qué quieren, por ejemplo: ir a ver un museo, montar en bici o salir al parque.
Esto requiere su tiempo, no es fácil para un niño expresar ciertos conceptos e ideas y muchas veces puede ser hasta mareante debido a la dificultad de seguir el hilo de su historia, pero este esfuerzo les convertirá en unos adultos seguros de si mismos al estar acostumbrados a tomar decisiones que les afecten a la par que se sienten valorados y son conscientes de su sitio dentro de la familia.
No atender las demandas de tus hijos
Una de las consecuencias de la vida que llevamos es la de ir todo el día pendiente del reloj y de nuestra agenda es que nos obliga a priorizar las lista de tareas al cabo del día y muchas veces las peticiones y solicitudes de nuestros hijos son las que salen perdiendo.
Minimizamos sus necesidades o les damos prioridad a otras que pensamos que la tienen cuando para nuestros hijos son completamente prescindibles. Así muchas veces, pasamos corriendo ante llantos, no tenemos tiempo para pararnos a ver como las hormigas llevan una semilla de un lado a otro, como un avión deja una estela tras él, no nos quedamos con ellos esos cinco minutos más que tardarán en dormirse o no habrá tiempo para un segundo cuento, etc. Así un cosa tras otra da a entender a nuestros hijos que sus demandas no son importantes, que ellos no cuentan y que no son queridos, probablemente ese segundo cuento fuese lo de menos y lo que realmente necesitaban era diez minutos más con papá o mamá. No atenderles provocará inseguridades a la hora de afrontar problemas en el futuro, pues no tendrán claro que estaremos ahí para ayudarles.
Rendirte
Ser padre o madre no es fácil, es un trabajo duro que muchos días te deja exhausto y por si fuera poco, no queda nada claro que todo ese esfuerzo sirva para algo. Muchas veces, tras intentarlo de todas las maneras posibles y no conseguir una relación fluida con nuestros hijos, nos rendimos, les dejamos por imposible y comenzamos a ponerles coletillas: "es que no tiene remedio", "es un niño malo", "no para quieto", "es una llorona". Todo esto provoca aún más frustración en nuestros hijos y el problema, lejos de desaparecer se irá convirtiendo en un problema mayor con el paso del tiempo. Como decían nuestras abuelas: "a niños pequeños, problemas pequeños" y es que aunque ahora todo sea un drama para ellos y a nosotros nos den ganas de renunciar, será aún peor en el futuro si hoy no nos paramos y atajamos el problema de raíz.
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