Cuando una pareja decide tener hijos suele tener en mente un número ideal. Desde siempre, y como he comentado en otras ocasiones, he pensado que tres hijos sería lo ideal en mi caso y en principio ese ha sido siempre el objetivo.
Hay otras parejas en cambio que simplemente van tomando uno u otro camino según pasa el tiempo. Tienen un hijo y esperan a ver qué les depara la vida y cómo lo llevan para decidir tener un segundo. Quizás tienen el segundo y entonces deciden esperar a que el tiempo pase para tomar la elección de tener o no un tercero.
Vuelvo a mí para explicar que ahora tengo dos hijos de cinco y dos años, y empieza a ser momento de elegir si tener o no otro hijo, más si tengo en cuenta que Miriam, mi mujer, ha marcado los treinta como su fecha límite para ser madre (y los cumple este año).
¿Tener otro hijo?
Menudo dilema. Ya digo que siempre había pensado tener tres, pero ahora me asaltan las dudas y no logro decidirme. No quiero apresurarme y es lógico que sea difícil aclararme, pues es una decisión que afectará a la vida de nuestra familia para siempre.
Por una parte nos miro a todos y siento que falta alguien (ese tercer niño que siempre he imaginado). Otro ser pequeñito revoloteando por casa, un bebé que venga a compartir juegos y discusiones con Jon y Aran, que juegan mucho, pero también discuten mucho, el que ayude a que la balanza se equilibre y desequilibre y el que nos haga sentir plenos como padres, sin esa sensación de por vida de “bueno, yo sí habría tenido otro hijo”.
Sin embargo, por otro lado, el hecho de que Aran haya dejado ya de ser un bebé otorga una libertad difícil de rehusar. El invierno y los resfriados nos han enclaustrado un poco en casa, pero en otoño y desde ya disfrutamos mucho juntos haciendo muchas actividades. Hemos ido a museos, al teatro y a actividades pensadas para niños (aunque ojo, con paciencia también se pueden hacer con un bebé) y sobretodo hemos tenido la capacidad de ofrecer tiempo a los dos casi por igual: mientras Aran era más bebé necesitaba más cuidados y más tiempo y Jon se acostumbró a jugar más tiempo solo (que tampoco es que esté mal), aunque pidiendo a veces nuestra presencia cuando menos podíamos atenderle.
Ahora hay más momentos para dedicar a ambos y también más tiempo para dedicarnos a nosotros mismos. Miriam ha retomado algún hobby que tenía por ahí olvidado y yo empiezo a echar de menos salir a correr y hacer deporte (mi cuerpo en proceso de oxidación me lo empieza a reclamar también), así como tener tiempo para coger un libro y leerlo plácidamente, por ejemplo, que hace años que no lo hago. No es que todo esto lo vaya a hacer ahora, pues entre hacer deporte, por ejemplo, y estar con mis hijos opto siempre por lo segundo, pero cuando Aran empiece el colegio habrá tiempo para ello.
En caso de tener otro hijo todo esto se alargaría tres años más y además tanto Jon como Aran tendrían que pasar uno o dos años un poco a la cola de las necesidades del bebé, que no es que sea nada grave (doy fe, que soy el cuarto de seis hermanos), pero que no deja de ser una razón a tener en cuenta.
El espacio y el dinero
Por otra parte tenemos un piso de tres habitaciones que empieza a entrar en un evidente estado de sobresaturación. Yo abogo por llamar a la patrulla de “mierdas las justas” (nosotros mismos haciendo una limpieza histórica), pero parece que nadie me apoya. Estamos en ese punto en el que ya no sé dónde poner las cosas. No quedan cajones, no quedan espacios y la única solución parece ser forrar las paredes de armarios, empequeñeciendo el espacio vital.
Ahora que Aran tiene dos años empezamos a jubilar los juguetes de bebé y la ropa de bebé. Esto hace que quepan juguetes destinados a edades más avanzadas, es decir, que quepan los de Jon, que ya tiene cinco años, y ropa también de Jon, ya que Aran, más o menos, va heredando algunas (muchas) cosillas.
Todo esto quiere decir que tener otro hijo supondría mantener ropa de bebé y juguetes de bebé y limitar el espacio para otras cosas. Por otra parte, colechamos con dos hijos y, aunque cabe un tercero, no puedo imaginar cómo lo haríamos. También es cierto que estoy pensando en meter a un bebé ahora y esto no es real, pues entre que te pones y nace puede pasar perfectamente un año (mínimo) y en ese tiempo pueden suceder muchas cosas.
En cualquier caso el tema del espacio no es demasiado determinante, porque ya digo, patrulla de limpieza, alguna que otra negociación y se hace espacio donde sea.
Otra cosa es el tema económico. Por decisión propia decidimos prescindir del trabajo de uno de los dos, en este caso del de Miriam, para estar presente los primeros años de nuestros hijos. Nos hemos amoldado a ello y hemos sabido capear temporadas malas restringiendo gastos de un modo muy activo “hasta nueva orden”. Cuando las cosas han ido algo mejor, hemos ensanchado un poco la manga y nos hemos dado algún capricho (como salir a comer fuera de casa o comprar algo).
Tener otro hijo supondría aumentar los gastos. De bebé no hay demasiado problema, pues hay ropa de sobras, tenemos el cochecito impecable (y probablemente seguiría estándolo para un cuarto o quinto hijo, de lo poco que se usa) y tomaría leche materna como sus hermanos. Sin embargo al crecer dicho gasto aumentaría en libros, juguetes, ropa, comida, etc.
Siempre cabría la posibilidad de que Miriam volviera a trabajar, pero estando el panorama como está, que parece que hay que dar gracias cada mañana por seguir teniendo trabajo, uno no sabe si contar o no con ese hipotético sueldo.
No tener otro hijo
No sé qué pasaría. Quizás si tomara la decisión de no tener otro hijo me relajaría y, simplemente, me dedicaría a poner cuerpo y alma en disfrutar con (y de) mis hijos. Quizás en cambio vería crecer rápido a mis hijos (porque así crecen) y empezaría a tener esa sensación que ya he comentado de que me falta alguien, otra carita risueña, otro pequeño “mamón” (así se les llama a los que maman), otra fuente de problemas y de quebraderos de cabeza casi continuos, pero otra razón para ser feliz.
En fin, tarde o temprano habrá que decidir. Si sigo aquí, en Bebés y más, os enteraréis de la resolución, por supuesto. Mientras tanto, contadme si esta pregunta os ronda la cabeza. ¿Pensáis tener otro hijo?
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