Cómo enseñarle a tu hijo a ser optimista
Ser optimista no es solo ver el vaso medio lleno, es ser capaz de adoptar un enfoque positivo que nos permita sentirnos capaces de hacer aquello que nos hemos planteado, o afrontar eso otro que nos ha puesto la vida por delante. El optimismo tiene mucho que ver con la autoestima, y si hay algo que queremos para nuestros hijos es una autoestima positiva. Pero, ¿cómo se educa en el optimismo sin caer en la ingenuidad o en un “positivismo poco realista”?
Pesimismo y optimismo no son más que estilos o tendencias de pensamiento: la primera es creer que las cosas (casi)siempre tenderán a salir mal, a pensar que no vamos a ser capaces de poder con la situación.
La segunda, el optimismo, que es la que nos interesa más, no se limita a creer con cierta ingenuidad que las cosas van a ir bien o que la vida es de color de rosa, es más que eso: es sentirse con cierto control sobre la situación, pensar que contamos con las herramientas necesarias para hacer frente a lo que venga, o creer que, en caso de no tenerlas, que podemos encontrarlas.
El optimismo tiene una pátina de autoestima sanísima, es una manera de elaborar los pensamientos de manera que favorezcan (en la medida de lo posible) que las cosas salgan bien. ¿Sabes cómo?
Se trata de una especie de profecía autocumplida: si me siento incapaz de hacer algo, si verdaderamente creo que va a salir mal… ¿qué crees que puede pasar? Pues que ni vamos a poner toda la carne en el asador, ni vamos a buscar soluciones de la manera más efectiva: lo que va a pasar es que nos vamos a rendir antes y entonces… pues efectivamente la cosa no saldrá, y veremos comprobada nuestra hipótesis. Y así entramos en un bucle, en una espiral, que no es nada positiva.
De ahí la importancia de que nuestros peques (y por supuesto nosotros también) tengan una visión positiva tanto de sus capacidades como de las posibilidades de resolver los distintos retos que se les presenten.
¿Cómo se aprende a ser optimista? Optimismo y pesimismo se aprenden tanto por las experiencias de éxito y “fracaso” a las que se enfrentan los peques como a través de la interacción con nosotros, los padres.
¿Por qué merece la pena trabajar el optimismo con nuestros hijos?
El optimismo tiene implicaciones muy relevantes en el bienestar, tal y como señalan hoy en día numerosos estudios. Para que nos hagamos una idea:
- El optimismo correlaciona con una mejor salud mental y física, con ser capaces de manejar de manera más eficiente determinadas situaciones, con la calidad de vida, la capacidad de adaptación, con llevar un estilo de vida saludable y hasta con la percepción de riesgo (eso que nos lleva a desarrollar conductas que son peligrosas o no).
No son pocos los aspectos sobre los que ejerce una influencia positiva, ¿verdad? Pues vamos a ello.
¿Cómo educar en el optimismo?
Como siempre, como con casi todo con los niños, el primer punto es que los papis seamos conscientes de que somos sus modelos, que aprenden de nosotros. Para que ellos aprendan optimismo debemos empezar por observarnos nosotros mismos y ver qué mensajes lanzamos en el día a día. Pretender que nuestro hijo sea optimista si nosotros nos pasamos la vida diciendo “Sabía que no iba a salir, siempre tengo mala suerte” quizá sea un poco complicado, ¿no te parece?
¿Qué se dice y cómo se lo dice? Escucha qué se dice tu hijo e intenta darle una vuelta menos negativa y más realista. Ojo, no se trata de entrar en un mundo de arcoíris y unicornios, sino de reelaborar esos pensamientos y cambiarlos por otros más adaptativos, más útiles.
Te pongo un ejemplo: “Pepito no juega conmigo porque soy aburrido” es un pensamiento que hace mucho daño, que puede terminar inhibiendo las interacciones de nuestro hijo en el futuro… Vamos a cuestionar con él ese pensamiento: “Pero… hay niños que sí que quieren jugar contigo, ¿no es cierto? ¿Y qué tal os lo pasáis al jugar? Entonces no eres aburrido, quizá es que Pepito simplemente no quiere jugar contigo porque tiene otros gustos… No podemos gustarle a todo el mundo, ¿verdad?” También siguiendo este ejemplo, sería positivo ayudarle a buscar ejemplos en los que sea patente que "no es aburrido".
Una vez al día, por ejemplo al meterle en la camita justo antes del cuento, repasa con él/ella, pregúntale, por las cosas que le han gustado del día, por lo bueno que ha pasado y qué papel ha tenido en que sucedieran. Para ello adapta el lenguaje y las preguntas a la edad de tu hijo, claro.
Cuando algo no salga bien, o como esperaba, acompáñale en ese proceso: aprender que las cosas no siempre salen bien les ayuda a tener una percepción más ajustada de sus capacidades, evitando que piense que no ha salido porque “no ha sabido hacerlo”. En la vida las cosas no siempre salen como esperábamos o como quisiéramos, y no pasa nada, pero siempre podemos aprender de la situación.
Ayúdale a encontrar lo bueno o positivo o humorístico hasta de las situaciones aparentemente negativas: “¿Se nos ha roto nuestro juguete favorito? Bueno, vamos a intentar arreglarlo juntos y así aprendemos a montar y desmontar cosas, ¡como si fuéramos mecánicos o científicos en un laboratorio!”
Refuerza (y enséñale a autoreforzarse) por las cosas que haga que considere positivas, que le hagan sentir bien y competente.
En el fondo esto de educar en el optimismo es trabajar con ellos para garantizar que tienen una buena autoestima, una ajustada a su realidad, que les permita sentirse valiosos y capaces, que les coloque en una posición desde la que no teman "probar a hacer". La autoestima positiva es la llave maestra que abre muchas puertas, muchas, por eso merece la pena abordarla desde todos los ángulos posibles, especialmente por nuestra parte, la de los padres.
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