Los antojos durante el embarazo son muy frecuentes, y a menudo constituyen una de las señas de identidad del embarazo de la mujer. En mi caso, por ejemplo, uno de los muchos recuerdos que tengo asociados a mi primer embarazo fue la constante necesidad que tenía de comer kiwis, y casualidades o no, hoy en día la fruta preferida de mi hijo mayor es esa.
Ahora, un grupo de investigadores de Filadelfia ha determinado que si bien no existe un vínculo directo entre la dieta materna durante el embarazo y las preferencias alimentarias de sus hijos durante toda la vida, la exposición a ciertos sabores dentro del útero materno es uno de los muchos factores que influyen a la hora de desarrollar unos gustos particulares por una determinada comida.
Los sabores que le llegan al bebé desde el útero materno
El estudio, que ha sido llevado a cabo por el Instituto Monell Chemical Senses Center, ha determinado que la dieta que la madre lleva durante el embarazo podría ser un factor a tener en cuenta en el desarrollo de las preferencias de sabores del niño, pues a través del útero materno el bebé ya muestra una mayor predilección por ciertos sabores que por otros:
"El sentido del gusto y el olfato del bebé se desarrolla en el útero. Lo que la madre come se transmite a través del torrente sanguíneo y el líquido amniótico. Por eso, si un bebé ha experimentado un sabor en el útero o a través de la leche materna, lo va a preferir antes que otro" - explica Julie Mennella.
Para llevar a cabo el estudio se seleccionó al azar un grupo de mujeres embarazadas, y se les pidió que bebieran zumo de zanahoria diariamente en los últimos meses de embarazo y también durante la lactancia. Curiosamente, los hijos de ese grupo de mujeres mostraron a lo largo de su infancia una mayor preferencia hacia este vegetal que otros niños cuyas madres no estuvieron expuestas a esta bebida durante la gestación.
Otra investigación similar, llevada a cabo en el Royal Maternity Hospital de Belfast (Irlanda), estudió el impacto de una dieta con ajo durante el embarazo en las preferencias culinarias de los hijos. Los resultados arrojaron que aquellos niños cuyas madres habían consumido con frecuencia recetas con ajo en sus últimas semanas de embarazo, tenían mayor predilección por este ingrediente a la edad de ocho o nueve años, que aquellos niños cuyas madres no consumieron ajo.
Es decir, el paladar del niño se va acostumbrando a los sabores de los alimentos influenciado por el entorno en el que vive y se desarrolla. De este modo, el plato que más se cocina en casa, el alimento preferido por sus padres o hermanos, o la receta tradicional de su abuela, seguro que adquieren un gran peso en las preferencias culinarias del pequeño.
El factor emocional ligado a un determinado sabor
Pero dejando a un lado las preferencias de sabor y su relación con el entorno, los investigadores también han destacado el importante papel emocional que tienen ciertos alimentos en la vida de las personas. Y es que en ocasiones asociamos el recuerdo de alguien a un determinado sabor, un olor o una receta culinaria.
De este modo, se que mis hijos siempre recordarán a su abuela por las exquisitas albóndigas estofadas que les hace cada vez que van a verla, al igual que piensan inmediatamente en su padre cuando ven en el supermercado una tableta de chocolate negro con menta, porque saben que lo adora.
En este sentido, si la mujer ya muestra predilección durante su embarazo por un determinado alimento o sabor, lo lógico es que continúe incorporándolo a su dieta también durante la lactancia de su hijo, y posteriormente a lo largo de su vida. Así que ese niño crecerá conociendo las preferencias culinarias de su madre, e indirectamente podría acabar influenciado por ellas, o al menos recordándolas siempre como parte de la esencia que caracteriza a su mamá.
Fotos | iStock
Vía | The Atlantic
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