La crianza con apego es un estilo de crianza o una manera de educar que se basa en la teoría del apego de John Bowlby, un psicoanalista que habló de que los bebés necesitan una persona con la que establecer un vínculo sólido para sentirse seguros y con sus necesidades básicas cubiertas y, a partir de ahí, crecer y desarrollarse como persona.
Si tuviéramos que resumir sus teorías en una frase ésta sería "respeto por los ritmos y las necesidades de los niños". Para muchos es sólo una teoría más, una moda o manera de educar que podría ser pasajera. Para muchos otros, en cambio, es el modo óptimo de educar a los niños y, curiosamente, son cada vez más los padres que siguen esta filosofía y, lo que es más importante, son cada vez más los psicólogos, educadores y estudiosos que están dejando atrás los consejos y métodos autoritarios para dar paso a otros más respetuosos, muy vinculados con la teoría del apego de Bowlby.
Toda esta introducción es para deciros que en mi casa nos subimos a ese carro desde el principio, desde hace siete años, y que tengo la sensación de que criar con apego cuando tienes un niño es muy fácil, cuando tienes dos niños es plausible y cuando tienes tres la cosa se complica. Quizás sea cosa mía, quizás sea cosa de mis hijos o quizás sea generalizable y por eso pregunto: ¿Es posible criar con apego cuando tienes tres hijos (o más)?
Yo soy el cuarto de seis hijos
En mi casa fuimos seis y para resumir un poco el estilo de crianza que llevaron conmigo, me crió mi madre, aunque sobretodo me crié solo, pero con todos. Mi padre llegaba a casa y desaparecía en el salón, donde se dedicaba a ver la tele para descansar del día de trabajo. Mi madre nos crió y educó lo mejor que pudo, pero yo personalmente la eché a faltar en muchos momentos (y a mi padre también, pero es difícil echar de menos algo que nunca has tenido). No le reprocho nada a mi madre porque era el cuarto, porque sólo fui el pequeño durante dos años y porque yo era el niño soñado. No hacía ruido ni para llorar, así que siendo el cuarto y calladito, recibí poco calor humano materno.
De haber sido de otro modo quizás mi madre no hubiera tenido el quinto ni el sexto, a saber. El caso es que a veces me preguntó cómo lo hizo ella, que tuvo el doble de hijos que yo y, aunque no encuentro la explicación plausible sí veo dos diferencias, en mi casa hablamos más con los niños que lo que ella lo hizo (pobre mujer, sólo le faltaba que además de llevar la casa, la comida, los recados, llevarnos y recogernos de los colegios y todo lo demás tuviera que andar buscando el momento de adivinar nuestras inquietudes) y mis hijos son más intensos de lo que éramos nosotros, y desgastan bastante más, yo creo. Nosotros estábamos más cohibidos por eso de "ya veréis cuando venga vuestro padre" y en efecto, cuando venía, nos "educaba" (le teníamos miedo) y luego desaparecía en el salón.
Ahora los padres nos preocupamos más por el bienestar emocional de nuestros hijos, somos más conscientes y más activos a la hora de educar y, además, los niños, siendo más libres para expresar sus emociones y sus deseos (están menos cohibidos porque nadie les castiga ni les pega), son más "rebeldes", más ellos mismos, y la suma de todo ello hace que ser padre ahora sea más agotador.
De padres y madres conscientes y respetuosos, de noche
Yo no sé vosotros, pero yo no recuerdo ni una noche en la cama de mis padres. No digo que no me hubiera gustado, seguro que me habría encantado, pero si sucedió, ni lo recuerdo. Quizás yo era uno de esos niños que los metes en la cuna y se duermen solos, no lo sé. Lo que sí sé es que mis tres hijos no son así. Siempre nos han necesitado para dormir, han dormido (o duermen) con nosotros, cada noche nos dan las once o más para conseguir que cierren los ojos (llevan unas mejor que las alcalinas, oye) y hay noches que uno acaba durmiendo hasta en tres sitios diferentes.
No lo digo como queja, uno lo hace entre encantado (cuando puede dormir toda la noche en su cama) y resignado (cuando pasas malas noches) y sabedor de que el tiempo todo lo cura, pero no es lo mismo tener uno, que está en tu cama o en la suya, pero lo tienes controlado, que tres, que cuando uno está bueno está malo el otro, cuando no lo están los tres. A más niños, más riesgo de dormir mal y, a más noches durmiendo mal, más riesgo hay de día de perder la paciencia.
De padres y madres conscientes y respetuosos, de día
Como digo, tener un hijo y criarlo con apego, pasando tiempo con él, jugando, ofreciéndole estímulos, hablándole, dialogando cuando ha hecho algo mal, corrigiendo, explicando y volcándote en él los primeros años es relativamente fácil (quizás los que tengáis uno me digáis que no, que no es nada fácil, y estoy de acuerdo, pero relativizo a mi situación actual, con tres, y la diferencia es evidente). Luego crece, razona, cumple 4 ó 5 años y a partir de entonces incluso empieza a dormir bien, descansando todos más, compartiendo charlas, risas y actividades y haciéndolo todo más fácil y llevadero.
Ahora bien, cuando esto tienes que hacerlo con dos te das cuenta de que en muchos momentos te tienes que repartir. Quieres hablar con el uno pero te llama el otro, te tumbas a jugar con el otro y resulta que el uno quiere contarte algo. El uno quiere que le escuches, pero el otro considera que lo suyo es más importante. El otro se pelea con el uno porque él quiere hablar, pero el uno se pelea con el otro porque él también debe decir algo.
Es normal, hay interacción entre padres e hijos y a medida que crecen interacción entre los dos hermanos. Hay rivalidades, hay imitación del uno al otro, hay sensación de desprecio cuando la gente se centra en el chiquitín y se olvida un poco del grande, hay ganas de tiempo con los padres y, hasta que inventen el duplicador de padres, o estás con uno, o estás con el otro o con los dos a la vez.
Es decir, la cosa se complica un poco y empiezas a perder lo que ningún padre querría perder (pese a que es normal), el control. Y no hablo de ponerte a gritar como un poseso, sino que de repente te das cuenta de que muchas de las cosas que pasan ya no las puedes controlar. Cuando sólo tenias uno era más fácil, siempre podías encontrar un momento para estar con el niño y solucionar los problemas en el momento. Con dos, la cosa se pone más difícil.
Entonces llega el tercero
Entonces resulta que llega el tercero y te desmorona la parada. Para mí fue mucho más duro el paso de dos a tres hijos que de uno a dos. Vuelves a tener un bebé (parecía que eso ya estaba superado), sigues teniendo al de 3, que te necesita aún mucho y que aún necesita mucho diálogo, mucho tiempo juntos y muchas atenciones y sigues teniendo al de 6, que es muy autónomo, pero sigue necesitándote para muchas cosas.
Uno que quiere que juegues con él, el otro que se ha dado un golpe y viene llorando, el pequeño que llora porque quiere a mamá, que ha hecho algo tan "terrible" como meterse en la ducha, el del golpe que sigue llorando aún cuando le haces caso, el mayor que decide irse porque ahí nadie le hace caso, la cena sobre la mesa, "¡venga, a cenar!", uno que no le gusta no sé qué, otro que "no me dejas pasar hasta mi silla, aparta por favor", el pequeño que sigue llorando porque cree que mamá ha traspasado el sumidero de la ducha y no volverá jamás, el mediano que pierde los papeles y empieza a hacer uso de las manos porque como no podía pasar se ha hecho daño con la pared y decide que es más fácil desahogarse con su hermano que explicar por qué está molesto, el otro que se rebota y tú ahí oyendo a los tres, riéndote porque te parece mejor que llorar. Otros días, en una situación parecida, tu cerebro no está como para reír y se bloquea. Peligro.
Peligro porque cuando un cerebro adulto se bloquea entra en funcionamiento el piloto automático, el estado de emergencia, la reserva, esa que lleva gasolina del fondo, la más sucia, la más impura, la que hace que todo funcione renqueante: ¡Basta! Aparecen las reminiscencias, aparece tu padre, tu madre, el profesor que gritaba, todo aquello que mamaste y que forma parte de tus recuerdos y que creías haber controlado con tu raciocionio. Aparece la emoción desagradable y el diálogo, la comprensión, la paciencia, las buenas maneras y el ejemplo de la madre de Caillou (que llega a la cocina, se lo encuentra todo perdido y mantiene la compostura) se van al traste.
Lo dije hace unos meses... no tendré un cuarto hijo porque los niños necesitan tiempo, porque crecen, maduran, cambian y necesitan cosas muy diferentes a las que necesita el bebé que podría entrar en casa en ese momento. Y los míos, como digo, son de mucho necesitar, probablemente porque nosotros, los padres, somos de mucho dar. Necesitan cariño, necesitan que les hablemos, que les escuchemos, necesitan querernos y sentirse queridos y necesitan nuestro tiempo: el otro día me dijo Jon, el de 7 años, que recordaba cuando, de pequeño, jugaba mucho con él. Se me cayó el alma al suelo porque es cierto, hace mucho que no me siento con él a jugar a nada durante un buen rato (sí a ratitos), hace mucho, porque ahora comparte juego siempre con Aran, el mediano, o juega solo, y mientras tanto hay que estar por el resto y por las cosas del día a día.
El mediano, por cierto, es lo que se podría decir un niño "potente". Es cariñoso a rabiar y es muy respetuoso, tiene claro lo que quiere y no quiere, es imaginativo, creativo y con un gran carácter. A esto me refiero. Tiene 4 años y nos hace saber a menudo que nos necesita, que necesita esa crianza con apego de la que hablamos (y sí, con "nos hace saber" me refiero a que saca a relucir su carácter).
Y luego queda el pequeño, que ya tiene 16 meses y, además de caminar, es capaz de desmontarte la casa en poco menos de diez minutos. Hace unos días me llamaron de una empresa de derribos preguntándome cuándo podría incorporarse en su plantilla. Pues bien, hay días que tienes la sensación que más que crear o criar, lo único que estás haciendo es apagar fuegos. Y al final no hay nada que arda, oye, pero se queda todo mojado y hecho un asco... y no es ahí donde uno quiere vivir (que la humedad cala los huesos).
Qué fácil aconsejar cuando tienes sólo uno
Hace unos días hablaba con una conocida, madre de un hijo, sobre los niños (tema recurrente cuando los tienes) y le conté alguna de esas en que pierdes los nervios sin quererlo y se tomó la libertad de darme consejos, esos mismos que llevo yo tiempo dando: calma, paciencia, mucho diálogo, más paciencia, cariño, pasar tiempo con ellos, ser cómplices, buscar intereses comunes, etc.
Le agradecí las palabras (qué menos, al menos no me dijo que les castigara) y me quedé con las ganas de decirle algo como "tú tienes uno solo, ¿no? Cuando tengas tres hablamos".
Si en mi casa fuéramos tres, sólo tres, mamá, Jon y yo, llevaría tiempo gritando a los cuatro vientos que criar a un hijo es muy fácil, que criarlos con apego es la mejor manera de hacerlo, que la vida puede ser maravillosa y que es muy posible cambiar el modo en que nos educaron por uno mejor (sería como esa madre, vamos). Sin embargo tengo tres y, aunque más o menos hago lo mismo, porque sigo pensando que criar con apego es la mejor manera de hacerlo y por eso lo explico aquí, en Bebés y más, en este último año he perdido la paciencia en más ocasiones que en los anteriores seis, he tenido que pedir disculpas a mis hijos más que nunca (por eso del cerebro bloqueado) y me he dado cuenta de que cuantos más niños tienes más difícil es hacer las cosas como querrías hacerlo.
Ojo, la premisa del respeto sigue ahí, pero en más de una ocasión he acabado siendo más "mis padres" que yo mismo, y esto no había pasado hasta ahora. Por suerte tengo claro que el tiempo pasa, que los niños crecen, se hacen más autónomos y más capaces de razonar y que todo se vuelve un poco más fácil, porque al ser menos bebés queda más tiempo para estar por ellos y porque al ser más mayores son capaces de respetar el turno para hablar, de estar contigo sin la necesidad de contarlo todo ya, pero ya, y porque son más capaces de expresar sus sentimientos y sus frustraciones sin liártela parda.
Ahí andamos, esperando con paciencia, y dándoles tanto cariño como podemos, a que lleguen esos días en que pueda volver a tener tiempo para los tres y pueda disfrutar de ellos un poco más. Ojo, quizás parte de la culpa sea mía, que este año abrí demasiados frentes en mi vida, y todo suma. Quizás de no haber sido así todo habría sido más fácil en casa y mi paciencia hubiera sido mayor. Por eso os lo pregunto... me gustaría saber vuestra opinión: ¿Es posible criar con apego cuando tienes tres hijos (o más)?
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