La obesidad es un problema en aumento en los países desarrollados y afecta también a los niños y adolescentes; de hecho, es considerada como "la epidemia del siglo XXI". Y es que desde 1975 la obesidad casi se ha triplicado en el mundo. La OMS calculó en 2016 que había más de 340 millones de niños y adolescentes con sobrepeso u obesidad y, en la franja de los menores de 5 años, 41 millones tenían este problema.
En nuestro país, el estudio Aladino de 2019 (estudio sobre la alimentación, actividad física, desarrollo infantil y obesidad en España) estimó que en los niños entre 6 y 9 años la prevalencia de sobrepeso era del 23% y la de la obesidad del 17,3%.
Como veremos a continuación, las definiciones de obesidad y sobrepeso en la infancia difieren un poco de las de los adultos. Y, por suerte, los padres podemos hacer mucho para prevenir y/o revertir la obesidad de nuestros hijos.
¿Qué entendemos por sobrepeso y obesidad?
El sobrepeso y la obesidad se define como un acúmulo excesivo de grasa en el cuerpo. Para estimar el contenido de grasa del cuerpo se utiliza el índice de masa corporal (IMC) que se obtiene de dividir el peso (en kg) entre la talla (en metros) al cuadrado.
En adultos, un IMC igual o por encima de 30 se considera obesidad y entre 25 y 29 sobrepeso. En niños, el IMC varía según el crecimiento, por ello se han elaborado tablas con los IMC en función del sexo.
Actualmente, para los menores de 5 años, la OMS define sobrepeso como un peso para la estatura con más de 2 desviaciones estándar por encima de la mediana para su edad y sexo, y obesidad si supera 3 desviaciones estándar.
Entre los 5 y los 19 años se considera que un niño tiene obesidad si su IMC está por encima del percentil 95 para su sexo y edad (o 2 desviaciones estándar); y sobrepeso si su percentil está por encima del percentil 85 (o una desviación estándar).
Algunos pediatras españoles prefieren en cambio usar gráficas específicas para población española y ponen el corte en peso mayor a percentil 90 para sobrepeso y superior al percentil 97 para obesidad.
¿Cuáles son las causas de que un niño tenga sobrepeso y obesidad? ¿Existen factores de riesgo?
En una minoría de casos, la obesidad se debe a una enfermedad, por ejemplo una enfermedad endocrina, una patología que afecte al sistema nervioso central o una enfermedad hereditaria; también puede estar asociada a un síndrome genético (como el síndrome de Prader-Willi entre otros).
Lo más frecuente, sin embargo, es que se deba a un desequilibrio entre las calorías que ingerimos y lo que gastamos, es decir, comemos más de lo que luego "quemamos". Hablamos entonces de obesidad exógena.
Existen además ciertos factores de riesgo:
El sexo. Las tasas de obesidad son mayores en varones que en mujeres.
Factores genéticos. Se ha visto que el riesgo de ser obeso es mayor si uno de los padres es obeso (se multiplica por 3) y muy superior si ambos padres son obesos (se multiplica por 15). Cuesta determinar si se debe a la genética o a factores ambientales, pues con frecuencia la alimentación y el estilo de vida de hijos y padres es similar.
El peso al nacimiento. Los bebés macrosómicos (con un peso superior a 4 kg) podrían tener más riesgo de padecer obesidad en la infancia y la edad adulta. También aquellos pequeños para la edad gestacional que tienen una rápida ganancia de peso durante los primeros meses de vida.
La alimentación en los 1000 primeros días de vida. Parece que la alimentación desde la concepción y durante los 2 primeros años de vida (que equivale a 1000 días) guarda relación con la salud a largo plazo. Así, una nutrición óptima durante esta etapa podría prevenir la obesidad, la diabetes y la hipertensión.
La lactancia materna tiene un demostrado papel protector frente a la obesidad. Se ha visto que los niños amamantados tienen menos riesgo de desarrollar obesidad que los alimentados con fórmula y esto parece incrementarse con la duración de la lactancia materna.
En cuanto al consumo de proteínas, varios estudios han hallado relación entre una elevada ingesta de proteínas, especialmente a base de lácteos y proteínas y de origen animal, durante los dos primeros años de vida y obesidad posterior.
La alimentación. Está claro que la alimentación está relacionada con la obesidad. Así, tomar lactancia materna, el consumo frecuente diario de frutas y verduras y un contenido en grasas menor del 35% son factores protectores mientras que el consumo de bollería, azúcares refinados o un consumo de grasas superior al 38% de las calorías diarias son factores de riesgo para padecer obesidad.
La actividad física. Una actividad física moderada es un factor protector frente a la obesidad. Por el contrario, hacer poco ejercicio físico o pasar más de 3 horas al día viendo la televisión incrementa el riesgo de obesidad. Y es que el aumento de las cifras de obesidad que hemos experimentado en las últimas décadas se debe, en parte, al estilo de vida más sedentario que llevamos actualmente.
El sueño también está relacionado con la obesidad. Una menor duración del sueño se relaciona con un mayor riesgo de obesidad infantil. En el estudio Enkid, por ejemplo, se vio que el grupo de los niños que dormían 10 horas al día tenía menos prevalencia de obesidad que el grupo de los niños que dormían 7 horas al día.
La sociedad. La sociedad en la que vivimos actualmente, con un estilo de vida más sedentario, trabajos menos activos, tecnologías al alcance la mano... también favorece la obesidad. La publicidad dirigida a niños de alimentos poco saludables así como el menor precio de estos productos hace que su consumo haya aumentado considerablemente.
¿Cuáles son las consecuencias de tener exceso de peso?
Tener obesidad está relacionado con numerosos problemas tanto psíquicos como físicos. A nivel psicológico, los niños obesos asocian más problemas de autoestima, problemas de relación con sus compañeros, de depresión y fracaso escolar.
A nivel físico, los niños con sobrepeso tienen menos tolerancia al ejercicio físico (se fatigan más), asocian trastornos respiratorios durante el sueño (hasta un 40% de los casos) y pueden sufrir problemas articulares.
Además, los niños obesos tienen más riesgo de sufrir diabetes mellitus tipo 2, hipertensión, hipercolesterolemia y enfermedades cardiovasculares.
No sólo eso, la obesidad también se ha relacionado con una mayor incidencia de cánceres en la edad adulta (colon, endometrio, hígado...).
Si mi hijo/a es obeso o tiene sobrepeso, ¿necesitará alguna prueba?
Lo primero que hacemos los pediatras ante un niño o niña con sobrepeso u obesidad es una buena historia clínica: preguntar por hábitos de vida, alimentación, otros posibles síntomas asociados...
Es fundamental también realizar una exploración física completa. En algunos casos puede ser necesario realizar una analítica de sangre, para descartar posibles causas orgánicas de la obesidad (es decir, que se deba a una enfermedad) así como problemas derivados del exceso de peso (hipercolesterolemia, resistencia a la insulina o diabetes...).
A algunos niños se les realizará además una edad ósea. Consiste en realizar una radiografía de muñeca para ver el desarrollo del esqueleto óseo; los niños con obesidad tienen con frecuencia una edad ósea adelantada.
¿Podemos tratar la obesidad?
El tratamiento de la obesidad debe abarcar varios frentes y es más sencillo si todos los miembros de la familia, así como la escuela, se implican. En ocasiones es necesario un abordaje multidisciplinar que implique a varios especialistas médicos.
Por un lado, debemos mejorar la alimentación para recuperar ese equilibrio entre las calorías que ingerimos y las que gastamos. Comer variado, ofrecer a diario frutas y verduras, evitar alimentos ricos en grasas y/o azúcares... La composición de la dieta debe ser aproximadamente de un 50% de hidratos de carbono, un 20% proteínas y un 30% grasas.
En general, en niños prepúberes se recomiendan dietas normocalóricas y, especialmente en menores de 2 años, no se recomiendan las dietas bajas en calorías (hipocalóricas). Respecto a los líquidos, lo ideal es beber agua y leche (la cantidad diaria recomendada en función de la edad).
Por otro lado, debemos potenciar el ejercicio físico y evitar el sedentarismo.
En algunos casos, especialmente si hay alguna otra enfermedad asociada, podría ser necesario el uso de fármacos así como tratamiento por parte de diferentes especialistas. En casos muy severos, podría estar indicada la cirugía (bypass gástrico, banda gástrica...).
¿Qué podemos hacer como padres para prevenir la obesidad?
El mejor tratamiento de la obesidad infantil es la prevención. Y, como hemos visto, debemos empezar ya en el embarazo.
Mantener una buena alimentación durante el embarazo y un estilo de vida saludable. Evitar el tabaco y la cafeína, que pueden afectar al crecimiento de bebé.
El mejor alimento para nuestro bebé durante los 6 primeros meses de vida es la lactancia materna, y la recomendación actual es mantenerla posteriormente hasta los 2 años o más acompañada de otros alimentos.
Ofrecer alimentos variados y saludables desde el inicio de la alimentación complementaria. La composición de la dieta debe ser un 50% de las calorías en forma de hidratos de carbono, un 30% grasas (de las cuales no más de un 7-10% deben ser saturadas) y un 20% proteínas. Una buena manera de elaborar comidas saludables es el plato de Harvard; esto es, que en cada comida la mitad del plato corresponda a fruta y verdura, una cuarta parte a cereal (grano, si es integral mejor) y otra cuarta parte a proteína. Para beber, agua (o leche en las cantidades recomendadas para su edad). Evitar alimentos ultraprocesados, comida rápida, bebidas energéticas o refrescos.
Establecer desde el inicio unos hábitos de comida saludables. Siempre que se pueda, comer en familia; no se debe comer con pantallas. No usar la comida como premio ni como castigo.
Es fundamental respetar las señales de hambre y de saciedad de nuestros hijos. Desde que nacen (salvo puntuales excepciones), son capaces de regular su ingesta. Debemos evitar esa obsesión por dejar el plato limpio, ese afán porque se lo coman todo. Obligar a los niños a comer ha demostrado que no sólo no logra el objetivo (los niños a los que se les obliga a comer ingieren a la larga menos alimentos saludables como fruta y verdura) sino que puede ser contraproducente, favoreciendo la aparición de trastornos del comportamiento alimentario como la anorexia y la bulimia.
Como padres, no debemos obsesionarnos con las medidas de nuestros hijos. En muchos entornos, un niño rellenito es sinónimo de saludable y hay muchos padres obsesionados con que su bebé gane mucho peso. Sin embargo, una rápida ganancia de peso en al infancia de ha relacionado con obesidad a largo plazo. Tampoco debemos estar muy pendientes de los percentiles. El percentil tan sólo es una medida estadística que indica dónde se encuentra nuestro hijo en relación a otros, es decir, cuántos niños de su edad y sexo pesan más o menos que él. No es mejor un percentil 80 que un 10. El percentil debe interpretarse a lo largo del tiempo y debe valorarse en conjunto con la talla y en el contexto familiar.
En Bebés y más | Comer en familia y seguir una dieta mediterránea reduce la obesidad en los adolescentes y previene trastorno alimentarios