La realidad es que, aunque ya se detecta obesidad en bebés y en niños menores de seis años, el problema se agudiza a partir de esa edad, pues ni los colegios, ni los padres, ni la sociedad están actuando de forma realmente efectiva y siguen faltando medidas reales contra el sobrepeso infantil.
Ahora, cuando vuestros hijos son todavía pequeños, se puede hacer mucho, pero también es preciso pensar en el futuro y conocer las causas de esta epidemia.
El niño y su entorno
Aunque en muchos colegios ya se ha prohibido la venta de bollería industrial sigue siendo la merienda que los pequeños se llevan al recreo en muchas ocasiones, o lo que sus madres les dan a la salida de clase.
No es una buena opción prepararles "actimeles", ni zumos de tetrabrik cargados de azúcar, ni refrescos, ni bollos. Unos frutos secos, una pieza de fruta o un bocadillo de pan integral con un relleno bajo en grasa serían mucho más adecuados.
Ni los cereales de desayuno son los mejores alimentos para los niños, pues tienen exceso de azúcares y grasas. Lácteos, frutas, proteínas animales o vegetales, pan integral son mejores opciones. Nos hemos acostumbrado a desayunos dulces, pero estos no son necesarios y siempre será mejor un huevo cocido o un plato de lentejas que un bollo cargado de grasas trans.
En los comedores, aunque se cuida la calidad nutricional, sigue percibiéndose un exceso de fritos y de carne y pescados rebozados, muchas veces en los que calidad de la grasa no es la mejor.
Además, la escuela también es un factor que puede prevenir la obesidad con medidas educativas y unos menús con más frutas y verduras.
Los hábitos alimentarios familiares son fundamentales. Los niños no deberían comer más que excepcionalmente productos procesados (pizzas congeladas, palitos de pescado, bollos industriales), ni acudir a los establecimientos de comida "basura" y en casa habría que priorizar los vegetales, frutas y cocinar con aceite de oliva si es virgen, mejor que mejor.
Hábitos saludables
Siempre dentro de la lógica podemos adaptar estas recomendaciones a nuestro caso particular. Mi hijo, por ejemplo, es delgado de siempre, incluso ahora que come ya la misma cantidad que un adulto. En su caso, cuidando igual la calidad de las grasas, mantener el azúcar controlado y darle fruta y verdura en cantidad, la preocupación por la obesidad es menor que la que hay en un niño que ya está claro que tiene exceso de peso y que hace muy poco ejercicio. Pero siempre hay que cuidar los hábitos saludables.
En el cole tienen clases de educación física y muchos niños van a extraescolares, sin embargo, la verdadera carencia de ejercicio físico no se atenúa con esto, pues lo que los niños realmente necesitan para desarrollar su cuerpo es juego sin restricciones y al aire libre, menos televisión y juegos de ordenador, más tiempo con su familia y descansar adecuadamente.
Cambiar la sociedad para mejorar la salud de los niños
La ingesta excesiva de azúcar, grasas saturadas y sal es una bomba para la salud, para los mayores, pero mucho más para los niños. Esto, unido al estrés, la falta de tiempo libre para jugar, los horarios y la ausencia de los padres muchas horas del día y de unos correctos hábitos alimentarios en la familia condena a los niños a la obesidad y el sobrepeso. La sociedad debe cambiar para mejorar la salud de los niños.
La conciliación de la vida familiar con la escolar y laboral sería una solución real, que permitiera que los niños crecieran más libres y más acompañados, con menos tele de niñera, menos deberes y obligaciones, y más tiempo de juego con otros niños y con sus padres. Conciliar es invertir en salud física y emocional de las futuras generaciones, entendiendo la conciliación como el tiempo compartido de la familia, no como tener más y más horas a los niños en instituciones.
Prohibir la publicidad de alimentos para el público infantil
Y con esto llegamos al último punto, en el que creo que habría que exigir medidas realmente serias: la publicidad de los alimentos para el público infantil.
Se habla de restringirla, cuidar mucho sus contenidos, evitar los regalitos promocionales y controlar que no se realice publicidad engañosa prometiendo reforzar su salud, su sistema inmunitario o presumiento de cualidades nutricionales reforzadas. No vale de nada, no se cumple y no se consigue cambiar la tendencia cada vez más agresiva de estas campañas.
Prohibir la publicidad de todos los alimentos procesados dirigidos al consumidor infantil: leches artificiales, potitos, yogures para niños, comida basura y bollería, es la única solución que realmente tendría efecto. Prohibirla radicalmente, esa es mi propuesta.
Si queremos proteger a nuestros hijos del sobrepeso y la obsesidad no valen ya medidas tibias, ni que contenten a intereses comerciales que están devorando la salud de los niños. Es hora de tomar medidas reales para que las tasas de sobrepeso infantil se reduzcan.
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