Estamos acostumbrados a que se realice la introducción de nuevos alimentos en la dieta del bebé mediante papillas y purés. Pero ¿hace realmente falta dar papillas a los bebés? ¿qué comían los primeros bebés humanos?
Hoy en día, según el pediatra o el centro médico nos encontramos con que se nos entrega una lista de alimentos que debemos ir dando al niño. Los bebés amamantados no deberían introducirse en la alimentación complementaria antes de cumplirse su sexto mes de vida pero esto no siempre es seguido por los profesionales. Unos te mandan los cereales con leche, otros las papillas de frutas y otros las verduras. Si hablamos de las pautas y recomendaciones en cada país, las diferencias pueden ser notables.
En realidad no importa demasiado con que clase de alimento empecemos, siempre que lo hagamos en la edad adecuada y siguiendo una pauta que permita detectar intolerancias, introduciendo los diferentes productos de forma paulatina. Usar alimentos naturales y no preparados industriales es una opción muy segura y sana que asegura los nutrientes, evita los añadidos innecesarios y sobre todo, permite al bebé descubrir sabores naturales.
Pero volviendo al tema del artículo. Papillas ¿si o no?
Para darle a un bebé alimentación sólida debe ser capaz de estar sentado y haber perdido el reflejo de extrusión. No debe haber trozos duros y los alimentos deben ser adecuados para su edad. Pero no hay necesidad de pasar todo por la batidora ni convertirlo en una papilla líquida. Los niños necesitan alimentos cuando están preparados para alimentarse con ellos.
Los bebés, en la tribus no occidentalizadas que se han estudiado, suelen tener una introducción de los alimentos a edades diferentes según la cultura. También los productos que se les dan como adecuados para descubrir los sólidos son completamente diversos y autóctonos.
Es curioso señalar que las madres suelen machacar con sus dientes los alimentos y dárselos medio masticados. Es más, los antropólogos consideran que este gesto es el origen del beso, símbolo de amor y reflejo de la pulsión erótica de la oralidad.
Asimismo, la cocción de los cereales machacados haciendo una especie de gachas es una de las primeras preparaciones culinarias que seguramente adaptaron los humanos una vez basaron su alimentación el los cereales típicos de cada zona. Por tanto no es erroneo suponer que los bebés tomarían la misma papilla de cereales que los adultos.
La cuestión del gluten, al que tanta importancia se le da en nuestra cultura y en nuestra medicina, no parece haber sido tema de reflexión antes, pero realmente la detección de la intolerancia al gluten es algo muy moderno ya que no resulta evidente.
De todos modos, actualmente, se está trabajando en nuevas investigaciones que parecen apuntar a que la introducción tardía del gluten en bebés alimentados con leche materna no es una cuestión tan evidentemente imperativa. Se valora que quizá sea más segura una introducción en cantidades muy pequeñas paulatinamente en vez de retrasar su uso Mejor dar una galleta de forma temprana que meter una papilla de trigo de golpe un poco más tarde. Es decir, más bien se señala que es conveniente introducirlo antes del destete y contando con el niño reciba leche materna seis meses de forma exclusiva como se aconseja desde los organismos de protección de la salud. Pero , por supuesto, no habría que darlo antes de los seis meses.
Si el niño toma lactancia artificial no he encontrado pautas diferentes y la mayor vulnerabilidad de su sistema digestivo posiblemente aconseje extremar las precauciones en esta cuestión. De todos modos, ya que toma leche artificial, posiblemente el usar cereales naturales en vez de productos procesados añada un valor nutricional natural a su alimentación.
Puesto que realizar estudios científicos completamente fiables en este tema del gluten es muy complicado creo que los datos sobre esta cuestión nunca quedarán claros del todo. Un estudio futuro puede desmontar lo anteriormente sostenido. Investigaré mas.
Los cereales y tubérculos feculosos que se usan tradicionalmente son maiz, arroz, trigo, avena, mijo, cebada, centeno, quínua, mandioca, patata, yuca y taro entre otros. Todos son válidos y en cada cultura se usan unos u otros. Ya en el Paleolítico consumíamos cereales pero con el Neolítico y la expansión de la agricultura se convirtieron en la base segura de la alimentación.
Asi que podemos deducir que nuestros bebés antepasados tomarían frutas maduras aplastadas, carne premasticada y gachas de cereales como primeros alimentos, aunque la leche materna sería la base de su alimentación, proporcionándoles los nutrientes esenciales, durante seguramente varios años.
Pero no todo eran desventajas en la introducción a los alimentos mediante la premasticación. Ahora no les damos los posibles beneficios de un alimento que ha sido ya modificado por nuestra saliva, lo que lo haría ya ser ingerido modificado, ayudando a su sistema digestivo inmaduro. ¿Qué pensaís al respecto? ¿Sabeís si a vuestros abuelos les daban comida masticada?
Aun así, las papillas resultantes de la cocción de tubérculos o cereal machacado son el alimento básico de muchas culturas, la premasticación sería para alimentos más duros. Sin embargo esta es una reflexión personal y me faltan datos para estar segura si hemos ganado o perdido con el cambio. Y no le aconsejaría a nadie volver a la costumbre de premasticar la carne o la fruta.
La textura de las papillas y purés es adecuada porque evita atragantamientos, pero no es la única opción. Aplastar entre los dedos limpios un plátano maduro, una pera o una zanahoria ofrece la posibilidad, desde muy temprano, de saborear una textura menos uniforme. También hay redecillas en las que se puede meter el alimento para que el bebé lo chupe, sin peligro alguno de atragantamiento, disfrutando del descubrimiento de la comida de un modo que no es simplemente abrir la boca para que le den una cucharada.
En el fondo, la alimentación sólida, tiene dos utilidades, ofrecer los nutrientes que la leche no cubre a partir de cierta edad y también poner a disposición del niño el placer de alimentarse, saborear y hacerlo por si mismo. No van a comer papillas toda la vida, así que cuando sea posible, y lo es en cada niño en diferente momento, hay que permitirle descubrir nuevas texturas para que pueda compartir lo antes posible los alimentos del resto de la familia y decidir de un modo mucho más activo los alimentos que va a tomar y la cantidad que necesita en cada momento.
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