Al inicio de la alimentación complementaria, muchas familias empiezan por las papillas y purés, pero también se puede ofrecer al bebé alimentos sólidos adecuados a su edad. En cualquier caso, tarde o temprano los niños acaban masticando los alimentos.
Y una de las razones por las que no conviene alargar la alimentación infantil a base de papillas es que la masticación es importante para el buen desarrollo del lenguaje.
Esto es así porque al masticar ponemos en marcha múltiples movimientos implicados en la articulación de los sonidos del lenguaje. Y es que, aunque no somos conscientes de ello, al hablar ponemos en funcionamiento muchos músculos.
La lengua, los labios, el velo del paladar… se mueven de múltiples maneras para poder emitir los distintos sonidos del lenguaje, y lo hacen de manera rápida y coordinada, formando múltiples combinaciones.
Si un niño “practica” los movimientos orales al masticar, esos músculos adquieren movilidad, fuerza, coordinación… lo cual repercutirá positivamente en la articulación de las palabras.
Puede que exista algún problema físico o psicológico para que la articulación fonética no evolucione normalmente, pero lo habitual es que el proceso sea gradual y completo, adquirido de forma natural, con los estímulos necesarios. Entre ellos, la masticación.
La precisión y la fuerza con que hablamos también dependen en cierto modo de la “práctica” y la destreza con que, desde pequeños, los niños empiezan a decir sus primeras sílabas, sus primeras palabras. Como decimos, la masticación ayuda a que este complejo proceso sea posible.
También ayuda a multiplicar los movimientos bucales el paso del biberón al vasito, de modo que este cambio (hay bebés que no llegan a usar el biberón) también conviene no dejarlo para muy adelante (también porque las tetinas conllevan algunos problemas si son usadas durante mucho tiempo).
Cuando crecen, podemos ayudarles con ejercicios de vocalización a perfeccionar su pronunciación, es algo que incluso los adultos podemos hacer con ese fin (alargar vocales, practicar con trabalenguas, hablar con un lápiz entre los dientes, leer en voz alta…).
Pero mucho antes de ello, la boca ha de estar preparada y la masticación es una aliada del buen desarrollo del lenguaje. Por eso, si tu hijo aún no ha dejado las papillas, tal vez sea un buen momento para empezar a explorar los sólidos…
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