Muchas veces me he encontrado con padres de bebés menores de un año que te dicen frases del tipo, a ver cuando crece un poquito, ojalá tuviera ya la edad del tuyo (mis hijos están entre los tres y los cuatro años) y a mí lo primero que se me viene a la cabeza es "no sabes lo que estás diciendo".
Entiendo que cuando tienes un bebé tan pequeño veas que tu vida transcurre entre pechos, cambios de pañal, paseos con el bebé en brazos e intentos, la mayoría de las veces vacíos, de que tu hijo diga alguna palabra reconocible. Creemos que cuando son mayores y empiezan a interactuar con su entorno la vida nos va a cambiar y todo será magnífico rodeados de niños soltando frases cómicas que juegan a la pelota, organizan picnics en casa y se quedan sorprendidos con nuestras habilidades. Y en cierta forma la vida cambia, hay aspectos que mejoran, reconozco que el tema de las interacciones con nosotros es un gran punto a favor del crecimiento, pero existen también algunos aspectos de nuestros pequeños que pueden volvernos locos y de los que no te advierten.
Una de las cosas que siempre les cuento a aquellos amigos con niños pequeños que sienten "envidia" de unos niños más mayores es que pasas de días de silencio y noches ruidosas a un ruido constante todo el día. Si hay algo que define a un niño de dos a cinco años es que su capacidad para estar en silencio es extremadamente limitada y tremendamente escasa en duración. De hecho, te pones en tensión el día que hay un excesivo silencio en casa, pues sabes que es una señal de que algo se está cociendo y por lo general no te va a gustar.
A continuación expondremos algunas de las actitudes de nuestros pequeños que la Doctora Tovah Klein, madre de tres niños y Directora del Centro Barnard College For Toddler Development se ha pasado estudiando, en niños entre los dos y los 5 años de edad, durante más de 20 años. Su método se basa en la creencia de que los niños no son adultos en miniatura, sino pequeños individuos llenos de ansias de conocimiento.
Carecen del sentido del tiempo
Algo que es bastante frustrante para los padres es la velocidad a la que hacen las cosas. En una sociedad marcada por los horarios, encontrarte con alguien a quien le importa bastante poco pasarse 15 minutos observando la vida de una hormiga mientras tu vas cargado con las bolsas del supermercado, o tardar en recorrer el camino de tu portal a la parada de autobús, que no son ni 200 metros más de 20 minutos porque ha decido observar y catalogar todas y cada una de las manchas del suelo que encontremos por el camino.
Otra de las cosas que un niño no entiende es el "cinco minutos más de tele", "mañana te lo compro". No lo entienden simplemente porque su cerebro carece de las estructuras necesarias para su comprensión, poco a poco, con el tiempo y la repetición irán entendiéndolo, pero no va a ser hoy. Los niños viven en el presente y si nosotros les decimos que salimos en cinco minutos, lo que van a entender es simplemente que no vamos a salir ahora.
Para ellos todo es poder y controlar
Si observamos el mundo desde su perspectiva veremos que no hay mucho que puedan decidir o hacer, les decimos que tienen que comer, que deben ponerse, cuando tienen que jugar y cuando tienen que dormir. Por ello, siempre están en una lucha continua por hacer cosas ellos mismos. Las capacidades de decisión se forman en estas edades, por tanto es muy importante para su futuro que puedan ir aprendiendo a decidir por ellos mismos, algo que a muchos de nosotros nos cuesta entender. Darles algunas opciones en las que puedan intervenir y decidir por ellos mismos les ayudará en su futuro.
¿Qué podemos hacer? A la hora de vestirse podemos preguntarles por ejemplo, qué zapato quieren ponerse primero, el izquierdo o el derecho. Si salimos al parque podemos decirle que elija por qué camino quiere ir, por qué acera o por qué paso de cebra quiere cruzar. Si conoce los colores de los semáforos y su significado podemos pedirle que nos diga cuando debemos cruzar la calle. Todo esto hará que aumente su autoestima y vaya encontrando su pequeño hueco en el mundo.
La felicidad no está en intentar hacerle feliz
Puede sonar obvio, pero los niños son felices cuando se sienten seguros. Tener empatía con ellos les ayuda a superar las situaciones frustrantes de su vida. Por ejemplo, si se acaban las patatas de la bolsa y tu hijo empieza a llorar pidiendo más, podemos ir y comprar otra bolsa o intentar empatizar con él y enseñarle a manejar la situación, enseñarle a darse cuenta que puede vivir sin las patatas, que no es el fin del mundo (algo bastante difícil de entender para ellos)
Necesitan tropezar y caer
Como padres, intentamos evitar los males que acechan entorno a nuestros hijos y así debe ser, en cierta manera. Está bien que evitemos las situaciones que pueden causar graves daños a nuestros hijos, pero tampoco debemos crear un mundo de algodones.
Crecer y desarrollarse está ligado a las debilidades, deslices y vulnerabilidades, caerse y cometer errores. Un niño no puede avanzar a menos que ellos cometan errores, porque a través del ensayo y error es lo que nos ayuda a tomar riesgos. Y en la vida es todo gira acerca de la toma de riesgos.
Todas las cualidades que nos vuelven locos son las que más van a necesitar en el futuro
La independencia de nuestro hijo, la curiosidad, la persistencia, su terquedad, incluso su pasión nos pueden poner de los nervios. Situaciones en las que parece que no escuchan, que da lo mismo qué les digamos, ellos se empeñan en hacerlo a su manera. Todos esos rasgos que hoy intentamos corregir van a ser los rasgos que le ayudarán a ser un adulto en el futuro. Será mejor que lo tomemos como una roca en bruto que se irá puliendo con el paso del tiempo hasta convertirse en una preciosa gema.
Así que sólo puedo decir que la mejor medicina para estas edades es la paciencia, que cada etapa tiene sus cosas buenas y malas, pero que no debemos perdernos ninguna.
Vía | popsugar.com En Bebés y Más | Desarrollo del lenguaje en el niño: de cuatro a cinco años, Los primeros seis años son vitales para el desarrollo emocional, según Punset