Jugar es fuente de aprendizaje y una actividad imprescindible para la felicidad y el desarrollo saludable de los niños. Tanto es así que la ONU reconoce el juego como un derecho fundamental de la infancia, al igual que el derecho a la educación o a la salud.
Los padres deberíamos alentar a nuestros hijos a jugar a diario, tratando de equilibrar el juego libre con el estructurado, facilitándoles oportunidades para experimentar, jugando con ellos con frecuencia, llevándolos al parque a diario o proporcionándoles juguetes que les permitan desarrollar su imaginación y creatividad.
Sin embargo, en los últimos años se viene observando una caída en picado del tiempo de juego en la infancia: los niños de hoy dedican menos tiempo diario a jugar que las generaciones pasadas y abandonan el juego de forma prematura. Y según alertan los expertos, esta tendencia está teniendo importantes consecuencias para su salud física y mental.
Los estudios demuestran que los niños juegan cada vez menos, y es preocupante
En 2009 se llevó a cabo un estudio sobre el papel del juego en el aprendizaje de los niños. En él participaron madres de 2.400 niños de 16 países distintos y las conclusiones fueron realmente sorprendentes.
Y es que a pesar de las diferencias culturales propias de cada país, la principal fuente de entretenimiento para siete de cada 10 niños era la televisión, por encima del juego libre y el aprendizaje experimental. De hecho, las madres entrevistadas coincidían en afirmar que la falta de juego estaba erosionando la niñez.
Esta misma idea fue recogida en otro estudio publicado en 2011 y que alertaba de una constante disminución del tiempo de juego libre en los niños en los últimos 50 años. En contrapartida, durante el mismo periodo de tiempo habían aumentado los problemas de ansiedad, depresión y estrés entre los niños, adolescentes y jóvenes.
Asimismo, y según otro estudio realizado por la consultora P.A.C. Research & Education especializada en comportamientos y análisis del consumidor, a los siete años los niños dejan de mostrar interés en los juguetes y empiezan a dedicar más tiempo a los dispositivos electrónicos, viéndose un abandono prematuro del juego a la edad de nueve años.
Si nos centramos únicamente en la tendencia de juego entre los niños españoles, vemos que la situación es muy similar a la de otros países de nuestro entorno. Así, en 2018 un estudio realizado para la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes informaba que el tiempo de juego se reduce a una hora y media al día, mientras que el de pantallas crece hasta las 30 horas semanales.
Además, comparaba la tendencia de juego en los años 50, 60 y 70, en donde era habitual encontrar a los niños jugando en las calles, algo que actualmente no suele verse.
Cómo afecta a la salud del niño la disminución del tiempo de juego
Como comentábamos al inicio, el juego es un pilar clave para el desarrollo durante la infancia. A través del juego, los niños comienzan a conocer el mundo que les rodea y también obtienen múltiples beneficios, entre los cuales podemos encontrar los siguientes:
- Ayuda a desarrollar sus habilidades motoras, sociales y emocionales.
- Estimula su imaginación y creatividad.
- Promueve habilidades que enseñarán a desarrollar la inteligencia emocional y la resolución de problemas.
- Favorece la autoestima y la capacidad de adaptación.
- Facilita la socialización y creación de nuevas amistades, así como el aprendizaje de otros como iguales.
Esto acaba repercutiendo en el bienestar emocional del niño, en la construcción de una sana autoestima y en su felicidad. De hecho, en 2023 se realizó un macro estudio que recogía toda la evidencia científica publicada hasta la fecha sobre cómo la disminución del juego en los niños estaba afectando a su bienestar mental.
Asimismo, dedicar cada vez menos tiempo a jugar también se ha relacionado con una disminución del tiempo al aire libre, con los consiguientes problemas para la salud que esto acarrea. No en vano, los expertos ya hablan de trastorno por déficit de naturaleza, que implica falta de concentración, ansiedad, estrés, aumento de enfermedades respiratorias, obesidad, hiperactividad o falta de vitamina D, entre otras consecuencias.
Por todo ello, los padres tenemos la misión de incentivar el juego en la infancia y procurar alargarlo el mayor tiempo posible, pues son incalculables los beneficios que tiene jugar para la salud física y mental a corto y largo plazo.