Publicamos el miércoles la primera parte de esta entrevista a la antropóloga María José Garrido y hoy continuamos hablando con ella.
Nos ha explicado como la crianza más amorosa se realiza en sociedades no violentas y, a la vez, las crianzas desapegadas son la base de las sociedades que practican la agresión y la guerra. Queremos profundizar sobre la manera en la que la crianza de los niños es determinante en la forma de sociedad en la que vivimos.
¿Se diseña la educación y la crianza para conseguir un ciudadano modelo?
Así es, cada cultura moldea a sus individuos a través de la crianza, favoreciendo ciertos valores en detrimento de otros.
En los países industrializados de Occidente, se fomenta la independencia, el éxito individual, la propiedad privada o la competitividad; mientras que en culturas tradicionales impera el concepto de comunidad sobre el individuo, por lo que se favorece la cohesión social.
Por eso, los valores que se alientan son la reciprocidad, la ayuda mutua, la cooperación y la solidaridad social. No hay duda de que todas las normas sobre crianza: lactancia, alimentación, cómo deben dormir, actitud hacia el llanto infantil, grado de contacto físico con los bebés, etc. no son producto de la casualidad, sino que tienen una función social.
¿Cuál era el papel de los padres en las sociedades tradicionales?
El de transmitir los valores del grupo. La primera socialización de los niños se produce en la familia, que constituye el primer contexto de referencia sobre el mundo. Nuestro concepto de nosotros mismos, de las relaciones humanas y del mundo, se gestan en la infancia.
Posteriormente puede atenuarse, pero la tendencia de nuestro carácter, la forma de gestionar emociones y nuestra cosmovisión, serán las que aprendimos en primer lugar. De ahí la importancia de la crianza, puesto que en la infancia está el germen de la sociedad del futuro.
Se habla mucho del paradigma de la cultura patriarcal, pero ¿existieron las culturas matriarcales o habría que matizar este concepto?
No hay consenso entre los antropólogos sobre si existen o han existido grupos matriarcales, cuestión que puede explicarse porque no se encuentran en ellos características de desigualdad de género tan marcadas como en los patriarcales.
Los grupos matriarcales parece que no han tenido una desigualdad de poder tan marcada como en el patriarcado. Pero, más que una primacía política de las mujeres, se trataría de colaboración en fines comunes por parte de hombres y mujeres.
Aunque su poder se extiende a los ámbitos económico y social, la tendencia es tomar las decisiones por consenso. En estos contextos, las mujeres son la base de toda la estructura social. Por ejemplo, se documentó entre los iroqueses (Brown, 1975), donde las mujeres controlaban la economía local siendo las propietarias de la tierra y controlando las alianzas.
En Malasia, en Negeri Sembilan, las mujeres han sido tradicionalmente las propietarias de los campos de arroz. En Indonesia, los minangkabau de Sumatra Occidental son matrilineales, así como los isleños trobriandeses del Pacífico Sur. Los ache de Paraguay son matrilocales, de forma que, después del matrimonio, la pareja convive con la familia de la mujer.
Por su parte, los nayar viven en la costa de Malabar en la India en grupos domésticos encabezados por las mujeres. Entre ellos, el marido y la mujer no comparten la misma residencia. Se trata de una sociedad matrilineal en la que cada uno de los miembros de la pareja vive con su grupo matrilineal.
En algunas sociedades de Indonesia, África occidental y el Caribe, también hay grupos matrifocales, cuya organización está centrada en la madre, ya que los varones están lejos durante largos periodos, aunque no se trate de un matriarcado en el sentido del patriarcado que conocemos, puesto que el poder político lo ostentan los hombres, aunque son los que ellas designan, como ocurre entre los Mosuo en China. También en China, los “na” poseen una estructura social de familias encabezadas por mujeres, sin esposos ni padres, compartiendo la misma residencia.
¿Sabemos algo de esas culturas sobre su crianza? Me refiero a las matriarcales, matrilocales o matrilineales y matrifocales.
Los minangkabau, por ejemplo, se caracterizan por un énfasis en incluir lo maternal en la vida cotidiana. Hacen de lo maternal el eje de la vida y del orden social. Entre los nayar, los niños son cuidados por el grupo, no conociendo en muchos casos su genitor.
Parece claro que en aquellas sociedades en las que las mujeres controlan los matrimonios y otros aspectos de la vida social, tanto mujeres como hombres tienen diversas parejas, la sexualidad es más flexible y se difuminan las responsabilidades de la crianza de los hijos.
¿Nació el patriarcado con la posesión de la tierra y la agricultura?
Aunque todas las sociedades humanas tienen algún tipo de división del trabajo basada en el género y en la edad, todo parece indicar que, a partir del Neolítico, hace 10.000-12.000 años, con la aparición y difusión de la agricultura, así como con la domesticación de especies animales, se produjo el comienzo del proceso de las desigualdades sociales.
Por un lado, al aumentar la producción de alimentos y su necesidad de acumularlos y gestionarlos, la población aumentó considerablemente, se volvió sedentaria y requirió que ciertos individuos controlasen este excedente de producción. Se pasó de la reciprocidad a la redistribución y, posteriormente, al intercambio de mercado, característico de los estados.
También requirió que se regularan las relaciones sociales, al pasar del tamaño de la banda a la jefatura, y de ésta al estado. Esto pudo ser el germen del patriarcado.
Con la agricultura se separó a la mujer de la producción por primera vez en la historia de la humanidad, comenzando la separación entre los ámbitos público y privado. La mujer fue quedando aislada de sus parientes y la sexualidad pasó a estar rígidamente controlada.
¿Los pueblos no agrícolas o no patriarcales son menos violentos?
Está comprobado que la guerra no es habitual en la mayoría de sociedades de forrajeros (cazadores y recolectores), que suelen ser grupos de tamaño reducido organizados como una banda, en los que el líder tiene más prestigio que poder político o económico.
También se ha comprobado que los sistemas en donde la filiación y la residencia se basan en la línea materna, la presión de la población sobre los recursos estratégicos es menor (no es necesario controlar la natalidad) y la guerra es poco frecuente.
Sin embargo, existe una clara relación entre patriarcado y violencia, a través de guerras, infanticidio femenino, asesinato por la dote, clitoridectomía, incluso en sociedades contemporáneas.
La violencia doméstica es un problema de escala mundial, favorecido por el aislamiento de las redes de parentesco extendido en las sociedades industrializadas. Así mismo, se ha comprobado que la estratificación de género se reduce notablemente en sociedades matrilineales y matrifocales.
¿Hay alguna cultura que podamos tomar como modelo para la crianza respetuosa de nuestros hijos?
En realidad podríamos retomar cuestiones de crianza que se han practicado de forma generalizada hasta hace no demasiado tiempo en nuestra cultura. Por ejemplo, en zonas rurales, la práctica de la lactancia prolongada ha sido común. Se trataría de recuperar el instinto, el sentido común y la confianza en nosotras y en nuestros hijos.
Por otra parte, hay elementos que se podrían adaptar de otras culturas, como la práctica del colecho hasta edades avanzadas, que es la norma del sueño infantil en Japón. Aunque sin olvidar que pertenecemos a una cultura con sus propios símbolos y valores, por lo que lo ideal sería buscar un equilibrio entre las necesidades biológicas de los niños y las necesidades culturales de los adultos.
Si hay que llevar a un niño a una guardería y no hay otra opción, podemos compensarle cuando estemos con él, entendiendo su necesidad de más tiempo con nosotros, por ejemplo. Cada cultura tiene sus razones y constituyen una adaptación a un medio concreto, que no podemos obviar.
Pero podemos buscar fórmulas para que eso no afecte al desarrollo y la salud infantil, al alterar sus necesidades fisiológicas y emocionales.
Me ha encantado entrevistar a María José Garrido, una antropóloga especializada en la antropología de la crianza, pero nos han quedado algunas cuestiones que tratar más a fondo, que pronto abordaremos.
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