Hemos hablado profundamente sobre las consecuencias emocionales de un aborto natural, que, en algunos casos, pueden desembocar en una depresión y precisar ayuda profesional psicológica post aborto. Para conocer mejor este proceso hemos entrevistado a la psicóloga y doula Paz Ferrer Ispizua, especializada en procesos de cambio, duelo y pérdida.
¿A que tipo de profesional debería acudir una mujer que sienta que no controla su proceso de duelo y cuándo debería hacerlo?
Un aborto es una situación muy dura y, frecuentemente, no se comprende bien y se minimiza. La muerte es un tabú en general, y más de un ser aún no nacido. En este sentido, lo más útil para una madre y, específicamente para una familia, que han perdido un bebé sería poder reconocer, elaborar e integrar la pérdida, y para ello puede ser necesaria intervención profesional, dado nuestro contexto socio-cultural. Esto no quiere decir que no se pueda elaborar un evento de este tipo sin ayuda especializada, ni que sea una “enfermedad”, sino que nuestras construcciones sociales lo dificultan enormemente.
Desde mi punto de vista, podemos necesitar “ayuda profesional” siempre que sintamos que no contamos con los recursos para afrontar eventos que forman parte del devenir natural de la vida: una separación, una muerte, un aborto, un cambio del tipo que sea, porque, aunque hoy día nos parezca que no es así, todas las personas tenemos recursos para afrontar y superar estos eventos, y crecer con ellos.
El trabajo terapéutico consiste en acompañar este proceso de descubrimiento y colaborar en él, de tal manera que la persona aprenda que cuenta con sus propios recursos, los reconozca y los utilice.
Este proceso puede acompañarlo también una persona “no profesional”, pero recurrir a alguien que se ha formado y que ha elaborado su propio proceso proporciona, normalmente, un mejor apoyo y mayores recursos. En este sentido, lo ideal sería recurrir no solamente a un profesional, sino a una persona que tenga interés, amor y formación por acompañar este tipo de procesos.
¿Cuáles son los signos de alarma?
Después de cualquier pérdida son normales la desesperación, el llanto, la rabia, la culpa, incluso la frialdad, y normalmente se va pasando de un estado a otro a lo largo del tiempo, incluso del mismo día.
El duelo es una herida abierta y, lo mismo que las heridas de la piel, tiene un proceso de cicatrización. Si todo va bien, si la herida está limpia, si no hay elementos “perturbadores”, los signos más extremos duran unos 6 meses. En términos generales, alrededor de los 2 años la herida ha sanado, aunque la “cicatriz emocional” siga ahí.
Los signos de alarma que nos pueden llevar a pensar que ese proceso natural de duelo se puede complicar suelen ser los extremos: frialdad, negación, seguir como si no pasara nada, comentarios del tipo “solamente eran unas células”, por un lado; pesadillas, llanto, rabia o culpa extremas y constantes, mantenidas más allá de los 6 meses, síntomas físicos como dolores, trastornos digestivos y alteraciones de la piel.
En general, tanto quien está “demasiado bien” como quien está “demasiado mal” durante mucho tiempo, porque al principio es lo normal y hay que dejarlo pasar, tienen posibilidades de estar desarrollando una complicación del duelo. Sin embargo, hay que tener cuidado con esto, porque también cada persona afronta su vida de diferente forma, así que es importante tener cuidado, cautela y cariño.
¿Qué pueden hacer la pareja y el entorno para ayudar a una mujer a buscar ayuda si ella lo rechaza?
Cuando se produce un aborto ambos miembros de la pareja, si era un bebé concebido en una relación, suelen acusar las consecuencias de diferente manera, y ambos necesitan apoyo y comprensión.
En cuanto al entorno, facilitar la expresión de los sentimientos, sin forzarlos (nada de “qué tal, cómo llevas lo del bebé, cuéntamelo no vaya a ser que se te esté complicando…”), estar ahí sin presionar y no minimizar.
Es frecuente que las personas que han sufrido una pérdida, sobre todo de un embarazo, no expresen lo que sienten porque les parece que en su entorno no les comprenden o piensan que su dolor es “ridículo”, que pueden tener más hijos.
Sin embargo, si una persona realmente rechaza el apoyo y la ayuda, lo único que se puede hacer es esperar y estar ahí para sostenerla cuando llegue al límite, ya que intentar “ayudarla” sin que ella lo desee la puede hacer sentirse infantilizada e, incluso, atacada. En resumen, el entorno debería estar atento pero tranquilo, cariñoso y comprensivo, pero respetando el proceso personal. A veces es positivo, también, que personas del entorno que hayan pasado por lo mismo cuenten cómo se sintieron, o dejar a su alcance alguna información al respecto sin explicitar necesariamente “léete esto, que te va a venir bien”.
¿Y al contrario, como puede una mujer hacer entender a su entorno que su dolor la ha superado?
Además de las señales que, por sí misma, una mujer puede mandar, ayuda mucho a los demás el que una mujer exprese con palabras su realidad. Esto no quiere decir necesariamente que todo el mundo lo entienda, pero lo importante no es que los demás lo comprendan, sino que la mujer lo libere. Hacer explícita la realidad con frases del tipo “perder a mi bebé me supera, por favor no me digas nada, simplemente abrázame” es liberador tanto para quien lo dice como para quien lo oye. Para la mujer, porque realmente puede conseguir el apoyo que necesita y como lo necesita de la forma que lo desee; para el entorno, porque no tienen que sentirse ansiosos sobre cómo reaccionar.
Llegar a esto es complicado, pero conviene recordar que las personas que rodean a una doliente muchas veces hacen o dicen cosas con la intención de mejorar su estado, para que deje de sufrir, y suele ser contraproducente.
En este caso lo principal es el bienestar de quien está sufriendo, por lo que expresar que una necesita estar sola, o salir de compras, o que la abracen, o llorar es un paso importante para conocer y reconocer el propio proceso, y ayuda al entorno a comprenderlo.
¿Podemos hablar de depresión en todos los casos que necesitan ayuda?
Podemos hablar de tristeza, desesperación o, incluso, “estado depresivo” cuando se afronta un pérdida. Esto es normal, porque hay que pasar ese valle de tristeza para poder despedirse, para integrar, para seguir adelante. Muchas personas necesitan ayuda en ese momento, pero porque no saben que esto es lo natural, y la mayoría de las veces solamente necesitan entender que es parte del proceso de cicatrización.
La depresión es una categoría diagnóstica que, por mi experiencia, es frecuente en los duelos complicados. Sin embargo, la mayoría de las personas que reciben un buen apoyo en su proceso de duelo ni están deprimidas ni lo van a estar.
Sentirse triste, desesperada, desilusionada, culpable o sin fuerzas, como ya he dicho, es normal en ciertos momentos, y es sanador y curativo. La depresión puede llegar cuando este proceso no se ha dejado fluir correctamente.
Creo que este tema, aunque en esta entrevista Paz Ferrer, psicóloga y doula especializada en duelo, nos ha dado algunas claves, merece el que sigamos profundizando en la terapia psicológica post aborto y lo haremos en la segunda parte de esta entrevista y en otros temas en los que conoceremos la mejor manera de afrontar esta dificil circunstancia vital.
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