La placenta es un órgano de vital importancia en el embarazo. Se forma desde el momento de la implantación del embrión en el útero y es la encargada de transmitir al bebé el oxígeno y los nutrientes necesarios para su crecimiento, así como de segregar hormonas esenciales durante la gestación y de proteger al feto en el seno materno filtrando las sustancias nocivas.
Pueden presentarse complicaciones de la placenta al existir diferentes tipos de anomalías o provocar alteraciones que complican el embarazo, el parto y el puerperio.
Puede haber alteraciones en el sitio de implantación, en el grado de madurez y en la forma de la placenta, o puede ocurrir un desprendimiento prematuro o presentar problemas en el alumbramiento.
A continuación detallaremos cuatro de las complicaciones de la placenta más frecuentes: placenta previa, desprendimiento de placenta, placenta envejecida y placenta adherida.
Placenta previa
Normalmente la placenta se implanta hacia el fondo de la cavidad uterina, generalmente hacia alguna de las paredes del útero (anterior, posterior o laterales). Sin embargo, cuando se implanta sobre el orificio cervical interno, en la parte baja del útero, se la llama placenta previa.
Hay dos tipos de placenta previa: oclusiva o completa, cuando la placenta obstruye el orificio cervical, y no oclusiva o parcial, cuando no lo obstruye. Dependiendo del tipo de placenta previa, el parto será vaginal o por cesárea.
De todas formas, es recién en el tercer trimestre cuando se diagnostica, ya que su crecimiento es proporcionalmente menor al tamaño de la cavidad uterina. O sea, que puede suceder que hacia el final del embarazo, a medida que el útero se extiende, la placenta pueda alejarse del orificio cervical y permitir la salida del bebé.
El síntoma que hace sospechar de la presencia de placenta previa es una hemorragia sin dolor ni otros síntomas hacia la segunda mitad del embarazo. En caso de sangrado, se debe acudir inmediatamente al médico quien si diagnostica placenta previa indicará reposo, evitar las relaciones sexuales y cualquier tipo de esfuerzo.
La ecografía es la forma de diagnosticarla, por eso es indispensable al menos un ultrasonido en el tercer trimestre de embarazo, ya que llegar al parto sin conocer que existe placenta previa expone a la madre y al bebé a un riesgo grave de muerte por hemorragia.
La hemorragia es una de las principales causas de muerte postparto y la placenta previa es una de las más importantes.
Las mujeres con mayor predisposición a placenta previa son las mayores de 35 años, las multíparas, las que han tenido más de una cesárea y antecedentes de placenta previa.
Desprendimiento prematuro de placenta
Normalmente, la placenta se separa de las paredes del útero después de la expulsión del bebé en el parto. Al disminuir bruscamente el volumen del útero, la placenta comienza a desprenderse hasta que es expulsada, constituyendo la última fase del parto conocida como alumbramiento.
En ocasiones, ocurren desprendimientos parciales o totales de la placenta antes de dar a luz, de forma prematura durante el embarazo o en el trabajo de parto.
Entre los síntomas más frecuentes se encuentran: dolor y endurecimiento abdominal (aún entre contracciones), sangrado vaginal de color oscuro y dolor de espalda.
Es una complicación que pone en grave riesgo al bebé, ya que se ve afectado el órgano que le aporta nutrientes y oxígeno al feto. Dependiendo del grado de desprendimiento puede haber desde un sufrimiento fetal leve, grave o incluso la muerte si el desprendimiento es muy severo.
Es un problema que no puede prevenirse, sólo detectarlo lo antes posible a través del monitoreo fetal y la ecografía.
Las mujeres con mayor predisposición a sufrir un desprendimiento de placenta son las embarazadas con presión alta o preeclampsia, con diabetes, edad avanzada, fumadoras, con alto número de partos anteriores y aquellas con antecedentes de separación de placenta o que hayan sufrido un traumatismo abdominal.
En caso de desprendimiento de placenta, se debe extraer al bebé de forma inmediata, ya sea por parto vaginal, si este está ya avanzado, o por cesárea urgente en el caso de no haberse iniciado el trabajo de parto.
Placenta envejecida
En condiciones normales, el envejecimiento de la placenta se produce hacia el final del embarazo. Su función es la de nutrir al bebé durante todo el embarazo hasta el momento del parto.
Sin embargo, en ocasiones, cuando se supera la fecha de parto o por otras causas como hipertensión arterial o preeclampsia de la madre, se produce un envejecimiento de la placenta, disminuyendo su funcionamiento normal y poniendo en riesgo la vida del bebé.
Hay distintos grados de madurez o envejecimiento de la placenta. Es importante llevar un adecuado control prenatal para controlar el nivel de madurez de la placenta a través de ecografías. En ocasiones se pueden apreciar calcificaciones en su morfología, pero su presencia no siempre significa que la placenta no esté cumpliendo su función.
Cuando una placenta se presenta en el grado II o III antes de la semana 34 puede decirse que está envejecida prematuramente.
Esta insuficiencia determina malnutrición uterina pudiendo provocar un parto prematuro, crecimiento intrauterino retardado o un bebé de bajo peso al nacer.
Hay mayor riesgo de placenta envejecida en mujeres mayores de 35 años, multíparas, con preeclampsia, tabaquismo y déficits nutricionales
Placenta adherida o placenta acreta
La placenta acreta es la que está anormalmente adherida al útero. Sucede cuando se produce una penetración de la placenta más allá de la superficie endometrial del útero pudiendo llegar a invadir el músculo uterino u órganos vecinos.
Puede provocar sangrado en el último trimestre de embarazo, pero generalmente no se detecta hasta el parto cuando aparecen dificultades para desprender la placenta después del nacimiento del bebé, pudiendo provocar una inversión uterina.
Según el grado de penetración o adherencia de la placenta (acreta, percreta o increta) y de la extensión de placenta que esté adherida, el médico evaluará la necesidad de extirpar el útero pues intentar despegar la placenta podría agravar el problema.
Es una de las complicaciones de la placenta menos frecuente, que se presenta principalmente en los casos de placenta previa.
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