Hemos dejado atrás décadas de un estilo de cuidado de los niños en que las madres tenían que hacerse cargo de manera casi exclusiva de los niños, mientras los padres se dedicaban a traer el dinero a casa y luego a descansar.
Ahora los padres nos implicamos mucho más, y hasta corre la leyenda que dice que hay un padre que ya no ayuda en casa, sino que es tan parte activa como la madre. El problema es que algunos padres se están implicando en el cuidado de los hijos de manera equivocada. Son esos padres que prefieren dar biberón para sentir que están participando en el cuidado de sus hijos.
Cuando el padre entra a decidir
No lo he oído muchas veces, pero sí alguna vez. Veo a un recién nacido que está tomando leche artificial y sus padres me explican que han decidido hacerlo así porque así el padre podía también darle biberón, ya que le hacía ilusión y así se sentía partícipe de los cuidados.
Entiendo que para los padres, para nosotros, también es importante cuidar de nuestros hijos y sentirnos útiles. Sin embargo, mira que hay que cosas que podemos hacer con ellos, y va y elegimos la que debería estar al final de la lista.
La decisión de amamantar a un bebé, o de tomar el pecho, debería ser de la madre y de su bebé. Y mira, si queréis metemos al padre, pero sólo si va a decir que mejor pecho. Si no, su voto no vale. Y si nos ponemos a votar, quizás deberíamos escuchar también el voto del bebé, que sabemos sí o sí que es "quiero teta", porque el mayor beneficiado o el mayor perjudicado de la decisión resulta ser él, aquel al que no le están dejando elegir.
El protagonismo del padre
En alguna ocasión he leído a mujeres explicando (es lo que tiene leer foros, Facebook y cosas así) que sus maridos se quejan porque con tanto pecho, tanto calor materno y tanto vínculo el bebé sólo les va a querer a ellas.
Puedo entender esta preocupación, pero no la comparto en absoluto, y eso que soy padre. Digamos que, hablando mal y pronto, "si querías que te necesitara a ti al nacer, haberlo gestado y haberlo parido".
Pero como tampoco es plan de hablarle así a ningún padre, lo más lógico es explicar las cosas tal y como son: los bebés nacen conociendo a mamá, sabiendo cómo sabe, cómo huele, cómo suena cuando habla y, al verla al nacer, cómo es. Ella es su cuidadora principal y, cuando empieza a amamantarle y a tenerle en brazos, se fortalece el vínculo entre ambos, algo que debe suceder para que el bebé tenga siempre a alguien que le cuide, alguien de primera referencia.
Como el bebé no sabe si su madre está casada, soltera, "arrejuntada" o divorciada, no se preocupa demasiado de quién puso el esperma, y a nosotros no nos reconocen como cuidadores, al menos de buenas a primeras.
Pero como no son tontos y son seres sociales, si están comidos y a gusto, no tienen ningún problema con estar en nuestros brazos, escuchando nuestros ruidos, nuestras palabras, recibiendo nuestras caricias y nuestros besos y empezándonos a conocer y a amar.
Vamos, que siempre habrá momentos en que necesiten más a mamá que a papá (cuando lloran), pero siempre habrá momentos en que con nosotros estarán estupendamente. Al principio es así, no hace falta dividirnos al bebé por tiempo, media hora tú y media hora yo. Es más una cuestión de qué necesita en cada momento y, por nuestra parte, de saber aprovechar los momentos en que podemos crear el vínculo con ellos, y momentos de esos hay muchos, muchísimos, sin necesidad de coger un biberón.
Pero así la madre descansa
Sí, lo sé, si lo dice hasta la AEP en el Manual de Puericultura que publicó hace unos años:
El biberón es una ayuda que puede beneficiar a la madre y ayudarla a descansar, especialmente durante los primeros días después del parto.
Pero no. No debería ser así. Si un niño tiene que acabar tomando biberón por la razón que sea, lo ideal es que siga siendo la madre quien le dé el biberón, siempre que sea posible. El vínculo existe y se tiene que fortalecer. El niño necesita ese contacto, ese olor conocido, ese sentirse a gusto a la hora de comer, y por eso se recomienda que sea la madre quien lo haga, incluso abriéndose la camisa, subiéndose la camiseta o haciendo lo necesario para que el bebé tenga ese contacto piel con piel con mamá, aún tomando biberón.
Cuando acabe, pues venga, es nuestro momento. Cogemos al bebé y lo paseamos para que eche el eructo, lo mecemos para que se duerma y le cantamos una nana, o si quieres una canción de los Rolling, o de los Beatles, o si te gusta más el rock español de Fito, Platero o Marea (intenta evitar a toda costa las de Justin Bieber, producen pesadillas). Y nos quedamos con él, paseándole, hasta que nos sentamos en el sofá con él en nuestros brazos, aprovechando ese momento para mirarle, escucharle, sentirle. Observando sus ojitos cerrados moverse, escuchando su respiración, centrándonos en su pelito suave pero desordenado, apenas capaz de seguir un orden ni después de ser peinado, en esas uñas que parecen incrustadas dentro de los dedos, que nos hacen dudar si algún día de verdad saldrán hacia afuera y, en definitiva, en todas esas cosas que podemos ver en un bebé y que nos hacen quererle cada día más.
Eso es participar de sus cuidados, eso y cuando olemos caca cambiarle el pañal, eso y cuando toca, darle un baño, eso y cuando nos apetece, jugar con él, eso y grabarnos juntos haciendo el payaso, para que mamá se ría un rato, eso y darnos cuenta de lo difícil que puede resultar vestirle, con tantas capas de ropa tan estrecha, eso y, además, hacer las cosas de casa, porque aunque no lo parezca, cuando limpias la cocina y recoges los platos estás ejerciendo como padre y pareja también.
¿O creías que lo único que podías hacer por tu hijo es darle un biberón durante un ratito?
Foto | Thinkstock En Bebés y más | "No me ayudes con el niño, ayúdame con la casa", La cercanía del padre, beneficiosa para el desarrollo del niño, Cuando el padre no puede estar en el parto: la historia del nacimiento de un hijo estando en Afganistán