Mentirle al pediatra como última opción para salvar la vida de tu hija

Mentirle al pediatra como última opción para salvar la vida de tu hija
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Durante los últimos años los pediatras y enfermeros de pediatría están sufriendo las mentiras de algunas madres, que ante preguntas sobre dónde duermen sus hijos o qué leche toman, optan por no decir la verdad para no recibir reprimendas del estilo "el niño tiene que dormir solo" o "ya tiene más de un año, quítale el pecho". Son mentiras que en nada afectan a la salud del bebé y que, aunque no es lo deseable porque se supone que uno va al pediatra para conseguir que su hijo esté lo más sano posible, pueden llegar a entenderse.

La historia que os explico hoy va de lo mismo, de mentirle al pediatra, pero por una razón mucho más potente: esta madre llegó a estar segura de que a su hija le pasaba algo y optó por mentir para que le hicieran las pruebas que creía que necesitaba. Gracias a eso la niña salvó su vida.

El día que fue el hospital y se inventó que su hija se había caído y vomitado

Tal y como leemos en Daily Mail, Amanda Davies, en un momento de desesperación, acudió al hospital y se inventó que su hija Lil, de 3 años, se había caído, con la desgracia de golpearse la cabeza y vomitar después, todo con la intención de que le hicieran las pruebas que quería.

Lil solía gritar de dolor, y en un año había ido perdiendo poco a poco la capacidad de caminar, a lo que los médicos dijeron que no había por qué preocuparse.

Todo normal hasta que cumplió dos años

Hasta los dos años de edad Lil fue una niña normal, la típica niña despierta y activa. Cuando cumplió los tres años, sus padres empezaron a preocuparse porque parecía que no lograba subir las escaleras como siempre, hasta el punto que tuvieron que empezar a ayudarle dándole la mano para hacerlo.

Un mes después vieron que parecía estar inestable incluso cuando estaba de pie, así que acudieron al médico, que les instó a llevarla otro día porque justo en ese momento la niña tenía una infección respiratoria.

Estando ya sana, volvieron al médico, pero en esta ocasión les atendió otro profesional, que les derivó a un especialista para que valorara el caso. Pasaron los meses y mientras no les avisaban para la cita con el especialista el estado de Lil fue empeorando. No solo no podía caminar bien, sino que empezó a quejarse de dolores de cabeza que un par de veces al día se volvían punzantes, haciendo a la niña gritar.

Una nueva visita al médico quedó en nada, pues éste les dijo que ya tenían solicitada una derivación al especialista y que no había necesidad de acelerar las cosas. Los padres, hartos de esperar, buscaron a un profesional privado que pudiera atenderles y lo que les dijo fue que lo que Lil tenía era, simplemente, articulaciones hipermóviles, por lo que tenía más movilidad de lo habitual y lo que necesitaba era fisioterapia.

La madre quiso convencerse de que sí, que era eso lo que su hija tenía, pero Google le decía otra cosa, que los dolores de cabeza podrían significar un tumor.

El día que Amanda decidió mentir

Y optó por lo que habríamos hecho seguramente todos los padres, buscar otra solución, la que hiciera falta, para que alguien se tomara en serio de una vez los síntomas de la niña. Acudieron al Hospital de la Universidad de Gales en Cardiff, diciendo que la niña se había caído. El primer médico que les atendió, un profesional joven, le preguntó a la niña dónde se había hecho daño. Y ya se sabe, los niños no mienten, así que confesó que ella no se había caído. Ante el miedo de que no les hicieran caso la madre optó por explicarle que tenía dolores de cabeza muy intensos, pero él pareció preocuparse más por la incapacidad de caminar de la niña, que en aquel momento tenía las piernas como las de un bebé, sin posibilidad de mantenerla de pie. Junto con otro profesional más experimentado, decidieron hacerle un escáner cerebral, a lo que la madre respondió con lágrimas de agradecimiento.

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Lo que vieron es que Lil tenía un tumor del tamaño de un limón en la parte posterior de su cabeza, así que la alegría por ver que por fin les hacían caso se tornó en tristeza y desesperación ante una enfermedad de tal magnitud y ante el recuerdo de todos esos profesionales que no supieron ver nada grave. Por suerte, el tumor estaba todavía en una fase operable y se pudo salvar la vida de la niña. Según los médicos, solo unas semanas más habrían sido suficientes para no poder hacer nada por ella.

Cuatro días después del diagnóstico la niña fue intervenida durante 10 horas en una operación en que extirparon el tumor, y desde entonces ha ido recobrando sus capacidades hasta ser casi una niña normal, aunque persiste una cierta inestabilidad en los pies. El problema es que hay de un 30 a un 50% de probabilidades de que el cáncer vuelva a producirse, pero ahora Lil está siendo controlada y cada 3 meses la visitan para hacer nuevas pruebas.

Una serie de catastróficas desdichas

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La verdad es que no sé cómo funciona el sistema sanitario en Gales, pero lo que acabáis de leer no es una más que una serie de sucesos inexplicables, uno detrás de otro. Hace unos momentos he visto en la consulta a una niña que ayer tuvo un episodio de mareo e inestabilidad, hasta el punto de vomitar, y después de una analítica decidieron hacerle un TAC craneal. No puedo entender que a una niña que está dejando de caminar no se le haga. No puedo entender que a una niña que además de dejar de caminar se queje de dolor de cabeza no se le haga. Así que lo que le ha sucedido a esa familia es un grave fallo de diagnóstico de todos los médicos que la visitaron. Normal que decidieran mentir.

Fotos | Daily Mail
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