Carta a mi primera hija: la que me enseñó a ser madre y me descubrió una nueva forma de amar
Hace algunos años ya que mi hija dejó de ser bebé, y es algo de lo que hace tiempo hablé en Bebés y más, donde compartí una reflexión acerca de los sentimientos encontrados que esto me provocaba. Pero hoy, quiero compartir otra reflexión con la que quizás muchas madres se identifiquen: la llegada del primer hijo.
El primer bebé, es ese que rompe todos los esquemas y que cambia por completo tu vida. Por ello, hoy dedico una carta a mi primera hija: la que me enseñó a ser madre y me descubrió una nueva forma de amar.
Querida hija...
Aún puedo recordar el día que descubrí que venías en camino. Era un jueves como cualquier otro en la oficina, pero tenía algunos días sintiéndome "rara". Decidí tomar una prueba de embarazo y supe que estaba embarazada. Tengo que confesarlo: estaba muy emocionada, pero el mismo tiempo me sentía aterrada.
Mil preguntas comenzaron a inundar mi mente: ¿podré con esto? ¿seré una buena madre? ¿qué tal si lo hago mal? ¿cómo sé si realmente estoy lista para tener un bebé? Pero ahora que han pasado algunos años, veo que después de todo tampoco me ha salido tan mal desempeñar este papel de mamá.
Tu llegada fue muy esperada, pues no solo se trataba de mi primer bebé, sino también de la primera nieta de tus abuelos, así que ya te imaginarás cómo nos sentíamos todos durante esos largos nueve meses. Es muy curioso cómo puedes sentirte enamorada de alguien a quien aún no conoces, pero así es la maternidad.
Cuando finalmente llegaste a nuestras vidas, volteaste nuestro mundo de cabeza. Todo lo que creía saber de la vida, cambió. Debo ser honesta: no tenía idea de cómo ser mamá. Jamás había sostenido a un bebé en brazos y mucho menos había cambiado un pañal. Era territorio totalmente desconocido para mí.
Pero tú, con ese tamaño diminuto, esas manitas pequeñitas y esos ojitos llenos de ilusión, me fuiste enseñando a ser madre. Es increíble cómo antes de tenerte no tenía idea de cómo haría las cosas, y cuando llegaste tú parecía que me dabas muchas de las respuestas que tanta falta me hacían.
Claro, aunque hoy soy muy diferente de esa madre primeriza, joven e inexperta, todavía sigo aprendiendo muchas cosas a tu lado. Pero es increíble lo mucho que has cambiado no solo mi vida, sino mi forma de pensar y de ver las cosas. Mis prioridades, metas y objetivos, son otros muy distintos a los que tenía cuando aún no era madre.
Llevarte en brazos durante esos primeros años fue una de las cosas más agotadoramente preciosas que he vivido, y aunque esa época ha quedado atrás, siempre habrá un espacio para ti dentro de ellos, sin importar la edad que tengas.
Conforme vas creciendo, muchas cosas van cambiando, pero hay algo que sin duda no cambiará nunca: el amor que siento por ti. Antes de tenerte, pensé que conocía y sabía lo que era amar, pero tú llegaste para ayudarme a descubrir que tengo una capacidad para amar mucho más grande de la que podía imaginar.
Ahora que soy mamá, puedo reafirmar eso que tanto había escuchado acerca de que no hay amor más incondicional que el de una madre y que simplemente no hay palabras suficientes para describir lo que me haces sentir. Pero también, descubrí otra forma de amar que nadie me había mencionado: la tuya.
Y es que no existe amor más puro, tierno y sincero como el que tienen nuestros hijos cuando son pequeños. Indudablemente me robaste el corazón y lo atrapaste entre esas pequeñas y suaves manitas tuyas.
Pero además de enseñarme a ser madre y mostrarme una nueva y diferente forma de amar, has vuelto a revivir en mí algo que durante mucho tiempo estuvo dormido, y se trata nada más y nada menos de esa preciosa capacidad de ilusión y entusiasmo que usualmente solo se vive durante la infancia.
Gracias a ti, puedo volver a ser una niña de nuevo. Me has enseñado a detenerme a oler las flores y escuchar el canto de las aves. Contigo he aprendido lo mágicas que son las burbujas en una tarde de verano y lo delicioso de reírte de las cosas más simples de la vida hasta que te duela la barriga.
Me has ayudado a recordar todas esas cosas que tanto disfrutaba cuando era pequeña: la ilusión de la Navidad, la emoción y sorpresa de aquellas series infantiles y películas que veía una y otra vez en mi propia infancia, y disfrutar de un buen helado como si fuera lo más grandioso del mundo.
Siempre pensé que sería yo la que guiaría tus pasos y te enseñaría todo lo que necesitabas saber acerca de la vida, pero me has demostrado que no es así, y que en realidad, tú te has convertido en mi maestra de muchas cosas, como el amor, la paciencia y la magia, dándome valiosas lecciones de vida.
Compartir la vida contigo, me ha permitido también transmitirte muchas de las cosas que amo y he podido volver a experimentar a tu lado, como mi pasión por viajar y conocer lugares nuevos, bailar en la cocina al ritmo de la música que me gusta y mi amor por los libros.
Además de agradecerte, también quisiera pedirte perdón. Al ser la pequeñita que me convirtió en madre, lo que he hecho contigo ha sido un largo camino con muchos aciertos, pero la verdad es que también he cometido algunos errores.
Bien dicen que con el primer hijo se experimenta e improvisa mucho, pero quiero que sepas que todo lo he hecho con la mejor de las intenciones y desde el amor que siento por ti, a pesar de ser completamente inexperta y tener mil dudas acerca de cómo cuidar de ti.
Aunque a veces hay días pesados o difíciles, en los que ambas debemos navegar juntas a través de sentimientos complicados, pero al final siempre terminamos el día con un abrazo, amándonos y perdonándonos por aquellas cosas que pudimos haber hecho mal durante el día, pero que nos sirven como una lección para continuar mejorando y aprendiendo.
Quiero decirte que eres fuente de inspiración y de los sentimientos más increíbles, bellos e indescriptibles que ha sentido mi corazón. Es curioso cómo alguien tan pequeñito puede hacerte sentir algo tan grande. Pero así es ser madre, y si algún día eliges serlo, espero puedas comprender lo mucho que te amo.
Por todo esto y mucho más, es un honor ser tu madre y te agradezco profundamente ser mi hija. Porque gracias a ti, mi primera hija, aprendí a ser madre y descubrí una forma de amor como ninguna otra.
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Te animamos a que escribas tú misma una carta para tus hijos, y las guardes para entregárselas cuando sean mayores. Es un bonito detalle que les llenará de emoción al leerlas años después.