A pesar de que hasta que no lo vives no sabes exactamente de qué va esto de criar un hijo, siempre fui consciente de la gran responsabilidad que eso implicaba. Al convertirme en madre, rápidamente comprobé que esta era aún más grande de lo que me imaginaba y me afiancé en mi idea de tener solo un bebé.
Sin embargo, a medida que pasa el tiempo las circunstancias, las prioridades y el punto de vista cambian. Me di cuenta que, aunque los tres estábamos muy bien, no podía dejar de plantearme la posibilidad de tener otro, y tras un tiempo de reflexión y de sopesar todos los motivos que tenía a favor y los que tenía en contra, cambié de idea (mi pareja tuvo clarísimo desde siempre que quería al menos dos). Esas razones fueron las siguientes:
1. No tenemos familia en la ciudad donde vivimos
Yo vengo de una familia muy grande y estoy acostumbrada a eso. Sin embargo nosotros vivimos lejos de nuestras familias y es algo que echo muchísimo de menos.
Aunque claramente es algo que no puedo suplir teniendo hijos, por experiencia sé que tener un núcleo más grande te facilita mucho la vida, no solo por el sostén que supone en los momentos adversos de la vida, sino porque en mi caso es algo que siempre me ha brindado mucha felicidad.
2 Tengo hermanos y ha sido el mejor regalo que me han dado mis padres
Todos los que tenemos hermanos y disfrutamos de una buena relación, sabemos que tenerlos son el mejor regalo que nos pudieron haber hecho nuestros padres. Contar con un compañero de juegos y de vida desde la niñez es algo que te brinda momentos y experiencias divertidísimas y valiosas que perduran para siempre.
3. Aunque es dura, la experiencia de tener un hijo me sigue alucinando cada día
Tener un hijo es la experiencia más salvaje, reveladora e increíblemente dura que he vivido. Después de más de ocho años después de convertirme en madre me sigue asombrando cómo mi cuerpo fue capaz de crearlas y el gran reto que supone criarlas.
Cuando me planteé vivirlo de nuevo me sentí asustada (menos que la primera vez, por supuesto), pero con la curiosidad de quien va a explorar un camino alucinante que recorrió hace años y en el que intuye, se dejó cosas pendientes por disfrutar.
4. Mi hija se hizo consciente de su soledad muy rápidamente
Siempre que me preguntan qué me hizo cambiar mi pensamiento de forma radical, cuento una anécdota que nos sucedió cuando mi hija tenía dos años. Ella solía jugar en el parque con dos hermanas (una un poco mayor y otra de su edad), y se lo pasaban genial, pero a veces a las niñas a veces les apetecía jugar solas. Uno de esos días mi hija vino con una cara muy triste y me dijo "mamá, estoy muy sola". Sus palabras me dejaron helada e hicieron que me diese de bruces con la realidad. Estaba sola y seguiría estándolo porque la única tía que tiene en este país conforma una familia DINK.
Aunque la idea ya rondaba en mi cabeza desde hacía algunos meses, esa noche me acosté pensando en lo que había sucedido, sopesé los pros y los contras y tras ponerlo todo en una balanza mental, tomé la decisión de intentar tener otro bebé.
¿Mi decisión fue acertada?
Sin duda, mi respuesta es un rotundo sí. Es verdad que es imposible generalizar porque cada uno tiene sus circunstancias, pero en nuestro caso, y aunque como dije anteriormente, todo estaba bien, la llegada de un nuevo integrante a nuestra familia la mejoró aún más.
A nivel de pareja, y después de haber superado el tsunami que supuso la llegada de la primera, ya estábamos más que preparados para la segunda y todo fue rodado. No quiero decir que haya sido fácil porque el trabajo se multiplica por tres (especialmente si no tienes familia cerca en quien apoyarte), pero ya sabíamos lo que nos esperaba, con el plus de que ya lo teníamos todo aprendido y controlado.
Mi postparto fue bastante más amable (también debido al aprendizaje del primero), mi amor se multiplicó, su hermana jamás volvió a decirme que se sentía sola y sentí que mi familia estaba completa. Sé que suena a tópico trillado, pero de verdad que verlas a ellas y vernos a nosotros siendo una familia de cuatro me generó una satisfacción y unas emociones que no había sentido antes. Sin duda es lo mejor que he hecho y agradezco haberme permitido replantearme lo que siempre creí que era lo mejor, porque me equivocaba.