Con las vacaciones escolares a punto de acabarse, hoy los niños alargarán la ilusión de unas festividades que a muchos se les antojan ‘las más bonitas y entrañables’. Por ejemplo a mis hijos les encanta el verano porque dura mucho, pero valoran muy positivamente las Navidades porque son más emocionantes, y parecen haberse empapado de ese espíritu que queda suspendido en el ambiente a pesar del consumismo y de toda la gente que vive la Navidad como un mero trámite.
Es precisamente ahora que finaliza el tiempo libre de nuestros hijos, cuando tienen oportunidad de vivir la Cabalgata de los Reyes Magos, que puede que traiga más ilusión que regalos, pero que siempre nos recuerda a aquellos que llegaron desde Oriente para obsequiar con oro, incienso y mirra a Jesús de Nazaret, y a los cuales se les concedió la oportunidad de hacer presentes a los niños de todo el mundo.
A todos los niños, sin condiciones, y más tratándose de un acto de amor en el que los padres participamos, respondiendo deseos y alimentando esas pequeñas almas. Es decir, a todos los niños, no a aquellos que se comporten como queremos
No sé qué edades tendrán vuestros hijos, pero imagino que la experiencia como padres os estará indicando que es hacia los ocho años cuando suelen descubrir ‘el secreto mejor guardado’, puede que lo hagan espontáneamente, hartos de hacerse preguntas a las que no encuentran respuesta, o por influencia de compañeros y amigos. Mi hijo a los cinco ya se lo cuestionaba, porque no le acababa de cuadrar la idea de tres hombres de más de 2.000 años que aún fueran por el mundo, así es como decidió que se les habían ido buscando sustitutos para alimentar la fantasía.
Dos años y medio después, y poco después de descubrir al Ratoncito Pérez, se le vino todo abajo, y aunque en general está bastante contento de ayudar a mantener la ‘historia’ para que su hermana, amigos y primos crean, hay veces que es consciente de estar perdiendo la inocencia, y tiene un fuerte sentimiento de pérdida. Ahora tiene 10, y a esta edad, hay pocos niños que no lo sepan, cuando ocurre, son los padres los que deciden intervenir para contárselo.
El hecho de enterarse más o menos temprano puede estar influenciado por la capacidad de transmitir la ilusión que tienen los padres, al fin y al cabo, no les estamos mintiendo, sino acompañando una inocencia que se acabará espontáneamente a una determinada edad, independientemente de los que habanos. Y por otra parte yo personalmente soy partidaria de contar la verdad cuando hacen preguntas directas, con ello no les vamos a hacer daño; tampoco hay que darle muchas vueltas, salvo adaptar el lenguaje si aún son muy pequeños.
Pero volvamos al tema que motiva esta entrada: la idea de un Santa Claus, o unos Reyes Magos, que deciden obsequiar o no en función de la conducta de los niños, me parece mezquina (perdonadme la expresión). Porque aunque sé que en la práctica todos acaban teniendo su regalo, no es nada positivo que vivan los días previos con ese miedo. Además de que hay peques que deciden jugar ‘la amenaza’ a su favor, y cambian de comportamiento durante los días previos, incluso a veces lo manifiestan expresamente.
Desafortunadamente y con la que está cayendo, ¡hay tantos niños que necesitan de la solidaridad de los demás para recibir regalos! Pero eso es otra cosa, porque independientemente de que sepan o no que ‘los Reyes son los padres’, todos interiorizan que esos obsequios se entregan por amor y este debería ser incondicional ¿no es así?
Así que hoy nos olvidamos del carbón, y de que los Magos actúan como jueces; y a partir de ahora estarnos más pendientes de ver qué necesitan de nosotros nuestros hijos, corrigiéndoles si es necesario, pero entendiendo siempre que adaptarse a una sociedad enferma no es nada fácil para ellos que aún conservan buena parte de la pureza con la que nacieron.
Imagen | Phil Plait En Peques y Más | Al escribir la carta a los Reyes Magos nuestros hijos reflejan sus deseos y colaboran en mantener la ilusión