El Gobierno se ha propuesto elevar la edad de consentimiento sexual en España que actualmente está fijada en los 13 años, y tras la reforma prevista se situaría en los 16. Hasta ahora somos uno de los dos estados europeos (junto al Vaticano) en los que esta edad es menor. El argumento esgrimido es que antes de los 16, un menor no es suficientemente maduro para tener relaciones sexuales con adultos, y parece que uno de los objetivos es evitar relaciones desiguales en las que exista una coacción o abuso de autoridad.
Anteriormente la ONU ya había pedido a nuestro país tal modificación, y en el Congreso (durante el mandato del anterior presidente de Gobierno) se acordó, aunque no prosperó la modificación del Código Penal, algo que en esta ocasión sí ocurrirá, porque la medida está incluida dentro del anteproyecto de reforma. También se prevé una modificación del Código Civil para que la edad mínima que permita contraer matrimonio sea de 16 y no 14 años, materializando así uno de los puntos el Plan de la Infancia y la Adolescencia. Cabe aclarar que entre los 13 y los 16 años, no se penalizarán las relaciones sexuales entre iguales, es decir entre personas que se encuentren próximas en edad o grado de madurez, o al menos eso se ha manifestado desde el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. De hecho desde organizaciones como Save the Children instan a que se permita a los jueces encargados en caso de producirse denuncia, concretar las circunstancias eximentes
Muchos organismos y expertos apoyan la próxima modificación, aunque el Grupo de Medicina Adolescente de la Asociación Española de Pediatría, la considera una medida extrema, dada la edad de inicio en las relaciones sexuales de los adolescentes, que suelen iniciarse entre los 14 y 16 años.
Los pediatras consideran que se puede caer en el error de criminalizar una realidad social, y aunque estoy de acuerdo en que esa realidad se esté produciendo, sí que considero necesario que existan medidas que protejan a los menores, porque que la edad adulta dura muchos años, y si bien se podría considerar natural que dos jóvenes de 15 y 18 años tuvieran algún tipo de relación sexual, seguro que muchos de nosotros no pensamos lo mismo cuando la diferencia de edad es (por ejemplo) de 20 años, y se atisba una relación desigual .
De todas formas normalmente los adolescentes suelen entablar relaciones sexuales entre ellos, lo que les permite experimentar y descubrir al mismo ritmo
Las consecuencias de la inclusión de esta medida en el Código Penal, son la aplicación de penas previstas para el delito de 'abusos y agresiones sexuales a menores' (de dos a siete años - o diez si es con violencia - por realizar actos de carácter sexual; y de ocho a 12 si hay acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal, …). Así pues cualquier relación sexual con un chico o chica que tenga menos de 16 años, si es mantenida por un adulto, será considerad abuso o agresión, porque al menor no le está permitido legalmente consentir con esa edad.
Las reacciones contra la reforma prevista, afirman que de esta forma se limita la libertad sexual de las personas, sin embargo a partir de los 16 años (en muchos casos poco después de las primeras relaciones), ya no existe tal limitación, por lo que a priori no parece tan descabellado. Además con la edad y una mayor madurez, las personas vamos siendo capaces de tomar decisiones por nosotros mismos sin que que exista coacción, así que lo podemos ver como un margen necesario. Además tengamos en cuenta que - como ya se ha mencionado - en la mayoría de países de nuestro entorno, la edad mínima es más alta (entre 14 y 18, coincidiendo en este caso, con la mayoría de edad).
Muchos piensan que el equilibrio es necesario, y los extremos no son buenos, pero ¿es un extremo pretender la protección a los menores de edad?. Al fin y al cabo en otros aspectos también están reguladas las relaciones con el entorno que les podrían afectar: votar, decidir un aborto sin permiso, trabajar.
Por último, cabe recordar que en esto de la sexualidad, una de las misiones de la sociedad con respecto de los menores, sería la educativa (no centrarnos siempre en las restricciones): educar para facilitar información, para que tomen decisiones, para aprender el respeto por los demás y uno mismo, etc. Los padres (y los profesores u otros adultos responsables de los niños) también debemos revisar nuestra percepción acerca de la sexualidad adolescente, y las respuestas que ofrecemos, que deberían estar más centradas en resolver sus necesidades y dejar que planteen dudas abiertamente, antes que imponer explicaciones o juicios de valor.
En mi opinión la educación sexual también debería ser un tema sobre el que generar debates, y que permita el intercambio de opiniones, y esto no suele suceder.
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