Este verano tuve la ocasión de experimentar esa sensación. Estábamos mi hija y yo pasando unos días de vacaciones en un destino turístico y decidió que mientras yo hacía un recado ella se iba a ir a mirar una tienda de juguetes. A pesar de mi insistencia de que no se fuera sola al final se marchó mientras yo me quedaba entretenido con mi recado.
El compromiso que adquirimos, y que creo que fue una de las claves, fue que cuando volviera la esperaría donde yo me había quedado. Así que se marchó y cuando me quise dar cuenta y mucho tiempo después de haber terminado mi recado, la peque no volvía.
Así que empecé a hacer exploraciones de la zona asomándome a los comercios, era una zona comercial en la calle al aire libre, mientras no perdía de vista el punto de encuentro. Además se puso complicado porque empezó a llegar gente paseando y se hacía difícil ver. Además y conforme pasaba el tiempo, es cuando en la cabeza empiezas a pensar cosas, ¿verdad? Se la habrán llevado, se habrá perdido, estará diciéndole a alguien quién es, se ha dado un golpe, se ha confundido de camino, etc. Todo se acelera rápidamente en la cabeza y decides que cuando la veas aparecer, porque nunca se pierde la esperanza, le vas a decir algo que no olvidará jamás.
Y entonces la veo venir con cara asustada y llorando y echando los brazos porque es consciente de que ha estado en una situación que no controlaba y que le asustaba. Así que intenté calmarla y tranquilizarla porque el susto que tenía era suficiente como para ampliárselo. Su explicación fue que se equivocó al salir de la tienda y que eligió el camino en sentido contrario, cuando se quiso dar vuelta y volvió sobre sus pasos ya estaba insegura y angustiada. Aún así todo terminó bien afortunadamente.
También aprovechamos para revisar qué había pasado e intentar evitar que no volviera a suceder porque en la zona en la que estábamos de vacaciones ella tenía muchas referencias: zonas de ocio en la playa, el quiosco donde comprábamos las revistas, la Iglesia, el Hotel, la tienda de chuches (y el vendedor con el que nos cruzamos ambos cuando estábamos perdidos) Y conocíamos hasta un comercio en el que se podía disfrutar del servicio de limpieza de pies metiéndolos en un pilón con unos pececillos para que te coman las impurezas despacito (o eso decían). Y siempre que pasábamos mi hija y yo nos reíamos.
Así que, por favor, intentemos evitar esta sensación. Vigilemos bien a nuestros hijos siempre que estemos en lugares abiertos, intentemos que si se escapan tengan referencias claras para volver o para que vayamos a buscarlos, mantened la calma, pensad en lo que ellos ven poniéndonos a su altura (su campo de visión es muy limitado) y cuando vuelvan a aparecer intentad no asustarles más porque el berrinche me parece que ya se lo han pasado.
Imagen | sasha magee