La madre de un adolescente estadounidense impone normas escritas a cambio de la utilización de su smartphone

La madre de un adolescente estadounidense impone normas escritas a cambio de la utilización de su smartphone
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Cada vez son más los niños que disponen de un teléfono móvil, de hecho en septiembre pasado comentábamos que según un estudio de The App Date, la cifra de pequeños entre 10 y 15 años que tienen uno de estos dispositivos se situaba en el 37 %.

Los padres sabemos que debemos educar a nuestros hijos para un uso más saludable y seguro de smarphones y otros medios que tienen finalidad comunicativa, aunque también somos conscientes de que es necesario depositar confianza en nuestros hijos, siempre que ellos tengan comportamientos responsables.

Cada semana tiene una manera de hacer las cosas, y todos queremos lo mejor para nuestros hijos, pero ¿cómo asegurarnos de que los niños sean respetuosos en sus relaciones a través de la red?, ¿cómo saber si pueden llegar a exhibir imágenes comprometedoras de sí mismos, o a compartir las de sus amigos? Esta semana Janelle Hoffman se ha hecho un hueco en los noticiarios al trascender el contrato que ha firmado con su hijo de 13 años a quien regaló para Navidades un iPhone 5. Muchos no podríamos permitirnos un regalo tan caro, y otros (aún permitiéndolo la economía) no estaríamos dispuestos a realizar esta concesión a un adolescente de esa edad. Pero la cuestión es preguntarnos si es necesario hacer un contrato por escrito, o si las cláusulas nos parecen adecuadas.

Gregory Hoffman debe de estar encantado con su nuevo teléfono, otros adolescentes de todo el mundo a su edad también tienen otros parecidos (aunque seguro que la mayoría de menor coste). La primera enseñanza que en mi opinión transmite esta noticia es la falta de contención en el afán de un pequeño que desea estar a la última, y el enorme abismo que se produce entre las familias que se pueden permitir el gasto, y aquellas que tienen problemas para subsistir

Pero volvamos al tema que nos ocupa: Gregory debe contestar las llamadas con educación y nunca rechazará cuando vengan de los teléfonos de sus padres, su madre conocerá la contraseña siempre, por las tardes entregará el dispositivo a sus padres y no lo llevará a la escuela. Tampoco puede acceder a pornografía y está obligado a comportarse como lo hace en la vida real; si estropea el smartphone es el chico el que debe asumir la reparación.

Así hasta un total de 18 puntos que es el total de cláusulas que incluye el contrato: si hay incumplimiento, no puede disfrutar de su smartphone.

Mis reflexiones: sé que muchos pueden pensar que Gregory puede intentar saltarse algunas de las limitaciones, y en muchos casos lo conseguirá, pero lo que cuenta aquí es la intención educativa orientada a la protección del chico y a conseguir un comportamiento aceptable para con los demás. Por otra parte no creo que yo firmara nunca un contrato por escrito con mis hijos, aunque (en la misma situación) si que les indicaría los límites o restricciones que tienen, y después actuaría en consecuencia si no fueran responsables. Evidentemente, si son los padres los que compran el dispositivo, lo pueden retirar de las manos del chico con la misma facilidad, esto no entraña ningún secreto.

Las reacciones que ha suscitado la iniciativa de Janelle oscilan desde la creencia de que ha sido demasiada exagerada en sus limitaciones, hasta aquellos padres que se han interesado en pedirle más información. También hemos podido escuchar comentarios de adolescentes diciendo que ‘si los padres te tienen que poner normas, ¿para que te compran el móvil?'

Yo a esta pregunta le daría la vuelta ‘si no estás dispuesto a cumplir algunas normas familiares, ¿puedes exigir que tus padres te compren determinados objetos de consumo?’ Tengo claro que los padres deben exigir la función parental activamente mientras los niños sean menores de edad, y que después, si el joven continúa en casa (y depende económicamente de sus progenitores), tiene que adaptarse a normas que faciliten la convivencia. Crecer no sólo es pedir independencia, también es mostrarse como personas responsables, ambos aspectos van unidos y son indisolubles para que se cumpla el criterio de madurez.

Y vosotros ¿qué pensáis?

Vía | Huffingtonpost En Peques y Más | Un estudio sugiere registrar la edad de los niños que compren un teléfono móvil, ¿La libertad adolescente supeditada al control de los padres?, conozcamos Teenscrio

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