Las Asociacion Americana del Corazón ha hallado tras un estudio, que los niños obesos pueden cuadruplicar el riesgo de desarrollar hipertensión arterial en la vida adulta, y aquellos que tienen sobrepeso, lo duplican.
La investigación se ha presentado a las Sesiones Científicas celebradas recientemente, tras haber estudiado a 1117 adolescentes sanos de Indianapolis durante 27 años (empezando en el 1986).
Uno de cada tres niños y adolescentes estadounidenses tienen sobrepeso o son obesos, lo que significa que su índice de masa corporal es de al menos el percentil 85 o por lo menos el percentil 95 para su edad y sexo, respectivamente. El IMC es la relación entre la altura y el peso
¡Uno de cada tres! menudas cifras, aunque en España tampoco nos quedamos 'cortos' (por desgracia): según el informe Aladino de hace dos años, un 43 % de niños de entre seis y nueve años tenían sobrepeso u obesidad, y unos meses después, la fundación Thao nos contaba que estas enfermedades ya estaban apareciendo también en peques de entre tres y cinco años.
Volvamos al Estudio, se ha seguido la presentación de hipertensión arterial en la vida adulta de todos los participantes, y se ha encontrado que de aquellos que tenían un peso normal durante la niñez / adolescencia, un seis por ciento son hipertensos, frente al 14 por ciento de los que presentaban sobrepeso, y el 26 por ciento de los que eran obesos. Las cifras no pueden ser más claras.
Sara E. Watson, es autora del estudio e investigadora de endocrinología pediátrica del Hospital de Niños Riley (Universidad de Indiana / Indianápolis), en su opinión, cada vez quedan menos dudas acerca de que las enfermedades del corazón pueden empezar en la niñez. Recomienda que los niños deben realizar ejercicio físico, llevar una dieta saludable y reducir el consumo de sal., para evitar el riesgo de hipertensión arterial asociada en el sobrepeso, la obesidad y el estrés. 'Los pediatras deben ser capaces de transmitir educación sobre estos hábitos a las familias'.
Que el sobrepeso y la obesidad infantil constituyen una amenaza para la salud pública y el bienestar individual, no podemos ponerlo ya en duda. Se ha hablado ya de su relación con problemas cardiovasculares, e incluso con la aparición del asma de tipo alérgico.
Existen evidencias que indican que se trata de patologías prevenibles (evitando el desequilibrio energético), y sin embargo cada vez tenemos un estilo de vida más pasivo y una alimentación menos saludable, lo cual no ayuda a mejorar las tasas de incidencia (que más allá de las cifras esconden muchas problemáticas individuales y familiares).
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